Juan David Morgan

El panameño Juan David Morgan (1942) debutó como escritor en 1992. Entre sus libros destacan Entre el Cielo y la Tierra y El Caballo de Oro.

Nací en Chiriquí, provincia de Panamá que hace frontera con Costa Rica, de padre galés y madre panameña. Siendo apenas un niño la familia se trasladó a la capital. En mi casa siempre se habló muy buen español, probablemente por influencia de mi abuelo materno, cuya mayor afición era la lectura del diccionario. Mis padres, abogado él y maestra ella, escribían versos y cuentos y, así, mi infancia transcurrió rodeado de palabras. A mediados del siglo pasado no existía en Panamá la televisión y las primeras palabras que aprendimos en otro idioma fueron voces inglesas escuchadas en el cine, donde todas las películas provenían de los Estados Unidos. Recuerdo que el juego favorito de la muchachada era el de bandidos y vaqueros y cada vez que, pistola en mano, deteníamos a un malhechor gritábamos "¡stick them up!" (¡arriba las manos!), que nosotros pronunciábamos estiquimop. La expresión desapareció hace muchos años, igual que aquellas que describían otros juegos infantiles: pix, la lleva, la lata.



Nuestro deporte favorito era el béisbol y para jugarlo utilizábamos expresiones anglosajonas: quécher, pitcher, bateador, strike, batear. Muchas de estas palabras han sobrevivido porque o se les ha encontrado nombre en español (receptor, lanzador) o han sido incluidas como extranjerismos en el DRAE. La presencia norteamericana en la Zona del Canal hizo inevitable el uso de palabras comoyankee, zonian, go home, y otras que marcaron la lucha antimperialista. A pesar de ello, y tal vez como reacción a la colonia, hasta que irrumpieron la televisión, el internet y la cibernética, en Panamá se hablaba un español poco contaminado. Hoy las cosas han cambiado y a la Academia no le ha quedado más remedio que aceptar, como una realidad insoslayable, la modernización del idioma. Términos como chateo y chatear ya han sido incorporados.



Creo que dentro de veinte años la Academia seguirá velando para que, al utilizar el nuevo idioma de los avances tecnológicos, hablemos todavía buen español. Así ocurrió cuando se inventaron el ferrocarril, el automóvil, el avión, la televisión y los vuelos espaciales. Y es que el lenguaje siempre ha sido, y será, hijo del uso.