No es la primera vez que, en sus más de cuarenta años de trayectoria, Julião Sarmento (Lisboa, 1948) presenta una exposición retrospectiva. Ya lo hizo el año pasado en la Fundación Serralves bajo el título de Noites Brancas, fruto de un comisariado bicéfalo entre João Fernandes y James Lingwood, y dos años antes de la mano de Adrian Searle con Distancias Cortas.
Las treinta obras que componen la exposición Guest or Host? discurren a través de un modelo de la exposición sin un sistema cerrado, donde la pintura deconstructiva de los 80 convive con una instalación recién salida del horno y con una pintura minimal de los 90. Barro persigue la mezcla de temporalidades de técnicas separando las series, y dispone las obras para que jueguen una nueva partida siguiendo las reglas internas de las mismas. La simultaneidad entre el pasado y el presente, y esa tensión entre los objetos o narraciones sin resolver son algunas de las reglas de este juego en el que, tanto el comisario como el artista, aciertan y ganan en cada movimiento.
El montaje que propone Sarmento, conocido por cuidar con exquisita meticulosidad esta parte del proceso, se integra con la arquitectura del espacio, un antiguo cuartel militar del siglo XVIII rediseñado por los arquitectos Creus y Carrasco, con la expansión por las dos plantas principales del edificio de esa dramaturgia de mínimos que, potencialmente, evoca múltiples significados. Visitar Guest or Host? es como leer varios libros a la vez, nos relata su comisario; las historias y los recuerdos se suceden a través de los diferentes lenguajes corrompiendo la experiencia de los límites.
Woman, House, Black and White, 2008/2009 (detalle)
La exposición comienza con un sencillo dibujo lineal, a lápiz, de un tronco, ramas y raíces, rodeado de una estructura de ladrillos. O Raio sobre o lapis, de 1990, condensa la esencia de la muestra representando la vida protegida por una arquitectura ideal. Todas las obras de Sarmento contienen una referencia explícita a la arquitectura: una escalera, una mesa, unas sillas… pero, ante todo, sirven de sustento para la representación del cuerpo desmembrado de la mujer. La mujer es, sin duda, el leitmotiv de su producción artística; una mujer acéfala, atrapada entre su presencia y ausencia, como un fantasma en un sueño. Inalcanzable y sin rostro, lee en voz alta a Lacan mientras danza enigmáticas coreografías. Sarmento nunca ha ocultado su admiración por la alemana Pina Bausch y no es difícil reconocer la sombra de la coreógrafa en las esculturas y performances del lisboeta.
Este cosmos de fragmentos y situaciones familiares, aunque ciertamente extrañas, a las que el artista recurre compulsivamente, nos sitúa ante los límites de la transgresión. La contemplación de asociaciones de ideas contradictorias, prohibidas, de irresuelta tensión sexual, nos convierte en intrusos; ni anfitriones, ni invitados, tan sólo voyeurs incómodos. Así sucede en su serie titulada Film Noir,dibujos-collage donde la fotografía de un cuello de mujer es atrapada por las manos de un hombre mientras se dibuja el enigmático gesto de otras manos. La contemplación de estas escenas de violencia contenida de algún modo nos paraliza y, desde el estupor, nos inducen al deseo. Ese instante de perplejidad es, precisamente, lo que Sarmento busca. “En mi trabajo me interesan las preguntas” ha dicho alguna vez, y es esa condición mayéutica (del griego “dar a luz”) que propone llegar al conocimiento mediante el cuestionamiento, la clave que consigue implicarnos en una intriga narrativa que únicamente nosotros, como espectadores, podemos desvelar.
Sarmento profundiza en la paradoja de la contradicción como un filósofo o un poeta que explora, sin llegar a aprehender, las limitaciones del lenguaje. Todo, incluso los títulos, forma parte de esa sintaxis críptica donde las palabras se convierten en materia prima tan importante como la imagen o el objeto. “Soy escritor, pero en lugar de escribir con palabras lo hago con imágenes”. Así se ve el artista a sí mismo sin ocultar la compleja red de referencias que le acompaña: Wittgenstein, Michel Foucault, George Bataille, Raymond Carver, George Perec… Textos esenciales en algunos casos, inventados o irrelevantes en otros, también borrados o tachados.
Pero no debemos olvidar la exquisita producción de las obras de Julião Sarmento, sus dibujos de línea que intentan y borran el trazo hasta ser perfectos, sus composiciones minimalistas de encaje limpio, su elegancia en el accidente y el detalle… Una gélida perfección que hay que descubrir in situ, preparados para desenmarañar ciertos códigos y obsesiones de las que nos hará cómplices. Será como entrar en una casa extraña como intruso y salir convertido en invitado.