ilustración de Carme Solé Vendrell para el álbum Magenta, la pequeña hada, escrito por Jaume Escala

Han sido reconocidos en 2013 con los dos grandes premios del sector. A César Mallorquí le han concedido el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil y el Nacional de Ilustración ha recaído en Carme Solé Vendrell. Son los dos mejores creadores actuales en el ámbito de la Pequeña Ficción en español y El Cultural ha conversado con ellos para pulsar la actualidad de un sector en ebullición.

Un amigo de Carme Solé Vendrell (Barcelona, 1944) que trabajaba en Amnistía Internacional viajó en una ocasión a la Amazonía. Allí, en una aldea perdida en la espesura de la selva, en el corazón de las tinieblas, conoció a una niña que quiso enseñarle su más preciado tesoro. Se trataba de un libro infantil ilustrado por Solé. "Aquello dio sentido a mi trabajo".



Carme Solé lleva toda la vida alimentando con sus ilustraciones la imaginación de los más pequeños. Ha puesto su arte al servicio de un centenar de álbumes, novelas y libros de texto. Ya en 1979 obtuvo el Premio Nacional de Ilustración por El niño que quería volar y en 2013 ha vuelto a reconocerla, esta vez por toda su carrera. El otro gran reconocimiento del género, el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil ha ido a manos del escritor César Mallorquí (Barcelona, 1953), otro de los grandes veteranos de la Pequeña Literatura, con una veintena de libros a sus espaldas, en su caso por su novela La isla de Bowen (Edebé). Algo que, explica, no deja de sorprenderle, por tratarse de "una locura personal; la recreación de un género que hoy ya no existe: la aventura clásica al estilo de Verne, Wells o Doyle".



Eclosión y crisis

La Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) vive un momento contradictorio. La eclosión de nuevos sellos y el interés de los grandes por dedicarle una parte de su producción editorial no la ha protegido de la crisis. Según datos del último anuario con el que cada año (aunque a partir de ahora será cada dos) SM traza la panorámica del sector, las caídas son notables. La últimas cifras, de 2012, muestran un descenso del 11% en el número de ejemplares vendidos y proyecciones similares para 2013. La LIJ supone el 14'8% del total del mercado editorial. Quizás lo más destacable sea el incremento de la lectura digital: la mitad de los lectores menores de 14 años lee en soportes electrónicos, del PC al reader. ¿Y las temáticas? Parece que la pujanza de lo fantástico remite y que el realismo recupera lustre como muestra el éxito de obras como Las ventajas de ser un marginado (Alfaguara), de Stephen Chbosky o Un beso en París (Plataforma), de Stephanie Perkins.



Mallorquí ha probado los dos géneros: "Es cierto que muchas de mis obras son realistas e históricas, pero más de la mitad de mi bibliografía pertenece al género fantástico, aunque no al fantástico de moda. Las modas temáticas del género me interesan muy poco; y lo poco que me interesan es para no seguirlas. Seguir la moda es hacer oposiciones a quedarte prematuramente anticuado. Durante los 80 y principios de los 90 estuvo de moda el realismo. Luego, bajo el influjo de El señor de los anillos y Harry Potter, se impuso el fantástico, y ahora la ciencia ficción distópica. Los temas van y vienen, según el zeitgeist del momento. Pero eso ocurre también con la literatura general; por ejemplo las novelas conspiranoicas al estilo Dan Brown, o el sado-maso para mamás".



A Solé le preocupa que tras las modas lo que subyace es un fatal golpe de estado en el sector, la sustitución de los editores por los comerciales: "Con el boom de los 80, los editores empezaron a publicar temas más comerciales y a dejarse llevar por las modas. Los comerciales empezaron a mandar por encima del editor. Así, dejan de publicarse historias que valen la pena, que innoven y digan cosas nuevas. El papel del editor se pierde poco a poco, ya no es el que marca la pauta. Hoy ese gran editor a la antigua resiste en las pequeñas editoriales".



Los niños leen más y mejor

Mallorquí y Solé coinciden en un curioso dato que año a año corroboran las estadísticas: niños y jóvenes leen más que los adultos. No sólo más, Mallorquí asegura que además leen "mejor". "Poseen una mente dúctil y la inocencia necesaria para leer como se debe leer: con absoluta entrega". De la entrega lectora de los más pequeños sabe bien Solé. No en vano, en su larga trayectoria profesional ha ilustrado todo tipo de historias para varias generaciones. "Me he encontrado con lectores ya de 30 años, por ejemplo, que me leyeron de niños, y cuando se han dado cuenta de que era la persona que había ilustrado aquel libro que les cautivó en la infancia, se emocionan. La relación emocional que trabas con la Literatura no tiene parangón. Hay pocas cosas comparables a la impresión que provoca descubrir un buen libro de pequeño".



Narrador e ilustradora también coinciden en señalar lo difuso de las fronteras de un género aparentemente bien delimitado por la edad. Carme Solé recuerda que "antaño los cuentos eran para todo el mundo, algo que se debería reivindicar hoy porque un buen libro para niños debe gustar también a los adultos". César Mallorquí, por su parte, afirma que escribe sin distinguir "entre mis novelas juveniles y las generalistas. De hecho, una novela juvenil para ser buena debe gustarle a todo el mundo. Por ejemplo, cuando acabé La isla de Bowen no sabía si la iba a publicar en una editorial generalista o juvenil. Lo decidí más tarde, así que el público al que estaba destinada, adultos o jóvenes, no influyó en el texto. A decir verdad, la novela funciona mejor con los adultos nostálgicos. La literatura juvenil es una ficción editorial".



