Image: Emilio Gutiérrez Caba

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El Cultural

Emilio Gutiérrez Caba

"En La mujer de negro la sugestión imaginativa es muy importante"

7 mayo, 2014 02:00

Emilio Gutiérrez Caba en el papel de Arthur Kipps

El actor vuelve como director a los escenarios del Teatro Fernán Gómez con La mujer de negro

Dice el refrán que no hay dos sin tres pero Joaquín Sabina canta que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver". ¿Con cuál de las dos afirmaciones nos quedamos? En este caso la respuesta es fácil y es que Emilio Gutiérrez Caba (1942, Valladolid) vuelve a los escenarios, esta vez del Fernán Gómez, con La mujer de negro. Por tercera vez. El idilio empezó en Santander en 1998, luego tuvo que esperar hasta 2006 para volver a juntarse con la señora Drablow y ahora, además de ponerse en la piel del abogado Arthur Kipps, ejerce de director de la pieza. El texto original de Susan Hill fue adaptado por primera vez en el año 1987 por Stephen Mallatratt y, desde entonces, ha estado en Londres durante 25 años. Una historia de misterio, de terror y confusión. Y, sobre todo, de éxito.

Pregunta.- Es la tercera vez que interpreta La mujer de negro pero la primera que se pone frente a la dirección de la obra. ¿Cómo es ponerse en ese doble papel?
Respuesta.- Es una obra ya interpretada y tenía el papel superado, lo más complicado es hacernos con un personaje y a lo largo del tiempo me había hecho con él. Como director es más complejo pero me han ayudado mucho. Y el intérprete se ha dejado llevar y ha confiado en mí.

P.- ¿Qué dificultades ha encontrado?
R.- Suelen surgir pero no han surgido. Generalmente los problemas son más a nivel técnico; la luz y el sonido son muy importantes en esta obra. Hay dos técnicos concienciados de su papel protagonista para llevar la pieza a cabo. Y en se sentido no ha habido problema tampoco porque me han ayudado mucho. Todo ha ido como la seda.

P.- Es una obra que lleva en cartelera por todo el mundo muchos años. ¿Cómo logra mantenerse durante tanto tiempo y en tantos lugares?
R.- Se debe fundamentalmente a que es una obra que contiene una serie de elementos dramáticos que Stephen Mallatratt ha definido magistralmente. Lo hizo de una manera adictiva a las acciones, al texto y el público empieza de una manera distendida, desconcertada y se va introduciendo en la temática que les llega a encoger el corazón y sentir inquietud. Por eso ha tenido tanto éxito y la tentación de las dos versiones cinematográficas no han funcionado. Es una buena novela de Susan Hill pero tiene mejor adaptación al teatro que al cine. El público interactúa mucho y tiene un ventaja en las tablas y es que se siente trasgredido con la cuarta pared y en el cine es más complicado de conseguir.

P.- Y eso que hablamos de una obra inspirada en el cine negro y el terror es más propenso a ser relatado en el cine.
R.- Las dos versiones que se han hecho son muy correctas pero no funciona. En cambio en el teatro lleva en Londres 25 años, ha llegado a México, a Buenos Aires, etc. Imagino que la película no ha tenido la recaudación que esperaban.

P.- ¿Cómo ha sido reencontrarse con el papel de Arthur Kipps?
R.- Es muy agradable recordar una obra donde uno se lo ha pasado tan bien anteriormente. Primero con Jorge de Juan y con Carlos Vicente después. Trae buenos recuerdos. En este caso este montaje significa básicamente saber que puede funcionar bien o que lo tienes controlado y va a ser un día feliz. Es como lo que sienten los cantantes de ópera cuando cantan canciones de repertorio. De pronto los tienen, canciones de Mozart o de Verdi, así que, en ese sentido, La mujer de negro es una obra de repertorio que siempre está bien recordar de vez en cuando.

P.- Kipps es un abogado que contrata a un actor profesional para poder recrear un episodio de su pasado e intentar reconciliarse. Es una historia fantasmagórica. ¿Cuál es la complejidad del papel?
R.- Él pasa a representar una serie de personajes y no lo hace bien. La conexión es que los recrea y no a la perfección y si le aportas gotas de humor queda perfecto. Este abogado no es un intérprete y claro cuando se encuentra representado algo que ha vivido solo sabe hacerlo de manera divertida. La pieza tiene mil elementos del teatro sin decoración, se juega mucho con la luz. Se juega con otro elemento no previsto que la dramaturgia exige y ese elemento cambia la historia. Y no cuento más porque sino cuento toda la trama [ríe].

P.- ¿La mujer de negro, la señora Drablow, sería una metáfora de los miedos?
R.- Sí. En alguna medida lo que contiene el texto es precisamente el factor miedo del ser humano que es algo ancestral; el miedo a la oscuridad, al ruido extraño, a lo desconocido, una sombra que aparece de golpe que puede ser cierta o no. Le da ese valor de función donde los miedos afloran o nos recuerda a algo. Me acuerdo cuando era pequeño que el pasillo tremendo de la casa me asustaba mucho, pues es similar, la oscuridad del patio de butacas asume esos recuerdos de la niñez que también se recrean cuando eres adulto.

P.- ¿Qué nos puede contar del personaje del actor interpretado por Iván Massagué?
R.- Es un personaje muy dinámico que pasa a representar a mi personaje [Kipps] en la vida real. Lleva una línea de actuación que le pasa todo lo que le pasa a Kipps. Lo que yo le cuento y lo que me pasa y requiere una enorme adaptación al espacio porque se desplaza a gran velocidad. Es un papel complicado e Iván lo ha cogido con mucho cariño y entusiasmo y lo está llevando muy bien. Esto se nota en el resultado.

P.- ¿Qué papel juega la imaginación del espectador en esta obra?
R.- Total. La imaginación es total, si el espectador no está dispuesto a imaginar no le funciona el truco. La sugestión imaginativa es muy importante y produce que el público se alarme en algún momento pensando que le puede pasar a él. Imaginarse que se está en la Corte de Felipe III o IV o en el de la Reina Isabel es estupendo. Hay que dejarla correr.

P.- El panorama es complicado pero, ¿cómo ve el teatro actualmente?
R.- Muy difícil definirlo. El teatro nunca ha tenido un buen momento ni etapas boyantes salvo en el siglo XIX, por razones obvias: no había tantos espectáculos. Es evidente. Aun así se mantiene, tiene un público fiel que a veces no tiene poder adquisitivo para ir a ver una función y esto incide mucho en el desplome general. Ojalá pudiéramos hablar mejor. Mejorará en algún momento, si no es ahora será en generaciones futuras. Fuera de España, en Alemania, por ejemplo, funciona muy bien, es más un problema español.

P.- ¿Algún proyecto entre manos una vez terminada La mujer de negro?
R.- La mujer de negro se prolonga hasta el primer trimestre del año que viene. Presento el 3 de junio en la Sala Berlanga una lectura de textos españoles sobre la Gran Guerra. Y lo hago con Susana Fernández, es una lectura interesante de cuatro autores que vivieron la guerra mundial en sus pieles y se exponen sus peripecias. Contamos, además, con la colaboración de Carlos Saura, con los fotosaurios como él los llama que son imágenes admirables. Es un gran artista, un hombre de cultura que no ha ayudado mucho. Va a ser emocionante y vamos con mucha ilusión.

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