Isabel Muñoz
La fotógrafa inaugura la exposición A todo color en el Centro Niemeyer donde muestra sus tradicionales series en blanco y negro frente a obras menos conocidas realizadas en color
Pregunta.- Expone en el Centro Niemeyer A todo color. ¿Cómo surge la idea de esta muestra?
Respuesta.- Nunca había estado en el centro Niemeyer y es increíble. He tenido la suerte de tener a Christian Caujolle como comisario porque hemos dispuesto cada espacio dialogando de una forma distinta y es interesante ver cómo se van contando historias. Yo siempre me he reconocido como una fotógrafa del blanco y negro y a él se le ocurrió mostrar una parte más desconocida en mí que es el color. En la serie Amor y éxtasis, precisamente se habla de esto, de cómo es una práctica mediante la cual llegan a la luz y a la percepción a través de lo que para nosotros es dolor y para ellos amor. Por un lado me vi en un viaje en el tiempo y Caujolle lo ha unido con el trabajo de las tribus de Etiopía que viven de espaldas al progreso, están desnudos, etc. Realmente nunca se me habría ocurrido unir ambas series en una misma exposición porque estamos hablando de dos temas distintos donde a través del cuerpo conviertes el dolor en placer y a través de las tribus ves la sensualidad.
P.- ¿Cuál es el hilo conductor que une esta expoción?
R.- Hay un hilo que es el color, la sensualidad, el tiempo. Siempre está presente lo que realmente te mueve y te hace contar historias y es el ser humano. Esa búsqueda de vernos reflejados en el otro y buscar el cómo éramos, el eslabón más cercano a lo que éramos antes. Te acercas al siglo XVII, nuestro Siglo de Oro, los pintores y todos los colores. Y por otro lado te enfrentas a cómo éramos nosotros primitivos y cómo cuado no teníamos conocimiento. Y ellos tienen el conocimiento de la naturaleza. Estuve en el año 2000 y su forma de conocimiento tribal era a través de los ancianos, la naturaleza y la fauna. Me di cuenta de que según de dónde son los animales y la naturaleza son de una manera u otra. Es un descubrimiento del ser humano.
P.- ¿Cómo tuvo que preparase para la sesión de Etiopía?
R.- Fue como tener una varita mágica. Yo me dejo llevar por los impulsos. Siempre pensé que haría una serie sobre los nubas. Pero pasó el tiempo y se meten cosas en tu vida. De repente un día me comentaron que había una tribu en Etiopía que se había quedado entre el río Omo y la frontera con Sudán. Hay un río que separa las dos vertientes y el gobierno había volado el puente para unir a los dos sitios. Cuando llegué pensé en hacer la parte más conocida de los hamer o descubrir esta tribu. No me lo pensé, me fui y me encontré con un regalo que no hubiera imaginado. Lo que debía de ser el paraíso, había caminos, era todo seco y no se sabía dónde estaba la tribu. Hasta que llegas y te encuentras en un sitio totalmente verde, con gente súper bella. Todos iban desnudos. Es su forma de vestir pero tienen la suerte de vestir con la naturaleza y machacan la piedra caolín blanca y el barro y se crean sus propios vestidos. Entré en esa magia y durante 5 años estuve buscando las tribus que usan el cuerpo como un libro.
P.- ¿Qué vivencia sacó de allí?
R.- Me he dado cuenta de que todos amamos de una forma parecida y que aunque en el tema de las tribus primitivas culturalmente tiene otra forma de expresarlo, lo importante es el derecho a existir. Nosotros aquí tenemos un carné de identidad que nos aporta ese derecho pero la gente que no tiene esa suerte es víctima de todos los abusos. Me he dado cuenta de que lo importante es la educación. Es importante comer pero si desde pequeño a un niño le enseñas que la forma de salir de una situación es estar preparado, es un avance.
A la derecha, imagen de la serie Amor y éxtasis; a la izquierda, imagen de la serie Etiopía
P.- La fotografía, al fin y al cabo, es una manera de contar algo.R.- Sino no existiría, al menos en mi caso. Para mí es una forma de compartir con el otro y poder comunicar, contar y ser testigos de realidades para que no nos lo cuenten de otra manera. Y la dignidad. [Se para y observando una de las fotografías que van a ser expuestas continúa] Tienen una dignidad que te dice "nunca me vas a tener". Les miras y te dicen qué es el ser humano. Y en frente está otra serie de personas en trance, con ojos que se van y empiezas a hablar en otro nivel. Hay como una mirada de estupor pero seguro que al final se harán amiguetes [ríe].
P.- De todo lo que ha contado hasta ahora, ¿qué historia ha sido la más especial?
R.- Yo creo que la que más me ha enriquecido y de la cual más he aprendido ha sido con el tema de infancia para celebrar los 20 la firma de los tratados del niño. El último sobre la bestia o el tráfico y esclavitud de niños en el sudeste asiático, Camboya, etc. El tema de la violencia con los chavales jóvenes de El Salvador. Con el tema la bestia te das cuenta de que era la gran olvidada, esa frontera entre México y Guatemala y entiendes que el conflicto de las fronteras es algo nuestro también. Y es que viví la caída del muro de Berlín como una liberación y ahora veo que estamos volviendo a crear muros, todo el sufrimiento que conlleva y ves lo frágil que es el ser humano.
P.- ¿Y tiene alguna historia pendiente de contar?
R.- Hay muchas y espero seguir emocionándome y pudiendo contarlas. Estoy ahora con dos proyectos; un homenaje al derecho a decidir la forma de amar y estoy buscando la parte humana de los grandes simios, porque venimos de allí. Lo que me interesa es retomar el derecho a la libertad aunque vivimos en un país donde somos privilegiados. Luego todas aquellas cosas que se te van cruzando en la vida, pero no puedes hacer todo lo que te gustaría. Quiero que el corazón y el estómago me hagan rock rock rock. Necesito soñar y contar.
P.- ¿Fotografía analógica o digital?
R.- Creo que lo que nos ofrece a la fotografía y el mundo de los descubrimientos es como al principio, de modo que cada uno lo puede usar para potenciar su forma de contar con total libertad. Vengo de lo analógico y me encanta hacer los platinos porque nunca una foto es igual. Hay un momento en el que te hartas y quieres imperfección. Tenemos que coger todo lo que nos dan. Igual que las cámaras, cada vez son mejores pero lo más importante es tener algo que contar. Yo necesito tocar y la elección de la técnica para mí es importante. Tenemos que estar abiertos a investigar no en la técnica de contar sino en cómo lo contamos. Solo hay que pararse a pensar en la manera en la que nos ha cambiado la vida al tener una cámara en el móvil porque cada uno ve una realidad.
P.- Y en ese sentido todos nos convertimos en ojo observador y compartimos nuestras historias. Algunas veces casi en directo.
R.- Yo lo veo más como un servicio a la sociedad y al futuro. Contar tu vida está bien pero creo que hay una parte de misterio que está bien preservar pero lo valoro y acepto. Me gusta ver fotos hasta de gente desconocida, fotos de familia porque ahí entra nuestro imaginario. Estaría viendo fotos durante horas, incluso de viajes porque te cuentan cosas de las relaciones, un estado de ánimo. Solo hay que mirar a los ojos o, simplemente, a una mano.