Javier Cremades
Publica estos días 'La energía secuestrada' (Pearson), libro en el que desmonta los mitos del fundamentalismo energético
Pregunta.- ¿Cree que la energía es en estos momentos el punto débil de los países desarrollados?
Respuesta.- Más que el punto débil, creo que, como destacaba hace poco Moisés Naím en un artículo de prensa, la energía es uno de los grandes meollos geoestratégicos de las próximas décadas. En él afirma que está surgiendo un nuevo orden que está transformando el mundo. Y creo que es cierto. El cómo nos abastecemos de energía y cómo la gestionamos es, ahora mismo, un asunto vital para el desarrollo de la economía de los países. Las democracias desarrolladas van a empezar a hablar, a exigir un derecho a la energía. Ese derecho se refiere básicamente al poder de los ciudadanos para decidir qué energía usar y cómo utilizarla.
P.- ¿De dónde proceden con mayor énfasis los fundamentalismos energéticos?
R.- De numerosas fuentes. Puede decirse que todo foco ideológico puede dar lugar a esa ortodoxia o al menos a una parte de sus mitos. Detrás de los grandes debates se producen afirmaciones que terminan por asentarse en la conciencia colectiva y que no han sido cuestionadas, dando lugar a los más increíbles dogmas. Un buen ejemplo es la llamada de atención sobre los límites de las energías fósiles como el gas natural y, sobre todo, el petróleo. La alerta tiene una base objetiva, pero ningún debate sobre la cuestión debería ignorar que las empresas petrolíferas están haciendo un extraordinario esfuerzo para mejorar las tecnologías de extracción y explotación que han retrasado esa escasez, situándola en horizontes que hasta hace unos años eran impensables.
P.- Además de ese ejemplo, ¿qué mito considera el más extendido de todos los que ha planteado en el libro?
R.- El de la energía nuclear. El accidente de Fukushima ha trasladado a la opinión pública una cuestión que desde finales de los años 80 del pasado siglo había perdido gran parte de fuerza. La energía nuclear suscita -es absolutamente compresible- muchos recelos. Justo cuando parecía que recuperaba algo de crédito desde lo ocurrido en Chernóbil sucede el accidente en Japón. Lo que a veces parece ignorarse es que estos dos fatales sucesos son verdaderas excepciones. En el primero, no había una verdadera política de seguridad medianamente aceptable, tanto en la construcción como en su gestión. En cuanto al accidente de Fukushima, es un caso claro en el que, lamentablemente, irrumpe una fuerza de la naturaleza irrefrenable. La central estaba diseñada para soportar movimientos sísmicos muy intensos, pero no para hacer frente a la presión del tsunami posterior sobre el abastecimiento eléctrico. En este debate, además de la vital cuestión de seguridad, deben ponerse encima de la mesa algunos datos de suma importancia, como que el 28% de la electricidad europea proviene de centrales nucleares, sin que por eso se esté contaminando por emisión de CO2. Hechos de este tipo nos deben llevar a reflexionar sobre la bondad de este tipo de energía.
P.- ¿Existe por tanto la energía que respete el medio ambiente y que pueda ser eficiente ante las demandas de los países desarrollados?
R.- La energía nuclear es una de ellas, pero dentro de las energías limpias y eficientes considero que ocupa un lugar destacado la energía solar. Sobre todo en países que, como el nuestro, se encuentran en latitudes privilegiadas. La energía solar, como es sabido, no es contaminante, aunque en la actualidad tiene un problema que dificulta su viabilidad: su generación es aún muy cara (de ahí que para ser rentable necesite ser subvencionada). Pero ello no debe impedir que se invierta en este tipo de energía, en concreto, en la investigación que permite lograr modos de producción más eficientes y rentables. España, y en general todos los países del sur, hoy tan denostados en el contexto de la crisis financiera, tienen una buena oportunidad de cara al futuro y un enorme reto. Si finalmente obtuviéramos logros en este campo, el sur podría ser el gran proveedor de Europa de energía limpia.
P.- ¿Cómo están afrontando los países emergentes (China, India, Brasil...) sus necesidades energéticas?
R.- No hay un denominador común. Por lo general están aprovechando al máximo sus enormes recursos. Sus fuentes de energías son tan cuantiosas y su crecimiento económico genera tal demanda que hasta el momento la estrategia energética, sobre todo en términos de contención y de ahorro de emisiones, no forma parte de las agendas políticas de sus gobiernos. Recordemos además que los países emergentes, precisamente por sus enormes ritmos de producción, están ausentes de los compromisos de Kyoto, a pesar de que algunos de ellos, como China o India, están a la cabeza de los focos más contaminantes por medio de CO2.
P.- ¿Ve el llamado fracking como un ejemplo de sobreexplotación de nuestros recursos? ¿Qué opinión le merecen los sucesos de la plataforma Castor del delta del Ebro?
R.- Es imposible sustraerse a las cuestiones propias que suscita la utilización de toda forma de energía. Cada vez que alguien propone una nueva fuente de energía, todos tenemos alguna idea sobre cuál debería ser el mejor modo de uso. En ese intercambio de pareceres siempre se acaba colando algún mito o algún prejuicio. Con el fracking ha sucedido, está sucediendo, todo esto. La búsqueda de nuevas fuentes de energía puede ser muy positiva, sobre todo para un país como el nuestro, absolutamente dependiente de energías fósiles y por tanto importador nato. No es exactamente fracking, ni tampoco tiene que ver con una sobreexplotación, pero los sucesos relacionados con la plataforma Castor en el delta del Ebro han puesto de relieve lo importante que es velar por todas las posibles implicaciones de cada proyecto, teniendo en cuenta siempre el principio de precaución que el derecho europeo obliga a aplicar a todas las actividades con riesgo potencial para el medio ambiente. La precaución quiere decir básicamente que, en caso de duda, no lo hagas.
P.- Recientemente un grupo de científicos ha logrado acercarse a la fusión nuclear como fuente de energía. ¿Considera la investigación la gran alternativa a la encrucijada actual?
R.- No soy un experto en materia científica, pero es cierto que el sector de la energía invierte importantes recursos en investigación con el objetivo de lograr nuevas fuentes de energía que cumplan con los requisitos de sostenibilidad y seguridad. Una de las investigaciones más llamativas es, en efecto, la que busca la fusión nuclear, que es un proceso diferente a la fisión o ruptura del átomo, que es como actualmente disponemos de la energía nuclear. La fusión, de lograrse, permitirá una energía prácticamente inagotable, barata y absolutamente limpia. No obstante, de momento hay muchas dudas sobre su viabilidad.
P.- ¿Apostaría por métodos mixtos de producción y almacenamiento?
R.- Creo que el futuro pasa por utilizar las distintas fuentes de energía incluyendo el binomio energía nuclear de fusión hidrógeno y energía fotovoltaica y eólica. En todo caso, debemos aceptar que ninguna de las tecnologías está realmente terminada. En los próximos años necesitaremos un enorme programa de investigación para que lo estén. Es preciso investigar intensamente e invertir en ello para el desarrollo de la energía solar, de la nuclear por fusión, de los vehículos eléctricos, etc.