Pepe Viyuela (Logroño, 1963), a pesar de su famoso sketch en el que un currela empieza metiendo el pie en un cubo y, tras encadenar una desgracia tras otra, acaba al borde del colapso nervioso (y el espectador con él), es capaz de llevar a buen puerto proyectos muy interesantes sin perder la calma en ningún momento. Y no solo como actor, también como productor: una labor en la que ya no es ningún novato y en la que, según nos cuenta, siempre hay alguien dispuesto a dejar un cubo en el que meter la pata. Viyuela no se resigna y además tiene la determinación necesaria para recuperar a un autor tan olvidado como Edgar Neville. Lo hace en El baile que llega este jueves al Teatro Fernán Gómez y en el que interpreta al mismo personajes durante un período de 50 años.
Preguntas.- ¿Qué sensaciones tiene para el estreno de este jueves en el Fernán Gómez?
Respuestas.- Estamos con muchos nervios pero también con mucha ilusión. Tenemos unas ganas tremendas de estrenar y ver las reacciones del público. Pero, a un día de que se estrene la obra, lo que priman son los nervios.
P.- Sin embargo, el del Fernán Gómez no es el estreno absoluto de vuestra adaptación de El baile...
R.- No. Ya se estrenó en octubre en Logroño. Después pasamos por Bilbao, Melilla, Colmenar Viejo... La verdad es que por ahora ha ido muy bien y el público responde pero Madrid impone respeto. Trabajar en la capital te impresiona e impacta. Además, representar durante dos meses en el mismo escenario implica un mayor riesgo. Es más sencillo llenar una noche que durante un periodo de tiempo como este. Es diferente.
P.- ¿Han visto crecer la obra durante las representaciones previas al desembarco en Madrid?
R.- Estamos muy contentos en este aspecto. La obra ha ido cuajando y ahora nos encontramos en un estado de calma en el que es más sencillo hacer lo que nos dice el director. Siempre es necesario realizar ajustes porque una obra de teatro es algo vivo, que se mueve. Para ello, lo mejor es distanciarse, echar un vistazo desde fuera.
P.- Representan una obra de Edgar Neville que en su momento fue un éxito rotundo. ¿Por qué cree que hoy en día está tan olvidado el autor madrileño?
R.- Es un tema de ideología. Neville estuvo del lado de los vencedores en la Guerra Civil, se quedó en España... Eso sigue pasando factura. Pero a mí me parece un error. Deberíamos aprender a separar el artista de su obra, algo que no solemos hacer en este país. Hoy en día no se conoce ni su cine ni sus obras de teatro y es una pena. No nos podemos permitir el lujo de olvidar a esta clase de intelectuales, un país debe estar en contacto con quién es y ha sido. Hablamos de una generación importante a la que pertenecían López Rubio, Mihura, Jardiel Poncela... Quizá Neville sea el más olvidado por lo que adaptar una de sus obras es a día de hoy una verdadera rareza.
P.- Todos conocemos su trabajo como actor pero en esta obra desempeña también el papel de productor. ¿Resulta difícil?
R.- Sí. Es muy complicado. Por todos lados aparecen trabas y dificultades. Pero cuando a uno le gusta lo que hace se pone el mundo por montera. En ninguna institución te lo ponen fácil, no digamos ya que te ayuden. Al final es complicado luchar contra tantas cosas. Otros países del ámbito europeo apoyan decididamente nuestro sector. Aquí no paran de atentar contra él.
P.- ¿Qué fue lo que le atrajo de esta obra en un primer momento?
R.- Siempre buscas esa historia que pueda interesar, conmover y al mismo tiempo divertir al público. Cuando leí El baile estaba todo allí. Es una historia de amor muy apetecible para la gente. Aunque yo creo que de lo que realmente habla Neville es del paso del tiempo, de cómo modifica nuestra existencia y lo que somos. Condensa tres vidas en tres actos en los que se despliegan situaciones muy diferentes. El primer acto es de luz. En el segundo el tiempo se ralentiza y ocurren situaciones que modifican la vida de estos tres personajes. El tercer es un remanso en el que están a punto de desaparecer. Como actor era además muy apetecible.
P.- Han introducido algunos cambios respecto al texto original. ¿Por qué motivo?
R.- El principal cambio tiene que ver con la localización temporal. Nuestra adaptación comienza 50 años más tarde, justo en el punto en el que acaba la anterior. De esta manera la obra acaba justo en nuestro tiempo. Era un cambio dramatúrgico necesario porque había referencias en el texto que ya no se entendían. La mayor modificación no obstante se encuentra en el tercer acto y creo que de esta manera ha ganado mucho sin variar para nada la esencia. Las vidas se condensan en este acto en el que la memoria juega un papel importante sin perder el tono de comedia. Habla de cosas profundas, de esa sensación de fugacidad, pero sin perder el humor.
P.- A nivel interpretativo parece exigente...
R.- Siempre lo son. Pero está claro que aquí tienes que trabajar de manera diferente. Las energías del personaje en cada acto son muy distintas y eso hay que tenerlo en cuenta.
P.- ¿Cómo ve la situación del teatro?
R.- Complicada pero no pierdo la esperanza. Pese a la multitud de atentados que sufre, el teatro perdurará porque siempre ha acompañado al ser humano. Lo que ocurre es que ya no se puede hacer de una forma cómoda, y dudo mucho que yo lo vea de esta manera otra vez. Ahora es una actividad de riego. Ya no necesitas hacer puenting para soltar adrenalina si te dedicas a esto. Pero el teatro va a estar siempre ahí.