Carme Riera ingresa este jueves en la RAE. Foto: Santi Cogolludo

La novelista ingresa este jueves en la RAE, donde ocupará la silla 'n'

Contenta con su letra, la n, que es "una banquetita en la que sentarse cómodamente, no como la N mayúscula, que menuda incomodidad", Carme Riera ingresa esta tarde en la Real Academia Española, en un acto presidido por la princesa Letizia. Para la novelista, sexta mujer en la institución, este es un reto que asume con alegría y con nervios, porque el acto es "muy solemne y hay que estar a la altura". Ha preparado un discurso titulado Sobre un lugar parecido a la felicidad, en torno los viajeros que fueron a su isla, Mallorca. Le contestará Pere Gimferrer en nombre de la corporación. Una vez que pase el acto, ya sin nervios, volverá a la literatura, que desde ahora combinará con sus nuevas labores en la RAE: "Me gustaría trabajar en el reto de América, en todo lo que supone la expansión de nuestra cultura y nuestra lengua".



Pregunta.- ¿Le ha cogido ya cariño a la n?

Respuesta.- Me gusta mucho, es cómoda, como una banqueta, según me dijo una chica de la frutería en la que compro.



P.- Decía Muñoz Molina el otro día, antes de recoger el Príncipe de Asturias, que el discurso es el género más difícil de todos. ¿Cómo le ha resultado a usted?

R.- Tiene razón, porque tiene que ser de altura, pero entretenido y, a la vez, no banal... He trabajado mucho, he leído 35 textos distintos. Pensé primero hacerlo sobre la creación literaria y también me apasionaba el tema de las mujeres académicas, pero al final elegí un lugar parecido a la felicidad que es una isla, la mía, Mallorca. El discurso me ha tenido ocupada desde la primavera, no me he puesto con otra cosa. Le dediqué más de 14 horas diarias. Cuando vuelva de Madrid volveré escribir otras cosas.



P.- ¿En qué aspectos de Mallorca se centrará?

R.- Es un paseo por la literatura de viajes y por los viajeros que fueron allí y dejaron constancia literaria del imaginario de la isla. Hay muchos españoles que van a Mallorca entre 1837 y 1936, el abanico es muy amplio: Cabañes, Costada, Rusiñol, Pla, Unamuno, Rubén Darío, Azorín, Borges... y otros como Lawrence y Davillier, que llegaron buscando el referente de la edad de oro, el de la naturaleza idílica, una serie de elementos que todavía existen.



P.- Estuvo en el Congreso de la Lengua de Panamá, donde se plantearon los grandes retos del español. ¿Lo vivió ya como académica?

R.- Tenía todavía un pie dentro y otro fuera. Me impresionó el interés por la cultura que tiene la gente allí, la gente de la calle. Se me saltaron las lágrimas cuando Blecua leyó a un poeta panameño y toda la sala siguió con el poema. El interés por la literatura está muy vivo y tienen una ministra de Cultura muy activa. En un congreso lo fundamental es que gente participe y, en ese sentido, volví muy contenta. Por otra parte, me parece extraordinario que personas del otro continente sigan expresándose en español, es un potencial enorme el que tenemos. Es verdad lo que dice Muñoz Molina de que es la lengua de los pobres, pero es una lengua compartida que puede emplearse en muchos países.



P.- De esos retos que se plantearon, ¿cuáles hará más suyos como académica?

R.- De momento escucharé y callaré, pero más adelante me gustaría trabajar en aquello en lo que se pueda con el mismo afán con el que lo he hecho hasta ahora. Me atrae el reto de América, lo que supone la expansión de nuestra cultura, y creo que ahí puedo aportar. Los narradores tenemos importancia en la fijación de la lengua, en nuestros textos se basa el Diccionario de autoridades, y pienso que los que escribimos ficción podemos ser muy útiles en la RAE, puesto que trabajamos con palabras vivas.



P.- Es la sexta mujer en la Academia. Ya hay ganas de que la pregunta de las mujeres y la RAE deje de ser necesaria, ¿verdad?

R.- Ya no se puede decir que la academia sea machista, en todo caso lo es la sociedad, pero nuestro país está adelantando mucho, que no hace 100 años que votamos. Uno de los retos es llegar a la paridad, no porque nos la regalen, sino porque nos consideren con los mismos derechos y capacidades.

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