Esta mañana de la segunda semana de agosto, nos escondimos tras las dunas, pero no teníamos el rumor de las olas, ni se escuchaba cantar a los pájaros, ni el mar ni el viento podíamos oír. El chiringuito 24 horas seguía atronando sus bajos y bombos como terremotos puntuales con cada apertura de las válvulas cardíacas y la muchedumbre pedía, reía en un único grito. Así que, tras la cálida noche, nos hemos dejado caer en uno de los mejores discos que conocemos para dejarse caer: Chill Out de The KLF.

Para quién no sepa nada sobre The KLF podríamos presentarlo como el tercero y último de los nombres del dúo formado en 1986 por los escoceses Bill Drummond (en realidad nacido en Sudáfrica) y Jimmy Cauty. Antes de The KLF se habían hecho llamar The Justified Ancients of Mu Mu (abreviando, The JAMS) y también The Timelords. A este par de artistas y activistas músicos los unió su amor por el sabotaje situacionista de las armas pop masivas, mediante su desvío. Empezaron con una especie de hip hop de sampleo obvio, casi plunderfónico, y acabaron sumándose a la explosión del acid house y las raves tras el llamado “verano del amor” de 1988. Terminaron acuñando lo que ellos definieron como House de estadio y cosechando un éxito colosal, hasta el punto de ser el grupo del mundo que más singles vendió en 1991. En 1992, la industria británica otorgan a The KLF el BRIT a mejor grupo del año y, tras una apocalíptica actuación en la entrega de premios y en pleno apoteosis mediático, los muy punkis anuncian su retirada de la música.

La retirada coleó hasta algunos años más tarde pero eso es otra (muy interesante) historia. Nos van a perdonar que no hablemos de The KLF extensamente, así en pleno agosto. Prometemos dedicar al dúo su particular reconocimiento. De hecho, el gran post ya está en preparación (tenemos a unos cuantos simios becarios escuchando y leyendo informes y tomando notas desde hace semanas). Hay tanto que contar sobre ellos, sobre su realidad, su misterio y su leyenda, que no es fácil sintetizar y tendrá que esperar un poco. Próximamente. Pero tras la experiencia de ver amanecer con Chill Out en los auriculares, se hace inevitable escribir sobre este disco.

Chill Out fue publicado a principios de 1990 por The KLF (es el primer disco del dúo con tal sobrenombre) y consiste en una única pista continua que recorre un paisaje musical y sonoro homogéneo pero fluido y cambiante. 44’44’’como la luz del día abriéndose paso por el aire. Por alguna razón en La columna de aire lo asociamos con los imborrables cinco primeros minutos de la película Luz Silenciosa del mexicano Carlos Reygadas:

Quizá lo primero que haya que explicar es que hablamos de un disco hecho esencialmente mediante samples. Como apuntábamos hace tres párrafos, The KLF (y demás alias) hicieron toda una carrera beneficiándose de los sonidos creados por otros. Pues bien en el disco que hoy nos divierte y solaza se intercalan numerosos samples que incluyen sonidos recogidos por Keith Holzman Authentic Sound Effects Volume 2 (especialmente sonidos de trenes, coches, aviones, naturaleza y animales), varias emisoras de radio de EEUU (algunas en castellano), Gran Bretaña y la URSS, junto con trozos de canciones como In the Ghetto de Elvis, Albatross de Fleetwood Mac, On the Run de Pink Floyd, la banda sonora de Jerome Moross para el western Horizontes de grandeza, Stranger on the Shore de Acker Bilk, After the Love de Boy George (como Jesus Loves You), Eruption de Van Halen y ese Pacific State con que el proyecto de acid house 808 State acababa de popularizar la música para el bajón. Por supuesto también se samplearon a sí mismos: desde el primer corte de Chill Out aparece varias veces el canto africanizado de Hey Hey We Are Not the Monkees! (The Justified Ancients of Mu Mu, 1987). Éste será la base de su éxito del año siguiente Justified & Ancient (Stand by The JAMs) interpretado por la dama del country Tammy Wynette.

Pedazos de todas estas canciones, entran y salen en convivencia mezclándose de forma acompasada y natural junto con enfervorecidos predicadores evangelistas, pastores con ovejas o cantos armónicos de Tuvá. Todo ello mezclado con la contribución de Graham Lee de The Triffids al pedal steel y unos cuantos mantras de sintetizador planeador y algún que otro retazo de melodía propia con tendencias rave. Beats apenas unos pocos. Escuchen si no nos creen:

Chill Out es muchas cosas. Es la metáfora de un viaje imaginario a través del sur de los Estados Unidos, desde la frontera de Texas con México (Brownsville, que limita con la población mexicana de Matamoros) hasta Louisiana (al menos hasta Baton Rouge) por alguna carretera paralela a costa del Golfo. Un viaje nocturno, soñado, onírico y mágico. Pensado sobre un mapa (de papel, ¿recuerdan?) desde Gran Bretaña. Un viaje hasta las raíces del mito personal, de los Estados Unidos profundos, tierra del folklore, del blues, soul y country que tanto interesaban a estos héroes de las raves. Un viaje de "geografía-ficción", inventado, como todos los que Drummond y Cauty propusieron a través de la construcción de una mitología personal, sus películas musicales, sus títulos y símbolos.

