Gervasio Sánchez durante su viaje a los territorios palestinos ocupados.

El fotoperiodista ha presentado en los últimos días sus trabajos más recientes, realizados en Afganistán y Palestina, y Zaragoza acoge una antología que repasa toda su carrera.

Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), nombre clave del fotoperiodismo, lleva más de 30 años enfrentándonos al dolor de quienes sufren la guerra en todo el mundo. El veterano periodista ha combatido así la frialdad de los balances numéricos de cada conflicto. Tras ganar el Premio Nacional de Fotografía en 2009, una amplia antología de su trabajo recorre España desde hace dos años. Ahora esta colección de 148 instantáneas recala en el IAACC Pablo Serrano de Zaragoza, ciudad en la que reside. Además, en los últimos días ha presentado sus trabajos más recientes: Mujeres. Afganistán, con el que ha huido del tópico del burka, y el proyecto Toda una vida, con el que ha plasmado las historias extraordinarias que ocurren en Palestina a pesar de la ocupación y el bloqueo por parte de Israel.



Pregunta.- ¿Cómo surgió el proyecto Toda una vida?

Respuesta.- La UNRWA [La Agencia de Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente Próximo] me lo propuso y yo les dije que quería hacer algo distinto: centrarme en historias extraordinarias de palestinos que día a día, a pesar de la ocupación, consiguen ser mejores personas. Entre ellos, una chica de Cisjordania que ganó un concurso internacional de cálculo mental y un grupo de jóvenes de Gaza que ganó el tercer premio en otro con un coche de Fórmula 1 que habían construido con piezas recicladas. Quería mostrar la otra cara de la ocupación, alejarme de las bombas y la violencia.



P.- Visitó Palestina por primera vez en 1982. ¿Qué cambios ha notado en su último viaje?

R.- Lo que ha ocurrido en los últimos 30 años es como comparar el día y la noche. La primera vez que fui no existía Hamás ni grupos armados. Me impresionó mucho ver al ejército y la policía israelíes maltratar a los palestinos. Entonces podías ir a Gaza y andar libremente, aunque con muchas restricciones porque los israelíes no querían extranjeros allí. Te pedían la documentación en la calle cada dos por tres, pero podías ir tranquilamente en el asiento de un taxi colectivo hasta Jerusalén. Hoy los palestinos viven en una cárcel, el sometimiento de la población palestina es cada día más violento. Creo que los israelíes disfrutan maltratando y humillando a la población palestina, no hay más que ver la forma de actuar de la policía fronteriza.



P.- ¿Cuál es para usted la solución posible a este conflicto tan enquistado?

R.- La única solución es sancionar seriamente a Israel, obligarla a negociar el fin de la ocupación e iniciar la creación de un Estado palestino viable. Ahora lo que hay son unas islas palestinas divididas por barreras y muros cada vez más largos. La propia UNRWA atestigua que hay más de 700 km de muro construidos sobre una línea de separación -la línea verde- que en teoría tiene 300 km. En estas circunstancias, la juventud palestina se está radicalizando.



P.- Pues la comunidad internacional no parece que esté muy por la labor de hacer lo que usted propone.

R.- Suecia acaba de reconocer a Palestina como Estado y en España el PP y el PSOE van a negociar si lo aceptan. Quizá esto sea el comienzo del fin de la vergonzosa pasividad europea al respecto.



P.- Usted pone el foco en las historias individuales que se esconden detrás de las cifras.

R.- Cada vez que oigo hablar de "periodismo social" o "periodismo comprometido" me pongo muy nervioso, porque para mí el periodismo debe ser comprometido por definición. Cuando se habla de guerras o catástrofes se dan cifras, pero cada persona que muere es una historia inconclusa. Ese niño que acabo de ver morir en un hospital de Somalia podría haber sido premio Nobel de Química o Literatura, o un gran director de colegio, o un deportista de élite. Cada historia es única, hay que individualizar el dolor para que el público se interese por la noticia, y esto es una obligación moral, no una estrategia mediática.



P.- Y lo ha vuelto a hacer con su reciente trabajo sobre las mujeres de Afganistán.

R.- La corresponsal de El Mundo en Afganistán, Mónica Bernabé, y yo hemos estado seis años documentando su vida huyendo de la foto exótica del burka. Hemos buscado historias personales: mujeres obligadas a casarse, encarceladas o que se han quemado a lo bonzo ante la injusticia.



P.- ¿Qué conflicto de los que ha cubierto le ha dejado una huella más profunda?

R.- No me gusta comparar los conflictos, pero lo de Ruanda en 1994 nos impactó brutalmente a todos los que estuvimos allí. Murió muchísima gente, primero durante la matanza de los tutsis y después con el desastre humanitario en la frontera entre Ruanda y Zaire (hoy República Democrática del Congo), muchos hombres, mujeres y niños murieron por cólera.



P.- ¿En qué medios ve hoy las mejores fotografías tomadas en zonas de conflicto?

R.- La de ahora es la mejor generación de reporteros gráficos y periodistas literarios que ha habido en España, pero casi ninguno trabaja aquí porque los medios españoles han dejado de creer en este tipo de periodismo. Y no tiene nada que ver con la crisis, esto ya pasaba hace 15 años. Todos estos profesionales valiosos han tenido que marcharse de aquí y están ganando prestigiosos premios cubriendo conflictos para medios extranjeros. Mientras, los medios de aquí han malgastado el dinero en guerras mediáticas, en la guerra del fútbol y en pagar a sus directivos cantidades de dinero obscenas. Yo ya no colaboro con medios de referencia que me maltratan. Prefiero hacerlo con el Heraldo de Aragón, que a pesar de ser regional ha seguido apostando por este tipo de periodismo.



P.- ¿Siria es hoy el lugar más peligroso del mundo para un periodista?

R.- Evidentemente, Siria es ahora uno de los más peligrosos por culpa del Estado Islámico. Los periodistas están entrando allí con cuentagotas y asumiendo grandes riesgos, pero también en Irak. Siempre hay zonas del mundo peligrosas para los periodistas. En los 80 también se secuestraban periodistas en Beirut, en El Salvador estaban amenazados por las escuadras de la muerte, en Perú por Sendero Luminoso, y en Camboya, en los 70, por los Jemeres Rojos.



P.- ¿Qué conflicto actual está siendo poco cubierto por la prensa?

R.- Casi todos. Rara vez coinciden dos al mismo tiempo con una buena cobertura. En África hay algunos muy importantes que están creando bolsas de violencia impresionantes, en Mali, en Burkina Faso, en Mauritania, en el Sahel... La situación de Libia no está siendo cubierta, y en los últimos ocho años, salvo por Mónica Bernabé y yo, ningún medio español ha hecho una cobertura decente de Afganistán, y eso que hay presencia militar española allí. En lugar de eso, se le está dando la palabra a personajes ineptos de todo el arco político que atrapan a los periodistas en sus debates insulsos. Por otra parte, es vergonzoso el circo mediático que se ha montado con el ébola, provocando un alarmismo innecesario. Yo estuve cubriendo el ébola en Zaire en el 95 y sé perfectamente cómo se contagia.