La historia del Camino de Santiago resulta tan intensa como apasionante. A lo largo de los siglos su protagonismo ha sido creciente, pero ha sido en las últimas décadas cuando ha adquirido unas dimensiones de carácter extraordinario. En 1987 el Consejo de Europa declaró sus principales vías Primer Itinerario Cultural Europeo y, ya en los noventa, la UNESCO lo incluyó en su lista de Bienes Patrimonio de la Humanidad.
"Hubo, antaño, muchos que cayeron en la ira de Dios por haberse negado a acoger a los pobres y a los peregrinos". Así defiende la primera guía del Camino de Santiago, el Libro V del Códice Calixtino, el derecho de los caminantes a la hospitalidad. La ruta jacobea se hallaba entonces, -a mediados del siglo XII-, en plena expansión. Compostela rivalizaba, bajo el firme impulso del arzobispo Diego Gelmírez, con Roma y Jerusalén como centro de peregrinación cristiana. El período de esplendor continuó en el siglo XIII.Tras la crisis bajomedieval, las dificultades más serias llegaron con el Renacimiento y la Reforma. Las ideas de Erasmo de Rotterdam o de Lutero erosionaron el culto a las reliquias, que la bula ‘Deus Omnipotens' del Papa León XIII, ya en el siglo XIX, trató de relanzar.
Una antigua motivación
En los años 40 del siglo XX, el estudio de Vázquez de Parga, Lacarra y Uría, referencia fundamental en la historiografía especializada, constata que la peregrinación se encuentra en decadencia. Pero la vieja tradición recibió un notable empuje en los años 80 con la visita a Compostela del Papa Juan Pablo II. Además, el Consejo de Europa declaró en 1987 las principales vías del Camino de Santiago Primer Itinerario Cultural Europeo y la UNESCO lo incluyó en la lista de Bienes Patrimonio de la Humanidad en los 90. Si en 1985 Santiago registró un total de 1245 peregrinos, en el Año Santo 2010 fueron 272.703 el número de credenciales o ‘Compostelas' expedidas por la Iglesia. La Oficina del Peregrino, dependiente de la Catedral, recibió en junio de 2013 a 29.374 peregrinos. La motivación declarada por el 40 por ciento de ellos es religiosa, mientras que para un 53 por ciento es a la vez espiritual y cultural. El Xacobeo, empresa pública dependiente de la Xunta de Galicia, promueve una actividad turístico-cultural que actúa también como polo de atracción de una peregrinación cuya comprensión no se reduce, hoy, al sentido cristiano que se establece como requisito para obtener la ‘Compostela'. El sociólogo Antón Álvarez coordinó el ensayo Homo peregrinus, en el que se explica que, ya históricamente, junto a la devoción al Apóstol, las razones de carácter lúdico convivían con la motivación de personas para las que el Camino se convirtió en una forma de vida. El dramaturgo Roberto Vidal Bolaño retrató en su obra la marcada presencia en las rutas medievales de miembros de los sectores excluídos de la sociedad.
Perviven diversos modos de espiritualidad. Ahí está la popular obra del escritor Paulo Coelho sobre el Camino, llamada a la búsqueda del sentido de la vida no exenta de misticismo. Los autores de Homo peregrinus sitúan las motivaciones del peregrino actual entre la espiritualidad -de la religiosidad a la búsqueda de la reflexión o la paz...- y el turismo y el ocio -el disfrute del paisaje, de las relaciones sociales o del patrimonio artístico-. Un informe del Instituto de Estudos Turísticos de Galicia reveló que la mitad de los peregrinos alegan motivos espirituales para efectuar el recorrido, pero sólo el 38 por ciento confiesa tener una verdadera motivación religiosa.
El intercambio cultural ha sido, en los doce siglos de historia del Camino, uno de los motores de su desarrollo. Las distintas rutas -el Camino Francés, los diferentes caminos que llegaban desde el mar, los caminos que venían desde el norte y los caminos que llegaban desde el sur-, tejieron redes de difusión de ideas y flujos de comercio que favorecieron el desarrollo urbano. El culto al Apóstol impulsó, por otra parte, la arquitectura religiosa y civil y la construcción de una estructura asistencial para peregrinos. Alma y destino del Camino es la Catedral de Santiago, que conmemoró en 2011 el VIII centenario de su consagración. El origen de este templo se sitúa en la ‘inventio' del sepulcro de Santiago el Mayor en época del obispo Teodomiro, a principios del siglo IX. Los historiadores Fernando López Alsina y Ermelindo Portela han señalado que la invocación de la figura del Apóstol jugó un importante papel legitimador en la institucionalización de la monarquía astur-galaica. En este contexto, Alfonso II el Casto ordenó levantar la primera basílica en honor a Santiago. Aunque, según han aclarado Alsina y otros expertos, la ‘inventio' puede interpretarse como el final de un proceso en el cual la figura de Santiago va aproximándose desde Jerusalén hasta Hispania, relacionado con la configuración como iglesias de las comunidades cristianas occidentales, que encontraron en los cultos apostólicos un modo de equipararse a las orientales.
El segundo descubrimiento
El culto permitió también reforzar la unidad cristiana frente al Islam pese a las tensiones internas, además de marcar distancias frente a la jerarquía toledana y frente a los poderes locales gallegos que se oponían a someterse a la monarquía asturiana. En 1879 se produjo el llamado segundo descubrimiento de las reliquias del Apóstol. Los restos que el Papa León XIII declaró como auténticos fueron localizados detrás del altar de la Catedral. La tradición afirma que habían sido escondidos para protegerlos de los ataques del general Drake en el siglo XVI. Según la historiadora Ofelia Rey, la Iglesia intentaba entonces recuperar "el mito central de la tradición jacobea" como estrategia de restauración de su propia influencia social y política. Así se hizo el Camino a lo largo de su historia, hospitalario, diverso y generoso. Como lo inmortalizó el Códice Calixtino.