Álvaro Enrigue, Premio Herralde de Novela por Muerte Súbita.

El escritor presenta esta tarde Muerte súbita (Anagrama), Premio Herralde de Novela, en el Instituto de México en Madrid

Álvaro Enrigue (México, 1969) ha abandonado por unos días Nueva York, ciudad en la que reside, para presentar en nuestro país Muerte súbita (Anagrama), último Premio Herralde de Novela. La obra es un apasionado fresco de principios del siglo XVI, una época convulsa por la que deambularon algunos de los hombres más brillantes de la historia, y también algunos de los más mezquinos. El escritor imagina un enfrentamiento entre un joven artista lombardo llamado Caravaggio y un poeta español conocido como Quevedo. Pero en esta ocasión el honor no depende del filo de una espada sino de la destreza con la raqueta de tenis. Por las páginas de la novela, que también aborda la Contrarreforma o la colonización de América, aparecen otros protagonistas de este tiempo como Ana Bolena, Cuauhtémoc, Pio IV o Hernán Cortés. En palabras del jurado del Premio Herralde "un libro realmente majestuoso, de enorme ambición y gran calidad literaria".



Pregunta.- ¿Cuál fue la chispa que generó esta novela?

Respuesta.- Siempre es un misterio de donde viene una novela. Al igual que la energía para escribirla, para levantar un mundo aparatoso que no existía antes. Realmente la chispa se produjo en Madrid. En una visita al Museo Thyssen vi los Caravaggio de la colección y me interesaron muchísimo. Ya conocía a Caravaggio pero aquí percibí la densidad y el peso de su obra. Entonces recordé que había leído que era un asesino y me pareció que había que escribir sobre él. Más tarde descubrí que también había sido tenista y entonces ya fue inevitable ponerme a ello.



P.- ¿Cuáles eran los principales retos de esta época convulsa que les tocó vivir a Caravaggio y Quevedo?

R.- Muy parecidos a nuestros retos por eso creo que fluyó tan bien para mi la novela, no sé si también para el lector. Comenzaba a ser un mundo globalizado. Las Filipinas estaban por integrarse a México y, de esta manera, abrían un canal real con China que ampliaba las dimensiones enloquecidas del mundo español y, a la vez, dejaba la puerta abierta para que el mundo fuera definitivamente redondo. En nuestra época Internet ha hecho también el mundo más pequeño. Por otro lado, en aquella Roma la vida humana no valía nada como sucede ahora en México. No creo que sea casualidad que un mexicano escriba tres o cuatro capítulos sobre decapitaciones. Los valores renacentistas habían dejando de funcionar y eran sustituidos por un capitalismo rampante como el de ahora. En definitiva era un clima muy parecido por lo que ha sido fácil trasladar la rabia que sentimos hoy en día.



P.- ¿En el partido de tenis, además de dos estilos de manejar la raqueta, se podría decir que se enfrentan dos formas de entender el mundo?

R.- Quevedo era un hombre del imperio, muy conservador. Ya he dicho esto en otras ocasiones (y ha generado algún comentario en las redes) pero Quevedo era antisemita y homófobo, como la mayoría en aquella época. Sin ir más lejos su poema más famoso es antisemita: "Erase un hombre a una nariz pegado...". Era un gran defensor del imperio desde valores católicos mal entendidos. Caravaggio era abiertamente homosexual, hijo de un cantero y celebridad máxima de su ciudad. No tenía una pizca de nobleza y venía del azote de la peste en Milán. Quevedo, sin embargo, venía de tierra fértil, e hizo lo mejor que podía como la lírica filosófica, El Buscón... No le quitaría nada. Pero Caravaggio venía de lo desconocido. Lo que no era Roma o España no existía en ese momento, no tenía importancia.



P.- Aunque a muchos les pueda parecer anacrónico, el tenis ya se practicaba en el siglo XV. ¿Era muy distinto del deporte que conocemos en la actualidad?

R.- Era algo intermedio entra el frontón y la lucha libre. Había una red, se jugaba en pares con raquetas, las pelotas eran bastantes parecidas a las contemporáneas aunque de pelo humano. Había portería y se defendía y atacaba por turnos. La pelota, por ejemplo, tenía que rebotar en un tejado en el saque...



P.- ¿En qué medida le servía el tenis para retratar otros asuntos de la época?

R.- Hay que tener en cuenta que era el momento del surgimiento del barroco y de la implantación del soneto como vehículo máximo de la cultura. La cancha de tenis es parecida a soneto: un espacio regulado. Durante el partido se va vertiendo toda la historia del mundo en la pista: el escapulario de Hernán Cortés, se utilizan pelotas fabricadas con el pelo de Ana Bolena...



P.- La novela también se adentra en los pormenores de la colonización de América. ¿Cuál es su opinión de este proceso?

R.- Está un poco en la novela. Un proceso brutal hecho no por estadistas sino por individuos que querían ser millonarios. Pero hay cierta ejemplaridad como en el caso de Vázquez de Quiroga que, precisamente en estos días, puede ser de una vez por todas canonizado por el Papa Francisco. El imperio era tremendamente autocrítico. Todos conocen el ejemplo de Bartolome de las Casas que fue capaz de convencer al rey de que lo estaban haciendo mal en contraposición a la opinión del resto de la corte. Y el rey lo reconoce. La mejor representación desde mi punto de vista es Fray Juan de Zumarraga que quemaba indios como pimientos pero que a la vez influyó mucho en la transmisión de la cultura. De ahí se desarrolló un humanismo en México que ahora está en clara crisis.



P.- La visión de la iglesia en la novela es bastante descarnada.

R.- Y las cosas no han cambiado nada. Ahora por lo menos hay un Papa que no es ultraconservador, algo que no ocurría desde Pablo VI. Juan Pablo II y Benedicto eran radicales de derechas.



P.- ¿Qué supuso para usted conseguir el Premio Herralde?

R.- Acercar a un tipo de lectores que no tienes. Yo realmente estoy un poco asutado: por la cantidad de críticas, por lo que se vende en México, por las fronteras que te abre... Por medios como Twitter, que es la única red social en la que estoy, veo que la gente lo esta leyendo, algo que no me había pasado antes.



P.- ¿Qué futuro le espera al mundo del libro?

R.- Yo resido en Nueva York, en el contexto de una ciudad muy culta con un gran apego a la cultura del espectáculo... Pero, desde hace unos años uno podría decir que las librerías se están extinguiendo. Quedan muy pocas, antes podías pasar una semana de librerías sin parar. Si entendemos Nueva York como referencia se podría decir que el mundo del libro se está jodiendo. Pero no soy apocalíptico. Estamos asustados porque se está modificando la lectura y el consumo.



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