Malcolm Otero Barral. Foto: Domènec Umbert.
El editor celebra hoy el primer cumpleaños del sello en su sede de Barcelona.
Pregunta.- Háganos un balance rápido del primer año de vida de Malpaso.
Respuesta.- Cuando empezamos a pergeñar esto hace dos años Julián Viñuales [ex editor de Global Rhythm] y yo, parecíamos Antoñita la Fantástica contando sus películas. Pero luego todos los libros que hemos publicado se han vendido razonablemente bien, la crítica nos ha acompañado y tenemos una buena presencia en las librerías. ¿Qué más podríamos tener? Un superéxito, pero eso siempre ocurre por accidente.
P.- ¿Cuál es su propia explicación del temprano éxito de la editorial?
R.- Me gustaría pensar que se debe a que los libros son buenos. Nuestros libros salen mucho en la prensa porque son literariamente relevantes. No quiero desmerecer el buen trabajo de nuestro departamento de prensa, por supuesto, pero por encima de todo están los libros y sus autores. Ellos son los que han conseguido el éxito de Malpaso.
P.- Tienen un catálogo muy ecléctico: de Vonnegut a Femen, de Martín Caparrós a Neil Young. Novelas experimentales, ensayos sobre la actualidad más candente, volúmenes de cuentos, memorias de músicos...
R.- A simple vista puede parecer que no hay coherencia, pero tenemos tres líneas principales: una de carácter muy literario en español (Eduardo Lago, Martín Caparrós...), una línea de ensayo cultural (La librería más famosa del mundo), una línea de "combate" (Femen, Pussy Riot, próximamente un libro de Chomsky sobre anarquismo...) y otra de pop, formada sobre todo por memorias de músicos. Por otra parte, es raro que un catálogo no sea ecléctico, todos lo somos, y la coherencia de Malpaso la aporta nuestro criterio como editores.
P.- ¿Por qué no prosperó su anterior sello, Barril & Barral?
R.- Aquello fue un capricho mío y de Joan Barril. Después de trabajar tanto tiempo para grandes grupos, me apetecía dar salida a libros que no había podido publicar antes. Funcionaron bien, pero surgió la posibilidad de crear Malpaso, con un equipo un poco más grande, y me resultó muy estimulante.
P.- ¿Piensan más en acelerar o en mantener el ritmo?
R.- Este año hemos publicado unos 30 libros. Podríamos sacar más, pero no podríamos defenderlos. Lo que más irrita a un editor es que un libro nazca sin padre ni madre y se quede muerto en el mercado. Necesitaríamos más editores, pero por ahora no queremos crecer más.
P.- ¿Y en Latinoamérica?
R.- Allí distribuimos por todo el Cono Sur y antes de Navidad llegaremos a los países andinos. Tenemos una pequeña oficina de apoyo en Buenos Aires y otra más grande en México. De momento no creo que pongamos más.
P.- Entiendo que tendrán una economía bastante saneada.
R.- Siempre podría ser mejor, pero hemos tenido unas buenas ventas, y los primeros indicios de América también son razonablemente buenos. Hemos reeditado siete títulos de los veintitantos que hemos sacado de octubre a octubre: El interior, de Martín Caparrós; Sobrebeber, de Kingsley Amis; las memorias de Johnny Ramone, las de Neil Young y las de Pete Townshend; La librería más famosa del mundo... Gracias a esto las librerías se han ido animando a pedir nuestros libros. Al principio parecíamos vendedores de alfombras.
P.- ¿Cómo le ha influido la tradición de su familia y en especial la figura de su abuelo Carlos Barral en su faceta como editor?
R.- Las comparaciones son odiosas y mucho más en mi caso. Me siento como si yo fuera un trol y mi abuelo, Paul Newman. Tuve la suerte de tener acceso a una biblioteca privilegiada desde niño, pero no me influyó excesivamente en el gusto. Muchos libros que le gustaban a él a mí no me gustan, y viceversa. En lo que más me influyó fue en la visión de una editorial como reflejo de un criterio personal y no como una sesión de laboratorio.
P.- La implantación del ebook está siendo más lenta de lo que parecía. ¿Cómo cree que va a evolucionar en los próximos años?
R.- Para empezar, el libro en papel no va a morir. Todo el mundo estaba cortando pino para meterlo en una caja. El digital parecía que iba a cambiar el mundo de un día para otro, pero lo cierto es que se compran pocos libros legalmente en comparación con los aparatos vendidos. El sector editorial es muy maduro y se irá adaptando a lo que le pidan los lectores. Parecía que los defensores del papel eran unos dinosaurios románticos. Había mucha gente interesada en hacernos creer esto.
P.- Hace poco Planeta absorbió a Tusquets, Random House Mondadori ha comprado los sellos literarios de Santillana y Anagrama se va a fusionar con Feltrinelli. ¿Qué opina de estas maniobras de concentración editorial un editor independiente?
R.- En España estas operaciones no se deben a la necesidad de los grandes grupos de ser más grandes, sino a las deudas de las editoriales que se dejan absorber. De todas formas es una tendencia que lleva muchos años. Había grandes grupos y microeditoriales, y en medio ha quedado un hueco para editoriales medianas independientes, como la nuestra.