Competencia desleal

Y sin embargo, la voracidad lectora de niños y jóvenes sufre en los últimos tiempos una durísima competencia desleal. Casi invita a la nostalgia recordar campañas de tiempos pretéritos que invitaban a los chavales a apagar la tele y leer. Hoy los hijos de aquellos chavales ven menos tele que sus padres pero los estímulos y distracciones se han multiplicado: videojuegos, internet, redes sociales...



Mallorquí rebaja temores: "Cuando era joven disponía de la televisión, el cine y la radio, de los juegos de mesa, de los billares, de las boleras, del teléfono y de la calle, que hoy es inhóspita, pero entonces estaba llena de posibilidades de diversión. Y aun así, tenía tiempo para leer, porque lo buscaba. Ni Facebook, ni Twitter, ni Super Mario pueden sustituir a un libro. Ahora bien, soy consciente de que los jóvenes tienen ahora una inmensa oferta de entretenimiento. Por eso, creo que mi misión como escritor de juvenil consiste en ser lo más divertido y adictivo posible, en demostrar a los jóvenes que la literatura puede ser tan estimulante o más que sus alternativas. Y, atención, divertido no es lo contrario de serio, sino de aburrido".



Solé, por el contrario, es más pesimista: "La lectura es un acto de voluntad y de deseo, pura intimidad, y, cuando enfrenta tan constantes estímulos, pienso que es más difícil ser feliz. Esa felicidad que da el sosiego de leer un buen libro en la cama, cuando se abre un espacio de intimidad que no se logra con nada más. No debemos estafar a los niños con la tecnología, pese a todo lo positivo. Pero el ser humano no cambia, necesita un espacio íntimo que el libro le da. Cuando en una casa hay libros, los niños van a leer. Si han leído con sus padres, con sus hermanos, seguirán leyendo".



¿Leen menos los nativos digitales? Parece que no. Los últimos datos disponibles de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) informan de que el 82,9% de los lectores menores de 14 leen tanto por estudios como en su tiempo libre una media de 8,2 libros al año. Y a la mayoría, el 89'1%, sus padres les leen habitualmente.



Fomento de la lectura

Pero leer no es suficiente, los libros cuestan dinero y el apoyo decidido de los poderes públicos al fomento de la lectura, cuyo espejo es la política educativa o la red de bibliotecas, resulta clave. Mallorquí apuesta por lo primero: "Hay que potenciar la educación pública. Si la mejoras, aumentas el nivel cultural y automáticamente incrementas el consumo de literatura. Prueba de ello es que los países con mejores y más igualitarios sistemas educativos son los países que ofrecen índices de lectura más altos". Cuando a Solé le preguntamos por la política actual de fomento a la lectura responde: "¿Política? ¿Quieres decir que hay alguna? En los 80, al principio de la democracia, hubo mucho movimiento. Profesionales de todos los sectores sentaron unas bases muy buenas que hoy apenas se mantienen. El fomento de la lectura debería incidir en el placer y la calidad. Los libros tienen que divertir pero también ser literariamente ricos".



La última piedra en el zapato del sector es la piratería que se coló en el tránsito digital. "Dicen que la mejor forma de cuidar la cultura es compartirla, y es cierto: eso se hace en la educación o en las bibliotecas públicas, pero no apropiándote de derechos ajenos. La mejor forma de cuidar la cultura es tratando con justicia y respeto a quienes la crean" (Mallorquí).



Es verdad que los álbumes para los más pequeños son objetos preciosos por sí mismos que pierden su sentido en ebook. Pero hay otra piratería no tan evidente como la descarga digital. Solé Vendrell se encontró un día con que una compañía de seguros había utilizado -sin permiso- una imagen de su libro Magenta para imprimir cuatro millones de carteles y folletos. "Los denuncié, los llevé a juicio y fueron condenados pero el juez dictó que habían actuado sin ánimo de lucro. Y no era una ONG que yo sepa. Los creadores estamos indefensos".

Pequeñas tendencias del 13

Las tendencias editoriales la Literatura Infantil y Juvenil de años anteriores han encontrado eco también en 2013. El álbum ilustrado vuelve a ser el género estrella donde brilla con luz propia el gran trabajo de una fantástica generación de ilustradores. De hecho, el éxito del libro ilustrado más adulto, estilo Nórdica, sirve de bastión ante el asedio digital. Además se extiende el rescate de textos clásicos con nuevos aires (O Henry, Wilde, Dostoievski...), los libros de conocimiento y las lecturas compartidas, apuestas seguras para el pequeño lector. El título más destacable tal vez sea La isla de Bowen de César Mallorquí, una aventura sobre islas misteriosas, asesinatos y manuscritos medievales. Otros veteranos como Serra i Fabra, Care Santos o Laura Gallego en el Fantasy mantienen sus entregas juveniles periódicas. Precisamente en el género fantástico hay que destacar tambien la segunda entrega de la ambiciosa Anima mundi que acaba de publicar Elia Barceló. Y el cómic va haciendo su lugar como demuestran Ana y Froga (Blackie Books) y Pablo Pájaro (Thule). C. Frías