Diez días antes de la corrida de Nimes, me llamó un amigo y me preguntó si ya tenía hecho el guión. ¿Guión? Dependemos de un animal. Y en los toros los guiones no valen para nada, le dije yo. No fui del todo sincero. No tenía ganas de dar explicaciones. No solo tenía un guión; había escrito dos. El primero lo titulé 'La Razón Conformada'. Y en él apuntaba los motivos que ponían en duda el éxito de esta corrida. Para empezar, uno no era un torero de seis toros; seis toros son demasiados. Siempre he pensado que con dos es más que suficiente. Hablaba también del repertorio, necesario, con la muleta y sobre todo con el capote para darle variedad al primer tercio y al último de este tipo de corridas. Yo siempre me he defendido más con las suertes que veía más cercanas a mi concepto. Apuntaba también que siendo un torero con fama de que le cogen tanto los toros, con seis no podía salir muy bien parado. No llegaría al final. Y por último la suerte suprema. En una corrida así la espada debe funcionar con absoluta regularidad y eso también lo ponía muy en duda este guión. Lo mejor de la vida son sus ilusiones y sus desafíos, dijo Noah Balzac. Quizá por eso de pronto un día apareció en mi mente como un nuevo amanecer la imagen del Coliseo de Nimes radiante. Yo me veía en su ruedo, con una sensacion muy capaz, embarcando excelentes embestidas de toros bravos que traían a mi imaginación capotazos y muletazos más largos, más templados, más naturales, más íntimos. Desde ese mismo momento empecé a escribir el segundo guión, el cual titulé 'Una Ilusión en Búsqueda de la Esencia'.



Teorías para encontrar la evolución y el equilibrio necesario para desarrollar lo mejor posible este encerrona, que dirían en México, o este solo de José Tomás, como anunciaban los carteles de la Feria de la Vendimia. No quería batir ningún récord, solo quería tener más tiempo, un tiempo global, sin límite, que me permitiera sentir esa paz que había percibido en mi sueño. Un tiempo para ir extrayendo poco a poco la parte más profunda de mi sentir y en silencio del Coliseo ir reconstruyendo mi tauromaquia. Tiempo para sacar la esencia de cada toro sin tener que rellenar nada. Tiempo para mezclar, fusionar, encajar la esencia con mi esencia. Tiempo para torear.



Ese primer guión lo guardé días después de escribirlo y no lo volví a leer jamás. El segundo lo fui corrigiendo y ampliando durante todo el periodo de preparación hasta esa mañana del día 16 de septiembre. Minutos antes de vestirme de torero fui a por él y lo rompí. Ya no me servía para nada, porque cuando uno se viste de torero se viste también de presente; el pasado no cuenta y el futuro no existe, la mente se desnuda y el alma se libera para crear sin guiones, abierto a lo imprevisible. Horas más tarde la realidad superaba al sueño.



Gracias a Comunero, Voceador, Portadito, Artista, Ingrato y Navegante, que navegaron por las aguas de la bravura. A los ganaderos, que los criaron con verdadera dedicación y buen hacer. A mi cuadrilla, la de siempre y la que se incorporó este día, todos impecables. A toda la organización de la Feria y en particular a Simón Casas, por mimar la tauromaquia durante tantos años en esa magnífica plaza. A Joaquín Ramos por crear su guión con gran pasión, compartir mi día a día. Y por supuesto a todo el público que estuvo allí presente, a la gente deFrancia y a la gente que vino de otros lugares que compartieron mi sentir y torearon junto a mí y que soñaron conmigo.