John Fitzgerald Kennedy. Discursos (1960-1963)
¿Fue John F. Kennedy, como afirma Hobsbawm en su Historia del siglo XX (p. 246), "el presidente más sobrevalorado" del siglo pasado? ¿Fue víctima de un lunático solitario, como concluyó la Comisión Warren, o de una conspiración, como insinuaron los investigadores de la Cámara de Representantes en los 70, sospecha compartida, entre otros, por su sucesor, el presidente Lyndon B. Johnson (LBJ)? En el agregado de las 17 encuestas de valoración más importantes de presidentes estadounidenses, John F. Kennedy ocupa el undécimo lugar, pero en algunas de ellas (Gallup 2000, por ejemplo) logra la primera posición.
En su perfil de JFK, editado por Tecnos, Salvador Rus Rufino evita los inagotables debates sobre rankings y conspiraciones para concentrarse en la vida, la obra y los discursos del trigésimo quinto presidente de los EE.UU., el primero nacido en el siglo XX y el primer -y, por ahora, único- católico. La obra consta de dos partes, un ensayo biográfico de 42 páginas y 22 discursos pronunciados por JFK entre el 15 de julio de 1960, aceptando su nombramiento como candidato demócrata a la presidencia, y el 22 de noviembre de 1963, uno de los dos que no llegó a pronunciar en Texas el día que fue asesinado: una síntesis de sus 1.032 días en la Casa Blanca con la que pretendía lanzar, con casi un año de anticipación, su campaña de reelección de 1964.
El texto se completa con 39 imágenes de los momentos más significativos de la vida de Kennedy, una breve cronología que facilita la comprensión del conjunto, una presentación del Ministro de Educación, José Ignacio Wert, y un prólogo de Antonio Garrigues Walker. Wert adelanta ya en su primer párrafo una de las claves esenciales que distinguen a JFK de la mayor parte de los políticos. "Si 50 años después de su muerte seguimos hablando de él, es porque estamos ante la persistente huella de un estilo y la duradera añoranza de lo que no llegó a ser", escribe.
Esa resistencia al olvido se debe, en gran parte, a la conjunción de ingredientes extraordinarios, muy difíciles de encontrar en otros presidentes: la peripecia familiar, la ambición de poder heredada, las tragedias que se interpusieron en el camino y lo cortaron en la cumbre, la ruptura generacional, el contexto internacional y, Last but not Least, la televisión, que cambió en aquellos años la relación entre políticos y ciudadanos, y revolucionó la comunicación política y las campañas electorales.
La presidencia de JFK sólo duró 1032 días, pero, como señala Rus, "sirvieron para justificar una vida, cambiar el estilo de hacer política y situar a los EE.UU. en el liderazgo mundial". (p.27). Elogioso sin caer en la adulación baboseante de tantas biografías y apoyado en 72 citas, entre las que están los principales estudios sobre JFK, Rus recorre en su introducción los sueños, aspiraciones, temores y obras de una vida marcada por un ambiente familiar y una formación muy exigentes, un naufragio en la guerra que le limitó físicamente, éxitos periodísticos, dos interesantes libros, 6 años en la Cámara de Representantes, un matrimonio ideal e idealizado, 8 años en el Senado y los 4 últimos volcado en las presidenciales de 1960.
Fuera quedan -puede ser el principal vacío- el carácter endogámico, mujeriego y bipolar del presidente, capaz de volar la misma noche a las colinas más altas de la justicia, la libertad, la paz, la integridad, el valor y el sacrificio, y acabar perdido en las pistas más oscuras del camorreo y el ajuste de cuentas.
Los discursos seleccionados son inmersiones fascinantes en el pensamiento y en la acción de JFK y del brillante equipo de asesores y redactores del que se rodeó. La Nueva Frontera, la separación Iglesia-Estado, los derechos civiles y el desafío espacial sobresalen ya en los dos primeros. "No soy el candidato católico del Partido Demócrata, soy el candidato del Partido Demócrata que resulta que también es católico".
En sus primeras palabras como presidente encontramos ya, con mayor o menor nitidez, las estrellas que alumbran toda su presidencia: una nueva forma de hacer política y, sobre todo, de contarla; mano tendida a la URSS para poner fin a la Guerra Fría; conciencia de un mundo global amenazado por la tecnología militar y la desigualdad económica; el riesgo de un holocausto nuclear si no se dan pasos firmes hacia el control y la no proliferación; los límites de la fuerza para hacer frente a los nuevos desafíos; la importancia de la cooperación, del derecho y de las organizaciones internacionales...
"La técnica que utilizó en sus discursos para persuadir al auditorio está muy ensayada y depurada", escribe el autor al final de su ensayo. "Kennedy fue un maestro, quizá sin saberlo (p. 60).