Guillermo Paneque frente a los naranjos del Monasterio de la Cartuja, sede del CAAC.

Varios tarros de mermelada te reciben en Los arrepentimientos, la exposición que Guillermo Paneque (1963) inaugura en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de su ciudad, Sevilla. Están hechos con los naranjos del patio de la Cartuja, pertenecientes al CAAC, y con el tiempo y mimo de su padre. El artista no niega que algo hay en esta muestra de "volver a casa", de pequeño homenaje a sus progenitores, octogenarios ya. Son mermeladas de memento mori, de las huellas que acumula el tiempo. A las que esconden los cuadros tradicionalmente se las ha llamado petimenti, o lo que es lo mismo, arrepentimientos. De ahí el título de esta muestra, que habla, entre metáforas, de lo que se supone que es (o no es) una exposición con la que hacer balance. Positivo es en su caso.



Pregunta.- Si no es una retrospectiva ni de "media carrera", ¿cómo debe leerse esta exposición?

Respuesta.- Es un intento, una forma de hacer, no tanto una idea de fabricar una exposición. Digamos que me gusta, de manera intencionada, complicar la forma en que percibimos y clasificamos las obras de arte. Los "arrepentimientos" son una puesta en escena de una exposición en dos tiempos entrelazados, con dos entradas a espacios interconectados y entre dos trayectorias profesionales: la de Miguel Pérez Aguilera y la mía propia. Plantea varios problemas. Por ejemplo, ¿qué es lo de uno y lo de otro?



P.- ¿Y qué es lo suyo?

R.- Lo mío es observar situaciones y hacerme preguntas sobre ello. Lo que me interesa explorar y revisitar historias, reales y ficticias, para probar su posible relevancia en el presente. En mis obras no hay mensajes, ni temas de fondo. Más bien tratan de provocar conversaciones, desplazamientos y especulaciones. Comparto con el músico Howe Gelb esta frase: "el deseo de dejarse llevar, de hacer las cosas sin pensar, siguiendo los impulsos, y extrayendo después el sentido". Cada día más.



P.- En su carrera, ¿no ha tenido ningún arrepentimiento?

R.- Un punto de inflexión en mi trabajo fue la decisión de parar de trabajar, paradójicamente... Una estancia en el Cairo y los años posteriores que pasé en Nueva York estudiando cine han sido muy importantes en mi trabajo. Ambas vivencias, que en un momento consideré un "suicidio" profesional, ha definido otros proyectos y mi forma presente de operar.



P.- Sus obras han ido cambiando bastante de estilo. ¿Qué es lo que siempre permanece?

R.- Hay profundas líneas que las relacionan entre sí: la tensión de una representación de la realidad y sus cargas de ficción, la atención al lugar que el espectador ocupa en los procesos de recepción de las obras artísticas, como agente y testigo de la condición enigmática del trabajo... Me gusta generar múltiples conexiones y relaciones entre las obras en vez de considerarlas meras entidades fijas y aisladas. Tomo prestados métodos y medios, desde la antropología al cine, y me enfrento a una serie de decisiones y conclusiones con las que explorar lugares de transición social y psicológica.



P.- ¿En qué modo trabaja con la pintura o la escultura? ¿Siguen ahí?

R.- No trabajo exclusivamente en un formato artístico. Más bien soy amante de los palimpsestos y por esa razón también edito libros desde mi pequeña "agencia de representación", AL AZAR, y organizo de vez en cuando exposiciones. Es una manera diferente de compartir mis intereses.



P.- ¿Y el cine? Háblame de sus películas...

R.- Mis piezas audiovisuales son intentos de crear ficciones de pequeños fragmentos y pedazos de realidad a mano. Su significado reside en los márgenes que se producen en los márgenes de la historia visual. Ahora preparo un rodaje titulado La cola del agua, en la isla del Hierro.



P.- Ahora mismo puede verse también su trabajo Untitled (theunsolicitedpiece) en la exposición Itinerarios de la Fundación Botín. Trata sobra la comunidad filipina en España...

R.- La idea inicial se transformó cuando aterricé en Manila. El punto de partida hacía referencia al Pasolini de Teorema y a la comunidad filipina en España, pero en un ámbito más cercano al cine fantástico que al lenguaje documental. O quizás pensaba en los clichés del cine documental y las voces en off... Decidí posponer mi idea, organizar una exposición en Manila y rodar una especie de "pequeña leyenda urbana" a partir de dicha exposición. Ahora vuelvo a retomar la idea inicial para Colonia apócrifa, un proyecto de Juan Guardiola.



P.- ¿Cómo fueron esos inicios en Sevilla? ¿Han cambiado mucho las cosas? ¿A mejor? ¿A peor? ¿Se sigue trabajando con lusión en el mundo del arte?

R.- Puedo entender la desesperanza ante la precaria situación económica, social y política. Es un punto de partida también para ponerlo todo patas arriba. Yo no me voy a quedar esperando...



P.- Nunca lo ha hecho. Un buen ejemplo fue la revista Figura, que dirigió junto a Pepe Espaliú y Rafael Agredano en un momento de absoluta emergencia artística en España...

R.- Figura fue el aprendizaje desde la práctica. Como dice Rafael: "nos remangamos optando por participar en el mundo en vez de quedarnos mirándolo".



P.- ¿Cómo era entonces España y cómo es ahora? El contexto de crisis es bastante similar… Háganos un breve análisis del estado actual del arte español.

R.- Me parece que nos juzgamos severamente con demasiada facilidad en algunos aspectos y olvidamos el camino recorrido desde hace décadas. Aun así, sorprende la falta de curiosidad y el déficit de cultura democrática de nuestra sociedad.



P.- Su nombre está ligado a una generación que suponía el porvenir. ¿Qué quedó de ella? ¿Qué opina del estado actual de la pintura?

R.- Quedan magníficas trayectorias individuales. El porvenir del ayer será la realidad del presente, buena o mala, y así sucesivamente... Es ley de vida. No soy artista de estudio pero adoro encontrar interesantes pintores, de diferentes generaciones, trabajando en ese medio. Aunque también discrepo con el canon de interpretación y de gustos pictóricos imperantes en el medio artístico español. Me sigue pareciendo obsoleto y autista.



P.- ¿Hay, en España, una generación de artistas olvidados?

R.- Conociendo la corta memoria de nuestra sociedad y cultura imagino que puede que haya hasta más de una generación de olvidados.



P.- ¿Qué debate artístico urgente pondrías encima de la mesa?

R.- La diferencia entre los fines y los medios: lo que se argumenta teóricamente en relación al arte y la forma personal y ética de hacerlo. Este fatídico deseo de sobre-exposición y visibilidad en el que nos vemos inmersos y al que contribuimos los propios artistas.



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