Es también la foto de un momento. A menudo una de las formas que mejores resultados se obtienen para pensar la obra de estos escoceses es desde lo textual. La portada de Chill Out, donde no aparece nombre alguno de banda, ni título, consiste en una foto bucólica de un prado posiblemente británico con apacibles ovejas en lo que parece el comienzo de un nuevo día. Además de una (seguramente burlona) apropiación de la idea de la icónica portada de Atom Heart Mother de Pink Floyd, lo que nos cuenta esta cubierta es lo que se encuentra después del sueño. Es el paisaje que se encontraban quienes participaban en las raves ilegales campestres. Chill Out es fantasía de un lugar exótico, un ideal, es perfecto para encarar la caída de la mañana tras horas de trance de baile y alucinación de sentimientos felices. Lo que querían conseguir era precisamente música que reflejara (y que sirviera para) el nuevo día que empezaba tras la rave. Lo logran, pero también logran una sensación retrospectiva del ensueño de la noche de euforia. Como su fantasma.

 

 

Chill Out es un disco que va ganando con los años pero está pensado con inmediatez y urgencia. En ese sentido es 100% KLF. Su trabajo más imperecedero y más artístico probablemente, pero tan foto de un momento, como decimos, que además es su particular disco en directo. Y es que, según ellos han explicado, fue grabado en su propio estudio (Trancentral) y es una toma sin editar tras dos días de intentos fallidos, con dos grabadoras DAT y una grabadora de cassette. En lugar de tocar únicamente instrumentos tocaban sobre todo los samples. Si se equivocaban empezaban de nuevo.

El origen de todo posiblemente estuvo en algunas Dj-jams previas, que posiblemente incluyeron a un tercer personaje: Alex Paterson. En 1989, Jimmy Cauty, uno de los dos miembros de The KLF, formaba parte también de The Orb junto a Alex Paterson, el fundador y capitán permanente de ese raro proyecto de colaboración. Ambos pinchaban en las sesiones Land of Oz (que sucedieron a las llamadas Spectrum) del club Heaven de Londres. Allí mezclaban Kraftwerk, Brian Eno y ambient en general, música planeadora alemana y europea, dub jamaicano, bandas sonoras, rock progresivo, house tranquilo y un poco todo lo que encontraban que encajara con esa línea. Parece claro que de esas sesiones es de donde proceden de una u otra manera nuestro disco protagonista de hoy, así como dos más que se complementan casi como si fueran dos mitades de una misma cosa: el debut de The Orb A Huge Ever Growing Pulsating Brain That Rules From The Centre of the Ultraworld y Space, disco en solitario más abstracto y minimal (por momentos da un poco de  miedito) de Cauty.

Así que Chill Out tiene dos hermanos menores y no fue el único disco de su especie. Pero aparte de con esos parientes cercanos, sus conexiones con otros discos anteriores y por venir no son tan obvias como su título podría hacer pensar. El título de Chill Out no hace alusión a la consabida etiqueta musical sino que posiblemente viene de las chill out rooms (habitación para relajarse) que para 1990 ya empezaban a proliferar en clubes como Konspiracy de Manchester: salas acolchadas para recostarse, de ambiente psicodélico y música a bajas pulsaciones y tirando a ambiental, que servían como lugar de descanso y de relación en paralelo al frenesí y el estruendo de la pista de baile adjunta. Pero su género poco tiene que ver con lo que más tarde se ha generalizado con la difusa etiqueta de ese nombre, ese término paraguas que proliferará desde mediados de los 90 hasta nuestros días donde (en una especie de aberración brutal del planteamiento del concepto balearic) entran todo tipo de músicas en plan tranquilo, en muchos casos inocuas, mera decoración, atrezzo.

Chill Out de The KLF es un clásico imprescindible de la electrónica y el sampleo, que se adelanta en años y supera con mucho en miras a tal género y sus conexiones son más evidentes con los paisajes de la música concreta, con obras del plunderfónico John Oswald o con discos como My Life in the Bush of Ghosts de Eno y Byrne que con el rollito chillout. Si queremos encontrar continuadores de su sonido quizá sea mejor probar con cosas que nada tienen que ver con el término Chill Out. Cosas que tratan de cristalizar el tiempo para viajar por él y atravesar el mundo y las épocas. Por ejemplo: