Pilar Reyes. Foto: León Darío Peláez
La directora de Alfaguara hace balance de los cincuenta años de la editorial el día en que se juntan en Madrid, para un coloquio, tres de sus grandes firmas: Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte y Javier Marías.
Pregunta.- Los cincuenta años de Alfaguara coinciden con la compra de la editorial por parte de Random House. Parece difícil no decir que estamos, por lo menos, en un punto de inflexión...
Respuesta.- No creo que cambie nada. Alfaguara ha sabido interpretar los tiempos y la literatura, su evolución, y no solo la escrita en lengua española, sino a un nivel universal, y eso es lo que hace que aún sigamos aquí. Yo creo que el catalogo sigue al mismo nivel tras estos cincuenta años, con numerosos autores que hacen parte de la editorial desde hace muchísimo tiempo, como Cortázar o Faulkner, y eso es lo que hace fuerte a Alfaguara: la continuidad de esa herencia. Ellos [Random House] al final lo que hacen es comprar esto que le digo: una historia, un bagaje.
P.- No tiene por qué haber cambios, entonces.
R.- No lo creo, como le digo. Con la adquisición, ellos quieren ganar presencia y tener un músculo mucho mayor en determinados mercados.
P.- Como dice, en el catálogo de Alfaguara figuran, junto a recientes incorporaciones de peso, algunos de los autores de ficción más importantes de la literatura universal. ¿Cómo se logra mantener el nivel durante tanto tiempo?
R.- Yo creo que lo importante es ser una editorial de autor más que de libros. Si de algo nos podemos engalanar en Alfaguara es de seguir a un autor a lo largo de toda su carrera, y eso es muy importante, porque evita que haya tumbos o bandazos. Para eso se requiere una relación personal intensa con el autor. Nosotros tratamos cada libro como si fuera único y al mismo tiempo parte de un dibujo grande, que es lo que es la obra del autor. La relación con el autor ha de ser como un matrimonio: tiene que haber confianza y el autor ha de saber en todo momento que cuenta contigo.
P.- Si tuviera que elegir, ¿con qué proyecto se quedaría de entre todos los llevados a cabo en la editorial durante estos cincuenta años?
R.- Hay muchos... el relanzamiento de Cortázar, por ejemplo, que impulsó Juan Cruz, fue muy importante. Ese proyecto entraba dentro de nuestra línea, de algo que hemos tenido siempre presente: la necesidad de mantener el catálogo vivo. Uno de nuestros libros más vendidos del año pasado fue Rayuela, y eso es motivo de orgullo. Otro proyecto importantísimo fue el lanzamiento de El Capitán Alatriste, que es un verdadero fenómeno, un personaje que ya no solo forma parte de la historia de la literatura, sino de la historia en general, alguien que ha cautivado a generaciones de lectores.
P.- Ha habido varios responsables de la editorial desde su fundación. ¿Con quién -o quiénes- logra Alfaguara, a su juicio, convertirse en una gran editorial con vocación internacional?
R.- Aunque siempre ha primado la continuidad de unos a otros, yo te diría que, por ruptura, ha habido dos directores destacadísimos, que son Jaime Salinas y Juan Cruz. Salinas cogió la editorial y quiso abrirla al mundo y a un amplio abanico de lectores, con nuevas ideas. Después, con Juan Cruz, en los noventa, se da una vuelta a la literatura en lengua española y se potencian las relaciones y la comunicación con América Latina. Juan le dio una mirada propia a la editorial y un modo de trabajar que es una herencia impagable.
P.- A Juan Cruz le tocó la bonanza y a usted la crisis. ¿Cómo la ha sobrellevado?
R.- Pues ha sido tremendamente complejo, la verdad. Hemos tenido que ajustar tiradas y restringir la cantidad de títulos, y al final hemos podido avanzar gracias a que nos mantenemos fuertes en América Latina, donde, aunque el mercado no crece demasiado, porque no crecen, aún, los lectores, al menos no se contrae, como en España.
P.- Supongo que el reto ahora está allí, pero que los lectores aumenten no depende demasiado de las editoriales...
R.- No del todo, desde luego. Es que yo creo que la literatura es elitista y su consumo, no solo en Latinoamérica, sino en general, está acotado. No obstante, el mercado español demostró que este consumo podía crecer, aunque fuera muy poco a poco, y que la lectura podía extenderse a un mayor número de personas. Pero para eso, claro, es fundamental que haya mejoras en la educación o que se dé un crecimiento aún mayor de la clase media.
P.- Para terminar, dígame: ¿cuál es su mejor recuerdo desde que llegó a Alfaguara?
R.- Para mí el mejor momento fue el de la concesión del Premio Nobel a Mario Vargas Llosa: es el momento más emocionante, el que con más cariño recuerdo ahora, que ya ha pasado un tiempo desde que llegué. Me acuerdo de que recibimos la noticia en la Feria de Frankfurt, estábamos todos expectantes...
P.- Siempre sonaba su nombre, pero parecía que se estaba convirtiendo, como tantos otros antes que él, en el escritor al que no le daban el Nobel.
R.- Sí, y por eso yo creo que, aunque es de sobra merecido y reconoce una carrera literaria extraordinaria, en aquel momento era como que habíamos interiorizado una serie de razones por las que no se lo daban... y mira.