Seguro que he vivido muchos veranos con momentos culturales "especiales"; pero quizá uno de los más curiosos me ocurrió en el Palacio de la Magdalena, siendo yo director de un curso de la UIMP. Durante aquella semana coincidí con los concursantes del certamen internacional que organiza la Fundación Paloma O'Shea para jóvenes pianistas. Comíamos en el mismo comedor, nos mezclábamos con ellos, incluso hacíamos alguna broma... Al atardecer, cuando el Palacio se queda más vacío y tranquilo, se me ocurrió zascandilear por los salones antiguos que no se usan para la docencia. En uno de ellos había un piano viejo; como todo pianista aficionado, no pude evitar levantar la tapa, intentando que sonara un Nocturno de Chopin que conozco bien. Lo dejé enseguida, frustrado: estaba desafinadísimo. Luego, tras la cena, me acerqué de nuevo por allí; me había parecido escuchar un preludio de Rachmaninoff, uno de los más difíciles (si es que hay alguno fácil). Bueno, ¡era el mismo piano, tocado por una jovencita rubia y angelical que conseguía que el horrible sonido de cada tecla fuese un todo armonioso y lleno de poderío! Me quedé escuchando, en silencio, tras la puerta. Y desde entonces me prometí asistir a los conciertos-concurso que pudiera; aquella chiquita rubia quedó en tercer lugar... Pero si la hubiesen escuchado en aquel horrísono piano, seguro que le habrían otorgado el premio especial del Jurado.




Manuel Toharia (Madrid, 1944) es el director científico del complejo Ciudad de las Artes y las Ciencias y del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia. Es defensor de la ciencia y no duda en declararse escéptico de modo que es habitual escucharle en los medios de comunicación, como en Radio Nacional de España (RNE) y Cadena Ser; donde colabora desde hace más de veinte años. Además, ha escrito libros divulgativos y vídeos educativos para alumnos de ESO.



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