Mi interés por Steve Jobs es muy relativo, aunque no seré yo (usuario de Apple) quien niegue su relevancia en la sociedad contemporánea y el mundo que habitamos, que trasciende el ámbito puramente tecnológico, empezando por la transformación que operó en la industria musical, en la cultura del diseño y si me apuran también la cinematográfica. En todo caso, la canonización a la que se le ha sometido tras su muerte responde más a intereses comerciales que históricos o culturales. Un claro ejemplo de ello (uno más) es la irrelevante película Jobs, el biopic dirigido por Joshua Michel Stern y protagonizado por Ashton Kutcher, que se alimenta y padece prácticamente todos los clichés propios de un subgénero generalmente tan perverso como el biopic de voluntad hagiográfica.

Arranca la película con la reescenificación de la presentación del iPod en 2001, anunciado no sin razón como el dispositivo que protagoniza la transformación de la era analógica a la digital. La intención es clara: acercar la figura de Jobs a las últimas generaciones retratándole como el gran visionario de nuestra era, el hombre que fue capaz de cambiar el mundo con un dispositivo que cabe en la palma de la mano, almacenando 1.000 canciones, de manera que podamos 'tocar el corazón' de todas las personas. Jobs nos ofrece el retrato de un hombre maniático y perfeccionista, con un sueño irreemplazable en la mente y una clara determinación por materializarlo, a costa de cualquier obstáculo y asumiendo cualquier efecto colateral en su vida privada. Suena en todos los sentidos como una nueva crónica del sueño americano. Y esa es la apuesta, no en vano previsible, de la película, que prefiere poner el énfasis en el éxito empresarial de la aventura de Apple que en su influencia cultural en nuestro mundo.

Para ello, Jobs concentra su itinerario dramático en los primeros años de la carrera de Jobs, en su formación universitaria experimentando con LSD y la espiritualidad oriental y en el germen de esas visiones que han convertido a Apple en lo que es, el cuartel general desde el que se trata de poner a disposición de cualquier ciudadano el acceso a tecnología de primer orden, capaz de materializar a golpe de 'clics' cualquier idea, sueño o visión, desde el aprendizaje intuitivo y el cuidado del más mínimo detalle. En esos primeros instantes del film –cuando abandona la universidad y se encierra con Steve Wozniak (Josh Gad) y un equipo de reclutas en el garaje de su casa para desarrollar el primer software de Apple– es donde concentra su mayor interés, pero en cuanto abandona ese primer periodo, y se sumerge en los conflictos coroporativos y en los fracasos de Jobs como marido, padre y amigo, la película se ahoga en el cliché de cualquier biopioc mediocre, incapaz de levantar el vuelo hacia lugares más interesantes y menos previsibles, y sobre todo incapaz de ofrecer una lectura de su vida y su trabajo que no conozcamos ya.

Es casi una blasfemia establecer semejante comparación, pero quien busque un retrato psicológico tan complejo como el que nos ofrecieron David Fincher y Aaron Sorkin del creador de Facebook en La red social, debería buscar en otro lado. Aprenderemos más del verdadero Steve Jobs en cualquiera de las biografías que se han publicado o en los diversos documentales que se han realizado al respecto, como por ejemplo Steve Jobs: The Lost Interview (2012), de Paul Sen, que no es más que el registro de la larga entrevista que concedió Jobs en 1995, mientras estaba a cargo de NeXT, la compañía que fundó tras su salida forzada de Apple (donde regresó años después como el hijo pródigo) y en la que articuló con sorprendente clarividencia y actitud visionaria los caminos tecnológicos que emprendería el mundo en la sucesivas décadas. Resulta muy difícil admirar al hombre retratado en la pantalla por Stern y Kutchner –aunque sienta más devoción por Dylan que por los Beatles–, por mucho que su legado sea fuente de inspiración para tantas personas.

En todo caso, habrá más películas en torno a él. De hecho, el propio Aaron Sorkin está trabajando ya en el guión de una nueva biografía de Steve Jobs. Será probablemente su siguiente proyecto tras la decepcionante serie televisiva The Newsroom (que en la segunda temporada va de mal en peor), y de momento ha trascendido su intención de renunciar a una narrativa ordenada y totalizadora para estructurar la película en tres bloques de media hora en tiempo real, con la intención de reflejar los instantes previos a tres de las presentaciones de los productos Apple. Es decir, todo aquello a lo que de hecho ha renunciado Jobs.