Un correo electrónico que procede de un amigo que ha muerto es suficiente para que desencadene una serie de acontecimientos desconcertantes. Así es como comienza la última novela de Rafael Balanzá (Alicante, 1969), Recado de un muerto. Su protagonista, Pablo, es un traficante y delincuente bastante inseguro de sí mismo con inquietudes científicas pero todo le empieza a fallar. Balanzá, ganador del Premio Café Gijón en 2009 por Los asesinos lentos, vuelve con un thriller en el que el protagonista se convierte en detective. A pesar de que al escritor no le gustan demasiado las etiquetas y no quiere encasillarse en la novela de género, comenta que "la cárcel del thriller es la menos mala".
Pregunta.- ¿Cómo surge la idea de esta historia? Respuesta.- Esta idea es fruto de un compromiso entre lo que quiero hacer y lo que puedo hacer, me refiero a las circunstancias en las que nos encontramos. Me gusta el thriller pero no quiero ser etiquetado exclusivamente como autor de thriller. Estoy satisfecho, he escrito de una manera grata y con optimismo, además, creo que es mi obra más redonda, la que tiene más estructura de novela negra. Al final, se trata de averiguar quién es el asesino pero sin un detective al uso. P.- Comenta que todos sus personajes son fatalistas. ¿Por qué escoge este tipo de personajes, ejemplos a no seguir, como protagonistas? R.- Estos personajes son reflejos de mi propia persona. Yo me hice escritor quijotescamente para intentar cambiar el mundo y ahora el mundo quiere vengarse cambiándome a mí como escritor. Con la ayuda de Kafka y el Espíritu Santo espero ganar yo. Pero es una lucha agotadora. El protagonista de Recado de un muerto está en una situación análoga a la mía; es un pequeño delincuente de poca monta, tiene algo de mí, pero no soy yo (yo no trafico con drogas, ríe). Espero por mis santos patrones para ganar y no me cabe duda de que así será. Me califican como escritor de thriller y es cárcel es la mejor de todas, porque a través del género negro puedes hablar de todo lo que te preocupa. No solo es producto de mercado porque sino en lugar de darle una muerte lenta lo haría de manera rápida, quemarlo, el Reina Sofía, todo (ironiza). Y pongamos nuestra vida en manos de los ordenadores. Creo que aún hay esperanza pero si seguimos así, nos cargamos la cultura. P.- En la primera página dice que los políticos son quienes más drogas consumen. Es una dura crítica. R.-Esto es lo que hemos vivido. Creo que me pasa como a Chirbes, por ejemplo, que cuando escribimos contamos lo que hemos vivido. Habrá quien diga que es socorrido y tópico pero es que es la verdad. Tener un cargo político suponía entrar en un carrusel de luz y droga, sobre todo de cocaína. Y eso de irse a otro pueblo para que no les vean es completamente cierto, lo hemos visto. Lo de ahora es una sociedad caótica. P.- El protagonista, Pablo, es un chaval bastante inseguro de sí mismo. Algo un poco paradójico cuando pensamos en un 'delincuente', ¿no? R.- Totalmente. Este es Pablo, es el personaje y la palabra 'paradoja' es la más adecuada. Es un chico que se arrastra al nivel más bajo de los ambientes de la noche, de la droga, de los poligoneros y, al mismo tiempo, es un panorama agónico. Le interesa la ciencia, mira a las estrellas pero esta lo decepciona también. Hay un carga de profundidad entre la relación con la literatura de autoayuda basada en premisas científicas. De todos modos, la mejor literatura de autoayuda la escribieron personas como Santa Teresa o Cicerón pero son difíciles de entender para los tontos, lo cual, a su vez, hace que no se desvirtúen esos libros. A Pablo le va fallando todo y el detonante es que le dicen que no tiene carácter y él quiere demostrar que no es así. P.- No es una novela negra al uso. R.- No, Pablo es el detective de la historia. Me salen estos thrillers que no son de fórmula, ya tenemos bastantes novelas que parecen los anuncios navideños de Nescafé, pero le gusta a la gente. Yo me quiero diferenciar. Siempre pongo de ejemplo a Hitchcock y a los hermanos Coen que están a caballo entre lo popular y el cine de autor. Ya desde Lope de Vega se viene criticando que no se ceñía a la medida y estructura aristotélica. P.- Y siempre subyace la historia familiar y de amor que, en este caso, une a Pablo con Marta. R.- Siempre hay un estudio de la familia. No es premeditado sino que responde a una preocupación íntima. Es importante para mí y en esta novela casi es una especie de teatro inserto en la estructura de la novela. La comida que hace con su familia da otra dimensión más dramática. La historia empieza y acaba con mucha acción pero hay en medio algo más tranquilo. Hay quien dice que hay dos tipos de personajes; por un lado los resignados, que serían la madre y los hermanos, los que se conforman con la situación y, por otro, los rebeldes que son los amigos, el entorno de Pablo que sigue un camino discutible. Esa comida refleja la distancia y las brechas que se abren con respecto a la gente que más nos importa. Tiene mucho de tragedia clásica. El destino frente al carácter. Pablo es una especie de Edipo. P.- Siempre dice que escribir es un compromiso, ¿cómo se encuentra el panorama literario en España? R.- Si ponemos nuestra vida en manos de ordenadores no necesitamos ni amor, ni cultura, ni nada. Esta sociedad aún tiene cauces para que llegue a la literatura gente que tiene algo que contar. Kafka decía que "en tu lucha contra el mundo te recomiendo que te pongas de parte del mundo", pero yo me posiciono en contra. Hay que parar este tsunami de la estupidez, parar la ola de necedad. Me preocupa que se tire por la borda todo lo importante. Más importante que hablar del ebook es ver qué se lee y qué se escribe.
Secciones
- Entreclásicos, por Rafael Narbona
- Stanislavblog, por Liz Perales
- En plan serie, por Enric Albero
- A la intemperie, por J. J. Armas Marcelo
- Homo Ludens, por Borja Vaz
- ÚItimo pase, por Alberto Ojeda
- Y tú que Io veas, por Elena Vozmediano
- iQué raro es todo!, por Álvaro Guibert
- Otras pantallas, por Carlos Reviriego
- El incomodador, por Juan Sardá
- Tengo una cita, por Manuel Hidalgo