Andrés Salado. Foto: Andrés Maroto

El madrileño dirige esta noche en el Auditorio Nacional el Concierto Extraordinario por los Jóvenes de Ibermúsica en compañía de grandes interpretes de su generación como Leticia Moreno, Judith Jáuregui y Manuel Blanco.

La quinta del 85 ha aportado grandes nombres a la música clásica española. Son menores de 30 años pero por currículum y talento no se puede ya hablar de ellos como promesas. Tras los nombres de la violinista Leticia Moreno, la pianista Judith Jáuregui y el trompetista Manuel Blanco hay grandes dosis de talento y una seguridad absoluta en lo que hacen en un mundo tan competitivo. A esta generación se adscribe también el director de orquesta Andrés Salado (Madrid, 1983) aunque sea dos años mayor que sus compañeros. Sin embargo es innegable que comparte con ellos una manera fresca y sin complejos de orientar su carrera. Los cuatro comparecen hoy en el Auditorio Nacional para el Concierto Extraodinario por los Jóvenes de Ibermúsica junto a los Joven Orquesta Opus23. Andrés Salado, que reside actualmente en Viena invitado por la Wieener Staatsoper como director residente y es director artístico y titular de la Joven Orquesta de Extremadura y de la Orquesta Opus23, atiende a El Cultural para desentrañar los motivos que han dado lugar a la formación de esta quinta del 85.



Pregunta.- ¿Qué podemos esperar del concierto de esta noche?

Respuesta.- Es un concierto ecléctico, muy variado. El programa está pensado para trazar un recorrido sonoro por diferentes estilos, colores, timbres... También es un recorrido por la historia de la música. Comienza con un clásico, con Manuel Blanco y el Concierto para trompeta y orquesta en Mi bemol mayor de Hyden. Después con Judith Jáuregui damos un salto hacia el Romanticismo con la Gran Polonesa brillante en Mi bemol mayor para piano y orquesta de Chopin. Y terminamos con Tzigane, rapsodia para violín y orquesta de Ravel interpretada por Leticia Moreno. Tzigane significa gitano en francés y es una apuesta por el folclore con grandes dosis de improvisación y virtuosismo. Todo ello es un gran reto para una orquesta joven por la dificultad de cambiar de sonoridad. Después damos un salto geográfico al continente americano con Danzas de ballet "Estancia" de Ginastera, un lenguaje muy personal y nacionalista, con los gauchos de la pampa trabajando en el campo. Y para acabar nos vamos del campo a la ciudad con Gershwin, con humo de los coches, claxon... Una obra muy programática y a la vez muy raveliana para volver un poco al inicio.



P.- ¿Cómo se hilvana un concierto de estas características?

R.- Todo partió de una entrevista que nos hicieron a los cuatro para una publicación dominical. Ahí nació el calor de una colaboración. Nos han llamado la quinta del 85 lo cual a mí me encanta porque me quita dos años. Pero no enarbolamos ninguna bandera. Nuestro objetivo es divertirnos y hacer música juntos. Después llegó el apoyo de Ibermúsica y empezamos a pensar en este proyecto. Pero sí, es complicado hilvanar una propuesta así. Tenemos agendas muy dispares. Desde marzo del año pasado, cuando se realizó el reportaje, hasta hoy nos habremos visto dos o tres veces. Logísticamente es complicado pero se contrarresta con la actitud, las ganas de disfrutar, la energía... Se habla mucho de que somos una generación joven que puede atraer a gente joven pero yo creo que lo que hay que hacer es atraer a gente nueva y después tratar de hacer del concierto una fiesta.



P.- Ustedes han abanderado una nueva generación de músicos españoles. ¿Cuál cree que es el motivo para que haya coincidido tanto talento en tan poco tiempo?

