Una buena noticia. En mayo una serie de cineastas europeos firmó una carta remitida a la Comisión Europea (CE) para que no se incluyera el sector cinematográfico en las negociaciones de libre comercio con Estados Unidos. Hubiera significado, probablemente, su desaparición virtual. Las demandas no han caído en saco roto. La CE actualizó ayer las normas de concesión de ayudas al cine europeo y aumentó los criterios de ayuda al sector. En rueda de prensa, el vicepresidente de la CE Joaquín Almunia destacó la posibilidad de conceder ayudas más elevadas a las coproducciones y a la promoción del patrimonio cinematográfico. Actualmente, el apoyo que los socios de la Unión conceden al cine –bien en forma de subvenciones, créditos o incentivos fiscales– es de 3.000 millones de euros anuales, con Francia a la cabeza. Para evitar malentendidos, lo que se decidió ayer no fue una partida presupuestaria, sino las reglas del juego con las que cada país socio puede destinar ayudas públicas al cine. Es un marco legistaltivo. Luego, el presupuesto destinado, ya depende de cada país.
[caption id="attachment_253" width="450"] Un fotograma de 'Le Week-end'[/caption]
La noticia coincide con la celebración de dos festivales de cine europeo en España. Del SEFF de Sevilla, cuya décima edición llega mañana a su final, ya dimos cuenta la
semana pasada, pero no hay que olvidarse del
MUCES de Segovia (arrancó el miércoles), que en su octava edición va consolidándose como otro referente. Como probablemente no podía ser de otro modo, la programación de ambos festivales coindicen en varios títulos (los de Claire Denis, Paolo Sorrentino, Danis Tanovic, etc.), si bien sus apuestas por el cine español son bien distintas. En este apartado, destacan en el programa segoviano, hasta el 19 de noviembre, el filme de
Albert Serra en torno a Drácula y Casanova,
Historia de mi muerte, que ganó en Locarno, y el filme colectivo
Centro histórico / Histórias do cinema, en el que Víctor Erice regresa al cine tras otro largo periodo de ausencia, en compañía nada menos que de
Aki Kaurismäki, Manoel de Oliveira y Pedro Costa. Un póquer de maestros que contaron a El Cultural hace unos cuantos meses en qué consisten sus respectivos trabajos (pincha
aquí). Las dos películas podrán verse mañana. Un buen motivo para acercarse a Segovia.
Hay más. Por ejemplo, la película
Week-end de Roger Mitchell, para mí una de las grandes sorpresas del último cine europeo (ausente en Sevilla, compitió en San Sebastián), pues nadie podía esperar del director de
Cuatro bodas y un funeral y
Notting Hill una película tan madura y tan especial. Escrita por Hanif Kureishi, relata el viaje de aniversario de un maduro matrimonio británico a París, interpretado por Jim Broadbent y Lindsay Duncan. Es
un filme delicioso y extraordinariamente lúcido, cuyas diversas capas de lectura llevan tanta carga de dulzura y amabilidad como de cinismo y desencanto, y que propone una mirada escéptica al espíritu de los nuevos cines de los años sesenta y de las ideas revolucionarias que alimentaron, hoy prácticamente devoradas por la sociedad de consumo. La película llegará a salas comerciales españolas en unas semanas, pero de momento puede verse en Segovia.
En este mes de certámenes, no debemos olvidar tampoco otra cita importante: el
Festival Internacional de Cine de Gijón, cuya 51 edición arranca hoy su andadura. En sus salas, el cine europeo también tendrá un gran protagonismo, pues concentra el grueso de la sección oficial, con especial atención a filmes procedentes de Francia –como la nueva de
Patrice Leconte,
Une promesse, o
Le passé, el último trabajo de
Asghar Farhadi, el director de
Nader y Simin, una separacíon– y de Polonia. Dedica además un ciclo a las
nuevas voces femeninas del cine europeo –qué buenas son las películas de
Valeria Bruni-Tedeshci (
Un chateau en Italie) y
Rebecca Zlotowski (
Grand Central) programadas–, y otro al gran animador galo
Jean–François Laguionie. Celebremos, por tanto, la salud del cine europeo.