Miguel Ferrari. Foto: Antonio Heredia

Miguel Ferrari presenta su primer largometraje, Azul y no tan rosa donde indaga sobre la paternidad homosexual

Miguel Ferrari vive desde hace quince años entre Madrid y su Caracas natal trabajando como actor en ambas orillas. Con su primer largometraje como director, Azul y no tan rosa, logró el Goya a la mejor película iberoamericana, como le gusta recordar, el primero para Venezuela. Planteada como un melodrama sentimental con recurrentes momentos de humor, la película cuenta la relación entre un joven padre homosexual y su hijo adolescente en una Caracas sometida al terror de la violencia sin control. El residente en Sudamérica, el hijo en Madrid, ambos han vivido de espaldas y su reencuentro supondrá un camino de aceptación y autoconocimiento. El mundo del padre, con un novio idílico cuya vida trunca la homofobia imperante en el país, su amiga transexual y una mujer maltratada sirven como radiografía de "esa gente de la que no se habla" como explica el director.



Pregunta.- En Azul y no tan rosa aparece ese contraste entre Madrid y Caracas, dos ciudades con mucho en común y muchas diferencias.

Respuesta.- Hace 15 años que vivo a caballo entre las dos y tengo casa en ambas así que cuando me canso de uno me voy a la otra. Ese contraste para mí es la sal de la vida, me gusta mucho observar a la gente y ver cómo influye el contexto en su comportamiento. En esencia, te das cuenta de que el ser humano es el mismo en todas partes.



P.- Una Caracas violenta y peligrosa en oposición a un Madrid sugerido, casi de postal.

R.- Lo que más me sorprendió cuando llegué a Madrid fue que la gente paseara a todas horas sin ningún miedo a que le pase nada. Eso para un venezolano es muy sorprendente. En Caracas nadie camina, todo se hace en coche. De todos modos, la idea me vino estando en España con el denate que se generó en torno al matrimonio gay. Pensabas que era un tema solucionado y de repente ves que una parte de la sociedad aún no lo acepta.



P.- Vayamos a Venezuela, donde transcurre el 99% de la película. Desde España la vemos casi como Afganistán.

R.- Es una etapa muy problemática como es sabido y hay unos problemas de seguridad que no se solucionan. Pero yo quería hablar de esa gente de Caracas de la que no se habla, resaltar también la parte positiva. No busco los estereotipos ni las cosas feas, quiero que cualquiera se pueda meter en los zapatos de estos personajes aunque los vea muy alejados de su vida y conectar con sus emociones.



P.- Hay referencias a los culebrones en la película y utiliza elementos clásicos de éstos: la paternidad ausente, tragedias insospechadas que marcan la vida.

R.- En Venezuela hay una relación muy fuerte con la telenovela que forma parte de la identidad de la gente. En las casas puede que no haya comida pero habrá telenovela. La gente subestima mucho el melodrama pero nuestra vida está llena de historias melodramáticas. Quería indagar en la paternidad homosexual, saber qué pasa en las familias monoparentales. Llegué a la conclusión de que un niño puede ser perfectamente feliz con un padre homosexual, lo más importante es que haya amor.



P.- Vemos dos mundos librando una ardua batalla, el del padre y el hijo adolescente, que logran reconciliarse.

R.- Quiero hablar de los valores que sí creo que son importantes para la educación de un niño: el respeto, la solidaridad... La familia es un lugar en el que debe surgir el amor y mi intención es explicar cómo ese padre y ese hijo se reencuentran a pesar de sus diferencias.



P.- El sentido de la familia se amplía a los amigos. Lo vemos muy claro en esa escena del lago.

R.- Esa escena del lago es mi favorita porque finalmente vemos ese abrazo que estamos esperando desde el primer momento. Todos tenemos dos familias, la que hemos elegido y la que nos toca. Ese concepto de la familia que tú sientes como tuya es fundamental en la película.



P.- La homofobia, particularmente cruda en Venezuela, es un tema fundamental.

R.- Es una metáfora general de lo que pasa en mi país, donde ha crecido la intolerancia y se respeta poco las opciones de la gente que piensa distinto de ti. Creo que aquí cada persona debe reflexionar un poco. En Venezuela se utiliza la homosexualidad incluso para descalificar al adversario político, aunque no creo que sea un problema exclusivo de mi país. Ahí estaban las manifestaciones contra el matrimonio gay en Francia. ¿A mí qué más me da lo que es cada uno? Es lo que intento mostrar en la película, que las emociones son universales, no existe una manera de sentir distinta de los gays. No existen las películas de temática homosexual como tampoco existen las de temática heterosexual.



Ver otros Buenos Días