R.- Las épocas complicados despiertan el talento. Cuando había dinero se podía programar todo por tanto no se despertaba tanto el ingenio. Si nosotros hubiésemos vivido esa inercia de la programación probablemente no hubiésemos llevado acabo esta carrera. Ahora todo es más complicado y por eso son vitales las sinergias, y no solo entre músicos también entre disciplinas. Aparte, sería muy positivo sentir un apoyo real entre artistas. Hay que sumar en vez de restar, tratar de ser cómplices y alegrarnos por lo que hacen los demás. Tenemos que tratarnos de la manera más natural entre nosotros y desmitificar la profesión. Hay que aplicar un punto de vista diferente a lo que hacemos para que la gente no se deje vencer por el sedentarismo cultural y por la fama elitista que rodea a la música clásica. Nosotros al final somos un grupo de personas que entiende de una manera natural el mundo de la música. Hemos viajado mucho y creo que hemos sido capaces de sintetizar nuestras virtudes genéticas, la pasión latina con el orden germánico. Pero, por aclararlo, yo no me siento abanderado de nada. No creo que seamos cabeza de una generación ya que, dentro de nuestro paquete, hay muchos compañeros que no han aparecido en medios y son realmente buenos. Y también hay muchos otros que vienen detrás empujando fuerte y que, bueno, espero que para ellos si podamos ser una referencia.



P.- ¿Qué destacaría de cada uno de sus compañeros?

R.- De Leticia Moreno soy muy amigo. Desde mi punto de vista tiene un tremendo talento musical. En este momento toca con un virtuosismo increible y encima va hacia arriba. Spanish Landscape, el disco que ha sacado con Deutsche Grammophon es super interesante. Tenemos una gran complicidad. Judith Jáuregui es la fuerza, el poder de convicción para nadar a contracorriente en un mundo tan complicado. Tiene una gran personalidad e ideas muy claras. Tiene el talento necesario para traducir la ilusión en éxito. Y Manuel Blanco es un gran amigo. Es un músico enorme que no cabe dentro de sí mismo. Además su talento es equiparable a su corazón. Para mí es amistad y confianza. Y si tuviera que definir aquello que nos une a los cuatro sin duda alguna sería la energía.



P.- ¿Qué balance hace de los dos años de existencia de la Orquesta Opus23?

R.- Lento, pero muy positivo. La orquesta Opus23 nació gracias al apoyo de la asociación amasmusica.com y gracias al apoyo incondicional de Rita González, una de esas personas imprescindibles por el soporte que nos ha dado. Pero desde el año pasado volamos solos. Todavía es un proyecto pequeño, siempre hay escepticismo frente a lo nuevo. Hemos decidido tener una línea artística muy marcada, con interés y calidad por los músicos y la dirección. Muy poquito a poco vamos caminando. Hay que tener en cuenta que somos una orquesta joven, yo soy el mayor de todos... Nos juntamos porque nos fuimos encontrando en distintos sitios y ahora somos una orquesta de amigos que disfruta mucho.



P.- También dirige la Orquesta Joven de Extremadura. ¿Qué tal la experiencia?

R.- Igualmente gratificante. Como titular son dos proyectos jóvenes pero muy diferentes. La OJEX es un proyecto formativo por lo que la orientación y los objetivos son diferentes. Lo que queremos es que aprendan qué es la música. Opus23 consiste en disfrutar y aprender desde la amistad.



P.- ¿Qué le queda por aprender a Andrés Salado en este mundo de la Música?

R.- Todo. Ricardo Muti decía hace un tiempo en una entrevista que después de tantos años de carrera estaba a mitad de camino. Pues imagínate el resto de los mortales. El aprendizaje en la dirección de orquesta es continuo. También hay una anécdota de un alumno que le pregunta al maestro si con 20 años debe dirigir la 9ª Sinfonía de Beethoven como le han propuesto. El maestro le dice que por supuesto, que la tiene que dirigir al menos 10 veces antes de hacerlo bien... El que deja de aprender deja de evolucionar. Yo llevo solo dos años dirigiendo y tengo la sana ambición de seguir aprendiendo.

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