Miguel Rellán

El actor defiende en soledad Novecento de Alessandro Baricco en el escenario del Teatro Español

Miguel Rellán (Tetuán, 1943) ha hecho prácticamente de todo en el mundo de la interpretación. Ha trabajado a las ordenes de José Luis Cuerda, José Luis Garci, Fernando Trueba, Carlos Saura, Luis García Berlanga y Pilar Miró, entre muchos otros. En la televisión, donde ha participado en infinidad de series, triunfó durante años con Compañeros. Y en el teatro, en el que tiene una sólida trayectoria, había un reto que todavía no había afrontado: el monólogo. Ahora le ha llegado la hora con Novecento, una obra de Alessandro Baricco que ha adaptado y dirige Raúl Fuertes y que se puede ver en la Sala Pequeña del Teatro Español. Rellán interpreta, con una escenografía reducida a la mínima expresión, a un veterano saxofonista de jazz que nos relata la historia del más grande pianista de la historia, Novecento.



Pregunta.- ¿Cómo ha afrontado este papel de Novecento?

Respuesta.- La interpretación es una especie de milagro. Este mismo año murió el grandísimo actor argentino Alfredo Alcón después de llevar unos 67 años subido al escenario. Un periodista le preguntó poco antes de su muerte si este bagaje le daba solidez a la hora enfrentarse a los proyectos. Él respondió lo siguiente: "¿Cómo me va a salir la función de hoy, Dios mío?" Esto no es matemáticas y por mucho que hayas trabajado siempre te preguntas si vas a ser capaz de tocar el violín esta noche, si tu melodía va a llegar al público. Pero también depende de quien mire y hay que conseguir que el espectador se involucre en lo que estás contando.



P.- ¿Cuándo llegó el proyecto a sus manos?

R.- Me llegó hace un par de años por medio del director de la obra, Raúl Fuertes. Conocí a Raúl cuando coincidimos en el montaje de Luces de Bohemia. Él es más joven que yo y además se había formado en Inglaterra. Ahí le debí engañar porque le gusté como actor. Cuando me propuso el papel de Novecento realmente no tenia ganas de hacer un monólogo porque, gracias a dios, no me falta trabajo, estoy metido en mil tinglados. Así que iba dejando la lectura del libreto para otro momento y, así, iba pasando el tiempo. Entonces recordé un proverbio chino que recomienda que aquello a lo que te tengas que negar, te niegues cuanto antes. Me dije: "Me lo leo esta noche y mañana le digo que no y se acabó". Pero me quedé fascinado. Me asaltó esa extraña generosidad por la que desinteresadamente recomendamos una película o contamos un chiste. Sentí la necesidad de contar esta historia.



P.- ¿Qué tal han ido los ensayos?

R.- Han sido dos meses durísimos. Además estábamos los dos solos, Raúl y yo, que es algo terrorífico. Mi personaje es un trompetista mayor que cuenta la historia de su amigo Novecento. Solo tiene la historia. Me recordaba a un hombre con el que dimos Alfredo Landa y yo cuando rodábamos un programa para la televisión en los alrededores de Madrid. El hombre decía ser el barbero de Picasso y parecía vivir de las rentas de haber afeitado en un par de ocasiones al genio malagueño. Salvando las distancias, mi personaje también tiene una historia fascinante que es en realidad la de Novecento.



P.- ¿Qué le parece el texto de Alessandro Baricco? ¿De qué trata en realidad?

R.- Es una historia bellísima. Se sitúa en un trasatlántico en el que están representados todos los estratos sociales. Un día aparece un recién nacido encima del piano de cola y los marineros del barco lo adoptan. Con el tiempo, el 'puñetero' niño empieza a tocar el piano y, de hecho, se convierte en el mejor pianista del mundo pero con la particularidad de que nunca baja del barco. Es una historia bella, poética, sugerente... Como todas las historias, desde que el mundo es mundo, trata de la dificultad de vivir. Vivir siempre es complicado. Pero también habla de la dificultad de elegir, de la amistad, del sentimiento de admiración.



P.- ¿Es difícil interpretar una obra en soledad? Si no me equivoco es la primera vez que lo hace.

R.- Es mi primer monólogo si exceptuamos los 13 que hice para El club de la comedia, que está claro que no es lo mismo. Así que supongo que podemos decir que este es mi primer monólogo. Tiene ventajas e inconvenientes. Si algo sale mal no le puedes echar la culpa a nadie pero si hay gloria también la acaparas. El monólogo está de moda sobre todo porque es muy barato. Pero es duro física y mentalmente. Aunque también influye el ritmo, la concentración, la dirección... Son 80 minutos muy intensos.



P.- ¿Por qué nos gusta tanto que nos cuenten historias?

R.- Es un misterio que me intriga enormemente. Un motivo es sin duda la evasión, para escapar de la realidad que es mucho mas chata que la ficción. También para vivir aventuras. Hay gente que dice que nos ayuda a comprender mejor el mundo y también para comprendernos a nosotros mismos. Y por supuesto para divertirnos y fascinarnos. Billy Wilder, en un homenaje que le realizaron cuando el mundo del cine estaba como ahora, atravesando un cambio tecnológico con la aparición del DVD que provocaba incertidumbre en la industria, aseguro que siempre habría alguien al otro lado del mundo dispuesto a escuchar una historia por lo que no había de que preocuparse. Yo además nací en Marruecos y estoy acostumbrado a la fascinante figura del cuentacuentos. Supongo que lo importante es que nos divierten.



P.- ¿Querrá alguien escuchar algún día la historia de las peripecias que vivió la cultura durante los años de la crisis?

R.- Lamentablemente tenemos un gobierno que ha empezado por eliminar fondos del Ministerio de Cultura y la lista es larga. Pero no renunciamos y nos revolvemos. Mira lo que ha pasado con las salas alternativas. Con la crisis han crecido y han formado un publico nuevo que no iba al teatro de corte más clásico o convencional. Sin duda, saldremos adelante.

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