La sonrisa de Neuman (Buenos Aires, 1977) apenas oculta hoy su cansancio. Noctívago irreductible, no acaba de deshacer las maletas después de haber pasado una larga temporada en Estados Unidos, donde dió clase en Baltimore y Boston, recibió el premio Puterbaugh en Oklahoma, presentó la traducción al inglés de su novela Hablar solos en la Biblioteca del Congreso y participó en el PEN World Voices en Nueva York. Ahora se va a Gales, al Festival Hay, y a la vuelta le espera la gira de presentación de Barbarismos. -La duda es cómo, con tanto viaje, halla la calma para escribir: -Piglia alertaba hace poco del peligro de que los autores viajen más que sus obras, y creo que tiene razón. Aunque, por otra parte, conocer lugares, hablar idiomas, encontrar gente es parte de la sensación de extranjería de la que se nutre la escritura. Tan importante me parece salir como recluirse, tener algo de mochilero y algo de monje de clausura. Sin esas dos experiencias radicales, quizás al lenguaje le faltaría algo. Ahora bien, no hay nada más lamentable que un escritor que deja de leer o escribir por estar todo el tiempo públicamente visible. Al menos en mi caso, el método es sencillo: viajo durante una mitad del año, y la otra mitad me encierro en mi escritorio. Seguir viviendo en Granada me ayuda, porque las distracciones son mínimas. Si estuviera en centros de poder como Madrid o Barcelona, tendría más cócteles y menos libros.
"El ingenio tiene algo de dinamita: puede abrir huecos pero también puede explotarte en las manos"Ésta no es la primera vez que Neuman escribe aforismos, ya lo hizo en El equilibrista (2005), pero, aunque ambos libros comparten “el asombro” y “la búsqueda por un lado del equilibrio, como necesidad de considerar los dos extremos de una idea. Y por otro lado la pérdida de ese equilibrio, como accidente final con el lenguaje que te revela algo”, Barbarismos es muy distinto para su autor: -Sí, quizá lo más exacto sería decir que es un diccionario. Un diccionario canalla. Un millar de palabras que me atraen, o que detesto, o ambas cosas. Me pareció fascinante la posibilidad de redefinir una palabra desde cero, como hacen los poemas o los niños cuando se preguntan: ¿qué querrá decir esta palabra?
Sinceridad, humor
-¿Sabe ya el secreto de un buen aforismo? -Me parece que el ingenio tiene algo de dinamita: puede ser una descarga que abra huecos, pero también puede explotarte entre las manos. Así que vale la pena tener cuidado con él, y no subestimar el valor de la sinceridad, que es una forma noble de vulnerabilidad y riesgo. Otra cosa es que, a través del humor, nos atrevamos a desafiar ciertos límites. Eso lo encuentro valioso. Si el aforismo tuviese una fórmula, entonces dejaría de pensar. Y el pensamiento tiene como tarea desactivar el lugar común, desautomatizar la frase hecha. Prefiero concebir el aforismo como una contractura del lenguaje que, al tensarse, genera algún sentido. -¿Se atrevería a ofrecer un barbarismo sobre Borges? -Mutación de la prosa castellana. -Literatura. -Arte de nombrar lo que no existía. -Tristeza. -Virtud de segundo grado. -Si algo tienen los aforismos es su perdurabilidad, poco compatible con los tiempos que maneja el mercado editorial actual. -Los tiempos del mercado editorial son contingentes y, a largo plazo, poco significativos. La lentitud de la literatura me parece más confiable y cuenta con un cómplice milagroso: la memoria colectiva, cuyos recuerdos son imprevisibles. Pero cuando la lentitud literaria cumple con su cometido, no hay nadie que la alcance."Me ofenden las visiones paternalistas o coloniales de la literatura latinoamericana"Aunque Neuman nació en Buenos Aires y a menudo ha recordado que su infancia son recuerdos de San Telmo, vive en España desde los catorce años, y asume feliz esa dualidad: -Después de una vida entera de idas y vueltas, con familia y memoria en ambas orillas, se me haría imposible separar los dos países. Porque el asunto no es solamente haber sido educado en ambos. Sino también la costumbre, ya inevitable, de observar a cada uno de mis países desde el otro. Eso genera dos residencias, pero también dos extranjerías. Incluso tengo dos acentos. El ejemplo más drástico que se me ocurre es mi madre, que nació en Buenos Aires y murió en Granada. ¿Cómo vas a elegir entre la cuna y la tumba de tu madre? Ambas te constituyen, ambas te desplazan.