José Ramón Fernández estrena Mi piedra Rosetta en la sala Cuarta Pared de Madrid.

El dramaturgo estrena en la sala Cuarta Pared de Madrid Mi piedra Rosetta, escrita para actores con discapacidad física y sensorial.

José Ramón Fernández (Madrid, 1962) se encuentra cómodo trabajando por encargo. Lo hizo con el Prado, con la Residencia de Estudiantes (La colmena científica, que le valió el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2011), con la Biblioteca Nacional... Ahora lo vuelve a hacer con Mi piedra Rosetta, un texto encargado por la compañía Palmyra Teatro, formación especializada en integración artística y accesibilidad.



Pregunta.- ¿Qué cuenta Mi piedra Rosetta?

Respuesta.- La historia de dos hermanos, uno virtuoso del violonchelo y otro sordo. El músico atraviesa una crisis personal, ha dejado de tocar y su hermano le ayuda a salir del agujero con la ayuda de una amiga del conservatorio, bailarina. Por otra parte, al personaje sordo le gustaría comprender por qué la gente llora con la música de su hermano, y la bailarina le ayuda a hacerlo gracias a su danza.



P.- La obra es un encargo de la compañía Palmyra Teatro. ¿Quiénes la forman y cómo surgió el proyecto?

R.- Me propusieron que escribiera la obra para cuatro actores, dos de los cuales tienen discapacidad: Tomi Ojeda va en silla de ruedas y Christian Gordo es sordo. No quería una historia en que eso fuese lo principal y el resultado es una trabajo en el que los actores han podido explorar sus propias relaciones con el mundo y aportar, como todos, sus cualidades y sus limitaciones.



P.- ¿Qué hay que tener en cuenta cuando se escribe para actores con necesidades especiales?

R.- En el caso de Christian, saber que luego se va a traducir el texto a la lengua de signos. Dentro de eso, he podido trabajar con total libertad, hablando mucho con ellos y estando cerca para mirarles y entender ciertas realidades.



P.- ¿Qué necesidades tienen a la hora de ensayar e interpretar?

R.- En los ensayos hay que tener un intérprete como si tuvieras un actor noruego. En los dos casos la dificultad se convierte en la riqueza de poder mirar y entender al otro, por qué dificultades pasa su vida y cómo las superan buscando la normalidad. No necesitan que los ayudemos, sólo que no les pongamos la zancadilla.



P.- La obra se representará con sobretitulado para sordos y audiodescripción para ciegos. ¿Cómo funciona esta segunda herramienta?

R.- Es algo fantástico y muy difícil. Hay un locutor que cuenta, a través de auriculares, qué pasa en el escenario en los segundos vacíos entre los diálogos. Y antes de la función hay un paseo táctil para que los invidentes puedan tocar a los actores y los objetos y hacerse una idea de la puesta en escena.



P.- ¿Cómo puede ayudar el teatro a la concienciación de la sociedad con respecto a la discapacidad?

R.- Le he dado muchas vueltas en este año y medio que hemos tardado en escribir y montar la obra. Me he dado cuenta de que al escribir es fácil olvidar que existen estos problemas. Hay que trasladar al papel lo que sucede en la calle, y esto es una realidad que afecta a muchos.



P.- Después del éxito de Un dedo con un anillo de cuero, su primera novela, está escribiendo otra. ¿Cómo la lleva?

R.- Mal. Cuando escribes teatro, hablas con los actores y el director mientras escribes, pero con la novela eres un terrorista solitario construyendo una bomba en el sótano. Ahora tengo 80 páginas y no me atrevo a enseñárselas a nadie, no sé si tengo el principio de algo o si debo hacer fallas con ello.



P.- ¿Nos puede adelantar algo de la línea argumental?

R.- Vuelve a tener que ver con la novela de intriga, vuelve a suceder en un pequeño lugar -una isla en este caso- y vuelvo a jugar con situaciones cotidianas. Cito lo que le dijo Max Aub al crítico Díez-Canedo: "Escribo porque usted lee". De igual modo, que yo siga escribiendo tiene que ver con las buenas críticas de su casa, especialmente una de Lorenzo Silva y otra de Ricardo Senabre.



P.- Fue un encargo para el centenario de la Residencia de Estudiantes lo que le valió el Premio Nacional de Literatura Dramática 2011. También hizo una obra para el tricententario de la Biblioteca Nacional. Este año es el de la RAE. ¿Le han llamado ya?

R.- [Risas] No, no me han dicho nada de momento. Me encuentro cómodo con los encargos porque concretan mucho los plazos y te ves rodeado de gente que te ayuda a sobrellevar el desaliento. El proyecto de la Residencia supuso un esfuerzo tremendo en un plazo de tan sólo seis meses, pero el resultado fue bellísimo. Y con respecto a la BNE, si me llaman para barrer, voy y barro.



P.- Hace un año le pregunté si el teatro debía tener más peso en la educación. Eso fue antes de todos los recortes en educación y en cultura. Igual no merece la pena ni repetir la pregunta...

R.- La situación es muy preocupante. No podemos perder referentes, no podemos permitir que los jóvenes dejen de saber quién era Buero Vallejo. Se cumple ya mismo su centenario y parece que nos estamos reservando para entonces, porque ahora no se estrena ni una obra suya.



Ver otros Buenos Días