Victoria Combalía. Foto: Pepe Abascal.
La comisaria y crítica de arte publica 'Dora Maar. Más allá de Picasso' (Circe Ediciones)
Pregunta.- ¿Qué es lo primero que tenemos que saber de Dora Maar que hasta ahora había pasado inadvertido?
Respuesta.- Dora ha sido durante mucho tiempo "la mujer que llora", a raíz de la serie de Picasso que la representa dramáticamente, torturada, y se descubre aquí que era una mujer emancipada, una fotógrafa profesional de valía y con vida propia, importante intelectualmente, que había sido amante de Bataille y formado parte del grupo surrealista. La primera mitad del libro es sobre su vida antes de Picasso y se descubren temas desconocidos como su relación con sus padres, que no era mala como decían y, sobre todo, su vida entre el 45, tras su ataque de locura, y el 97 cuando muere, 50 años de los que apenas se sabía nada.
P.- De hecho, el libro nos descubre una fuerte personalidad casi fagocitada por Picasso...
R.- Tras la ruptura con Picasso ella se camufla, creó una leyenda sobre ella misma y no quería ver a nadie, se aisló del mundo. Pero, en realidad, todo es más sutil sofisticado y complejo. Tras estudiar esos documentos he visto que fue un aislamiento relativo y progresivo: en los 50 aún va a fiestas de la alta sociedad y poco a poco va haciéndose cada vez más religiosa y se acerca más al psicoanálisis con Lacan.
P.- Conoce a Dora Maar en el verano de 1993 y mantiene con ella varias conversaciones: ¿qué fue lo que más le llamó la atención durante estas charlas?
R.- Tuve la extraordinaria suerte de poder hablar con ella por teléfono. Fueron conversaciones largas, de unas dos horas cada vez. Advertida sobre sus cambios de humor repentinos y que era habitual que colgase el teléfono, yo iba con muchísimo tacto. Pero no ocurrió nada de esto. Creo que se dio cuenta de que estaba interesada en ella y en sus fotos, y no en Picasso. Me pareció enormemente viva a sus 87 años, curiosa, con una brillante conversación, hablaba de todo y todo le interesaba, la teología, el arte, las exposiciones... No hablamos de política pero se le notaba muy conservadora, a pesar de haber sido de izquierdas en los años 30. Nunca criticó a Picasso, ni a gente que había conocido en los 30 como los surrealistas y hablaba de todo el mundo con cariño, de Frida Kahlo, de Jean Cocteau...
P.- Creo que le advirtieron también para que no sacase a relucir a Picasso… ¿Cómo llegó a hablar de él?
R.- Efectivamente. En realidad salió solo. Empezamos a hablar del Guernica, yo saqué el tema de aquellas fotografías que ella realizó y logré que hablásemos de él.
P.- El acceso en 2010 a los documentos de Maar suponen un nuevo acercamiento a la fotógrafa: ¿Qué le revelan?
R.- Los herederos franceses de Dora Maar han sido muy generosos y, hasta el momento, he tenido la exclusiva para acceder a su archivo: 2000 documentos entre los que se encontraban cuatro o cinco agendas, cartas, fotos, etc. Se manifestó entonces un personaje mucho más complejo: ella se consideraba a sí misma como una gran fotógrafa lo que revela una gran autoestima y sabía bien cuando contestaba a cartas de museos o críticos cómo hablar de sus fotografías. Aunque, por otro, se boicoteaba a sí misma, dando largas a los que pedían fotografías para exposiciones.
P.- ¿Alguna sorpresa?
R.- Fue fascinante abrir los documentos, leer las agendas de los años 50, descubrir cómo luchó por sobrevivir a Picasso: se levantaba a las 8, meditaba, se sometía a psicoanálisis, luchaba contra la depresión con todas sus fuerzas. Ella era más fuerte de lo que todo el mundo piensa. Hay que tener en cuenta que sobrevivió 50 años a ese abandono. Otras amantes de Picasso, como Marie-Thérèse Walter y Jacqueline, no lo superaron y ambas se suicidaron. Dora Maar fue maltratada psicológicamente por el pintor y lo superó rezando, leyendo...
P.- Picasso no queda muy bien en el libro, ¿sabe si la familia Picasso lo ha leído? ¿Reacciones?
R.- Todavía no lo han leído, pero les voy a enviar un ejemplar a los sobrinos, que siempre han sido muy amables conmigo. Creo que están acostumbrados, en ese sentido no les va a sorprender. Ha habido una idealización de Picasso como persona durante 50 años y luego lo contrario, se le empezó a ver como a un ogro. Mi libro es objetivo, Picasso aparece como un hombre simpático, fascinante y gran pintor, pero sádico y que hacia sufrir a las mujeres.
P.- Uno de los descubrimientos de su investigación es la figura del monje Jean Monleon que le acompañó durante años.
R.- Pues sí, no teníamos ni idea. Sabíamos que se había vuelto católica. Entrevisté a 70 personas y todos me hablaban de su religiosidad, pero entre todos esos documentos descubrí una veintena de cartas a un señor muy intelectual, católico tradicional y a quien debía ver con frecuencia a juzgar por las citas apuntadas en la agenda. Hay que entender que Maar fue abandonada, que Picasso se fue con Fraçoise Gilot y Dora explota en 1945: tiene un episodio de locura temporal del que se recupera pero se queda hundida y tiene que agarrarse a algo para no suicidarse. Se aferra al psicoanálisis y a la religión, trasladó su amor incondicional de Picasso a Dios. Decía que después de Picasso solo quedaba Dios.
P.- ¿Qué hubiera sido de Dora Maar de no haber conocido a Picasso?
R.- Creo que finalmente hubiera sido descubierta como fotógrafa, como Lee Miller, por ejemplo. En los últimos 10 o 12 años ha salido a la luz un elenco de fotógrafas estupendas que trabajaban en aquella época. La hubiéramos descubierto porque sus fotos de calle y las surrealistas son muy buenas, hay en ellas una mirada propia y particular. En cuanto a su biografía, todavía hay cabos sueltos, años de los que no hay documentos, del periodo surrealista. Después de 350 páginas de libro todavía se puede escribir más.