[caption id="attachment_230" width="150"] Caratula de Lou Reed´s Berlin, de Julian Schnabel[/caption]
Ya sabemos que el cine es una de las más amplias puertas de entrada al imaginario colectivo. De algún modo, todo cinéfilo y seriófilo está en deuda con Lou Reed por algún motivo, si no lo estaba ya por su impresionante legado musical. Aunque el cantante desarrolló cierta alergia a las cámaras y no se dejara ver como actor tanto como hubiéramos deseado –uno de esos raros instantes es su participación en Tan lejos, tan cerca (1993), la secuela de Wim Wenders a El cielo sobre Berlín, donde Lou Reed hace un cameo– su música ha protagonizado varios momentos mágicos en alquimia con las imágenes de diversas películas de culto, y no son pocos los grandes cineastas que han echado mano de algún tema de la Velvet Underground o de Lou Reed en solitario.
Su última aparición fue en Lou Reed’s Berlin, concierto filmado en 2007, y que para este cronista es la mejor película de Julian Schnabel. No deja de ser una adaptación del mítico álbum que Lou Reed grabó en 1973 y que, por primera vez en 33 años, lo interpreta en directo en su conjunto. La hija del director, Lola Schnabel, realizó una serie de imágenes que se proyectan detrás de los músicos o aparecen sobreimpresionadas sobre ellos, y donde la actriz Emmanuelle Seigner pone rostro a la protagonista del tema Walk on The Wild Side. Lo mejor es el último tramo del concierto, en el que Schnabel deja de lado las escenificaciones y representaciones visuales y se limita a mostrarnos al intérprete y su banda, solos en el escenario, fabricando la magia de su música. En todo caso, Schnabel ya había echado manos con anterioridad de los acordes de su amigo Lou Reed en sus anteriores filmes: Antes que anochezca, el biopic de Reinaldo Arenas que populsó la carrera en Hollywood de Javier Bardem, y donde podemos escuchar el lamento del tema Rouge, y más tarde también en La escafandra y la mariposa (2007), donde se escucha Pale Blue Eyes.
Uno de esos momentos mágicos lo entregó David Lynch en Lost Highway, donde precisamente emplea el tema This Magic Moment para señalar el modo en que sueño y realidad se funden en las imágenes de un flechazo romántico. La secuencia es en un taller y allí Patricia Arquette baja de un Cadillac en cámara lenta mientras el mecánico Pete Dayton (Balthazar Getty) no puede quitarle la vista de encima. Este juego de seducción, como la canción de Lou Reed, representa un momento mágico que “podría durar para siempre”. Otra suerte de poesía encontramos en Trainspotting, donde Danny Boyle emplea el clásico Perfect Day para musicalizar el descenso a los infiernos de Rent Boy en su adicción a la heroína. De hecho, la canción de Lou Reed va dirigida tanto a una mujer como a una sustancia lisérgica. Otra de las grandes aportaciones en la filmografía musical de Lou Reed nos la proporcionó Gus Van Sant en Last Days (2005), la crónica de los últimos días de Kurt Corbain, en la que un avatar del líder de Nirvana, que se hace llamar Blake (Michael Pitt), vive confinado en una casa rodeada de un bosque, completamente aislado del mundo y de sus compañeros de banda. Van Sant filma a los miembros del grupo llegando a la casa tras una noche de juerga, visiblemente puestos y cansados, y Luke Hass coloca un vinilo sobre el plato del tocadiscos. Escuchamos un largo fragmento de Venus in Furs, mientras Luke canta por encima de Lou Reed, y Blake-Cobain permanece fuera de campo, en el sótano-estudio.
Más. La estética y el sonido glam ha deparado al menos dos grandes películas en los últimos años. Una es Velvet Goldmine, donde Todd Haynes considera con propiedad que Satelite of Love debe formar parte de la banda sonora. No en vano, el tema propulsaba la carrera en solitario de Lou Reed bajo la producción de David Bowie, la gran inspiración del filme. En la misma liga estética compite el maravilloso debut de John Cameron Mitchell, Hedwig and the Angry Inch (2001), que podría leerse como una escenficación de Walk on the Wild Side. Un cineasta con el que Haynes comparte generación y gustos, y sobre todo un enorme criterio musical, es Wes Anderson, quien echó mano del hermoso tema Stephanie Says en Los Tennenbaum (2001), en un momento de intimidad y emoción entre padre (Gene Hackman) e hijo.
No son pocas en verdad las comedias de culto del cine norteamericano que se han apoyado de un modo u otro en la música de Lou Reed. Por ejemplo, Adventureland, el grandioso debut de Greg Mottola (que incluía Satelite of Love), o Juno, de Jason Reitman, con el tema I’m Sticking With You, pero quizá la más memorable es ese lúcido, divertido y fundamental catálogo cinema-rock que filmó Richard Linklater en connivencia con Jack Black en Escuela de rock (2003). En tono cómico también encontramos el clásico Sweet Jane en Salidos de cuentas, de Todd Philips (tema que también se escucha en El vuelo de Robert Zemeckis, en Asesinos natos de Oliver Stone o en Cosas que perdimos en el fuego, de Susanne Bier), y otro clásico como I’m Waiting for the Man en la tercera parte de Men in Black, de Barry Sonnenfeld, así como en el musical rock Casi famosos (2000), de Cameron Crowe, y en esa rareza de la animación musical titulada American Pop (1981), de Ralph Bakshi, que recorre la música popular americana del siglo XX a través de la historia de cuatro generaciones de inmigrantes rusos y judíos en Estados Unidos.
Algunas míticas secuencias de carácter lisérgico no serían lo mismo sin la música de Lou Reed. Por ejemplo, el australiano Andrew Dominik filmó recientemente un potente colocón de heroína, en modo subjetivo, en Mátalos suavemente bajo la conjura de, cómo no, Heroine; y Rob Zombie hizo lo propio el año pasado con los temas de la Velvet Underground Venus in Furs y All Tomorrow’s Parties en The Lords of Salem. Michel Gondry en La ciencia del sueño, o James McTeguie en V de Vendetta, también integraron temas de Lou Reed en sus respectivas bandas sonoras, así como Noah Baumbach en Una historia de Brooklyn (2005). Si queremos ser exhaustivos, la lista se puede hacer interminable.
Las series de televisión también han rendido sus particulares tributos al gran creador neoyorquino. Ni más ni menos que R. W. Fassbinder empleó el tema Candy Says en su monumental miniserie Berlin Alexanderplatz (1980), basada en la celebrada novela de Alfred Döblin. De hecho, la cantante y artista conceptual Laurie Anderson, hoy viuda de Lou Reed, menciona esta serie del director alemán en su tema White Lily. Desde entonces, han sido múltiples las series televisivas que, hasta el día de hoy, han acompañado sus imágenes de extractos musicales de Lou Reed: Corrupción en Miami, Generation Kill, True Blood, Saving Grace, Bones, CSI, Fringe, etc. No faltan, por supuesto, los homenajes de Los Simpson y Beavis & Butthead. Y muchos más que llegarán.