José Carlos Plaza. Foto: Antonio M. Xoubanova
El director estrena hoy en el Teatro Español Hécuba, la obra de Eurípides que protagoniza Concha Velasco
Pregunta.- ¿Cómo espera que sea el recibimiento de Hécuba en Madrid?
Respuesta.- En los parámetros en los que se mueve la actual sociedad ya no me atrevo a esperar nada. Este es un trabajo profundamente honrado y muy riguroso que huye de lo falaz y de la mentira y que habla de lo que es justo y legal, del sentido profundo del Justicia. En fin, un tanto a contracorriente.
P.- ¿Qué recuerdo guarda de su estreno en Mérida?
R.- Como el de un hermoso sueño. La pasión, la inteligencia y la entrega de un público extraordinario, rendido, sobre todo, ante una de sus señas de identidad: Concha Velasco.
P.- ¿Qué ha sido lo mejor del trabajar con ella?
R.- Su profundidad, su inteligencia, su técnica y su honestidad. Ella tiene una entrega y una enorme humildad frente al trabajo como sólo los seres grandes son capaces de tener.
P.- Juan Pedro Carrión, Juan Egea... parece que ha recurrido a actores de confianza.
R.- Después de tantos años mi deseo es trabajar sólo con profesionales... y hay muy pocos, muy pocos. El teatro para mí es una profesión dificilísima, de modo que siempre que ellos me lo permitan les pediré que trabajen conmigo.
P.- ¿Qué significado tiene para usted el "aullido" de Hécuba aquí y ahora?
R.- Pues es el mío, es nuestro aullido, el de la gente que vive en este país. Cuando alguien vapuleado, engañado y desposeído no puede razonar más, ni pedir más, ni suplicar más, ni gemir más, el dolor se convierte en aullido y el alma buena del hombre se animaliza.
P.- ¿Pueden clásicos como Eurípides romper aún convenciones?
R.- Si no lo hicieran dejarían de ser clásicos. El conocimiento griego sobre el hombre aún no se ha superado y salta sobre falsedades y cegueras que los poderes se empecinan en poner ante los ojos de un pueblo... El pensamiento griego sigue haciendo pensar al hombre sobre su interior y pone su mirada en lo que le rodea. Eso hoy día es hasta revolucionario.
P.- ¿De qué forma pueden levantar estos clásicos una sociedad en crisis?
R.- Para levantar una sociedad en crisis hay que reconocer y revelar lo que la ha provocado realmente, no echar la culpa a los demás. Después es necesario valor para enfrentarse a ese mal sin ambages y destruirlo. Valor, conocimiento y sinceridad son valores que ya estaban en Eurípides.
P.- ¿Qué aspecto de la obra considera que tiene mayor actualidad?
R.- Todo lo que atañe al comportamiento humano. Por ejemplo, la mendacidad de Ulises. Para él todo vale con tal de hacer prevalecer sus valores. La indefensión de Polixena o la confusión de las mujeres troyanas a la espera de no se sabe qué horrible final, aunque considero que lo más actual, lo mas identificable es la avidez corrupta de Poliméstor pasando por encima cadáveres para conseguir dinero y poder. Sería interminable, desgraciadamente, enumerar las enormes coincidencias que nos igualan a la situación descrita por Eurípides... pero por encima de todo la enorme lucidez de una mujer que es capaz de llegar a lo más abyecto del ser humano, reconocerlo y admitir que su acción, comprensible pero nunca justificable, la arrastrará hasta el final de su vida.
P.- ¿Tiene cinco calificativos para esta Hécuba?
R.- Lúcida, capaz, honesta, brutal, Madre-tierra.
P.- ¿Hay muchas diferencias de este montaje con respecto al que vimos en Mérida?
R.- No, ya que la obra se pensó así desde un principio para toda España. Está basada para distintos tamaños de la escena. En lo esencial es el mismo.
P.- ¿Cómo fue la colaboración con Juan Mayorga? ¿Qué puso él y qué usted en la versión final?
R.- Juan y yo es la segunda vez que trabajamos juntos... Recuerdo el trabajo a fondo con su versión del texto original. Y, bueno, es tan generoso... Otro grande que permite que yo le haga ciertas sugerencias que ayudaron a llevar a cabo mi concepto del montaje. Muy fácil.
P.- ¿Cree que se trata bien a los clásicos?
R.- Creo que se hacen muy poco y a veces, como todo el resto del teatro, muy superficialmente, con demasiadas ocurrencias banales y poco contenido, otras veces de una manera extraordinaria. De los grandes montajes de textos clásicos que he visto -dentro y fuera-, los mejores han sido creados aquí.
José Carlos Plaza nos deja con un pie en el estribo para seguir creando. Tras contemplar su Hécuba bien situada en el epicentro madrileño se irá a Portugal y Perú con su versión de El gato montés, de Manuel Penella. También seguirá con El auténtico Oeste, de Sam Shepard, que pudo verse en el vestíbulo del Lara, y mira de reojo para la próxima temporada el montaje de Olivia y Eugenio, de Herbert Morote.