Fernando Ónega publica Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez. Foto: Carlos Márquez

El periodista gallego publica 'Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez' (Plaza y Janés)

Fernando Ónega (Lugo, 1947) fue el creador de uno de los símbolos de la Transición. Las palabras "Puedo prometer y prometo...", pronunciadas por Adolfo Suárez en Televisión Española en los días previos a las elecciones democráticas de 1977, salió de su pluma y, según los cronistas, supuso el espaldarazo definitivo al que sería el primer presidente del gobierno de la democracia. El periodista gallego, analista político con una enorme trayectoria en medios de comunicación, fue director de prensa de la presidencia del gobierno con Adolfo Suárez y, por tanto, una voz autorizada para hablar de la Transición y de su antiguo jefe al que, según explica en el prólogo, con esta biografía ha querido hacerle un "cariño".



Pregunta.- Para usted el género de este libro no es biografía, es un "cariño"...

Respuesta.- Que no es una biografía está claro pues más que relatar su vida cuento cosas salteadas. Por ejemplo, cuando un joven Adolfo Suárez empapeló Ávila para promocionar un congreso de Acción Católica y luego se robó a sí mismo los carteles para denunciarlo al día siguiente. Así daba su primera lección de comunicación y apuntaba prematuramente a líder. En cuanto a lo de "cariño" es porque no sé si puse más corazón en el libro que documentación. No lo he podido evitar, ni he querido hacerlo, pues Suárez es una persona a la que venero.



P.- Ha dedicado más de 300 páginas a Suárez. ¿Sería capaz de hacer un ejercicio de síntesis y decir cómo era el ex-presidente en una sola frase?

R.- Lo defino como el último héroe nacional y el hombre adecuado para un momento de la historia de España. Y, para ampliar, que ha sido una persona con la osadía suficiente para destruir un régimen y construir uno nuevo y que tuvo la virtud de carecer de una convicción ideológica, lo que le hacia permeable a todas las ideologías. También tuvo una admirable capacidad de dialogo y de pacto, una de las claves de la Transición.



P.- De todo lo que llevó a cabo Suárez durante la Transición, ¿qué fue lo más osado?

R.- Aceptar la presidencia del gobierno porque el país no podía estar peor en ese momento. Después vendría la legalización del Partido Comunista aunque una de las novedades que aporta el libro es que el rey trabajó mucho, desde antes incluso de ser rey, para que se produjese este hecho, aunque Suárez fuera su ejecutor.



P.- ¿De dónde sacaba la determinación necesaria para mantener a raya al ejercito o incluso enfrentar a Tejero durante el golpe de Estado?

R.- El nunca atribuyó valor a su actuación durante el 23-F. En ese momento era la representación del estado y por ello no podía humillarse ni tirarse al suelo. Frente a los militares tenía un instinto de fortaleza pues estaba convencido de que el poder civil estaba por encima del militar. En cierto modo, el rey y Suárez se repartían los papeles. El primero tranquilizaba y aguantaba a los militares, el segundo estaba más en la arquitectura.



P.- ¿Por qué tras dirigir la Transición no tuvo una carrera política exitosa?

R.- Esa es la gran incógnita. Entiendo que no supo construir un partido. UCD fue una jaula de grillos y conspiradores y en CDS no tuvo medios económicos. Además no había un escenario ideológico claro. Suárez era progresista con tendencia de izquierda pero todo el espectro estaba ocupado por Felipe González. Además arrastraba dolencias físicas que le amargaban la vida.



P.- ¿Cómo fue la experiencia de trabajar a su lado y vivir la Transición de primera mano cuando aun no había llegado ni a los treinta años?

R.- En aquel momento era algo que vivía con absolutamente normalidad. No me parecía nada trascendente estar trabajando para el presidente del gobierno. Pasé una etapa de un año de entusiasmo laboral en la Moncloa aunque antes ya había escrito para él, digamos que como negro. Eramos Pepe Calero, Ramón Castillo y yo. Eso era todo el aparato de prensa del gobierno. Todas las mañanas me hacía unos interminables resúmenes de la actualidad. Al año sin embargo empezó a decaer el entusiasmo y volví a cruzar al otro lado de la profesión.



P.- ¿Y cómo era trabajar con Suárez?

R.- Era un seductor absoluto y el hecho de hablar con él te llenaba de entusiasmo. Me trató siempre con mucho respeto. Tenía mañanas de algún cabreo. Siempre había rumores de ruido de sables, la economía hecha unas zorros, muchas huelgas... La etapa que compartimos fue muy buena pero después fue más duro. Tenía altibajos de humor y un dolor de muelas que le afectó mucho y no fueron capaz de arreglarle. También arrastraba un gran pesar por la poca atención que pudo dedicar a su mujer y a sus hijos. Acabó atormentado políticamente por la soledad, muy cercado por la prensa, por la oposición, "puteado" por UCD... La puntilla para él fue verse distanciado del rey.



P.- ¿Qué tenía Suárez que no tengan los políticos de ahora?

R.- Básicamente la idea de que nadie tiene la razón absoluta y que la política es la suma de la aportación de mucha gente. Justo lo contrario de lo que pasa ahora con la política del partido imponiéndose a todo. El lo quería hacer las cosas con el consentimiento de todas las fuerzas políticas. Por ejemplo, los Pactos de la Moncloa serían hoy imposibles.



P.- Si Suárez no hubiese sido victima de Alzheimer, ¿qué opinaría de la situación política actual?

R.- Entiendo que sería muy critico ante el deterioro de la convivencia territorial. El hubiese hablado mucho mas con Artur Mas. Con Suárez no se hubiera deteriorado tanto la convivencia.



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