Define su trabajo como algo indefinido. Con la misma libertad improvisa un canto repentino invocando a los dioses de la alegría. "Mi obra piensa la continuidad del ser con la naturaleza, como si todo fuera un continuo entre el cuerpo y el paisaje. Me gusta que la vida entre en el arte, que se contaminen, que cuando entres a un museo o una galería percibas vivencias, el murmullo de que la vida está ahí", dice Ernesto Neto (Río de Janeiro, 1964). Él también habla a susurros. Susurros en portugués brasileño. Habla rápido, como si tuviera muchas más cosas en la cabeza de las que pudiera decir. Todo crece por días, como si sus obras realmente tuvieran vida propia. De pronto un sueño, la noche antes de inaugurar, da un pequeño giro a la exposición que ahora presenta en la galería Elba Benítez. Todo lo que vemos en O protesto e a serpente, dice, surge de un dibujo, aunque en la exposición no haya incluido ninguno. Lo que vemos son grabados, bordados, blandas esculturas hechas de croché y algún que otro luminoso de neón. Lo desconocido nos espera con los brazos abiertos, dice uno de ellos. Un nuevo capítulo de escultura vitalista y sensual, con el cuerpo, el tiempo, la energía y el paisaje como argumentos.
Pregunta.- ¿Cuál es el punto de partida que le ha llevado a hablar de serpientes y protestas?
Respuesta.- Todo empezó en febrero de este año en Bilbao, a raíz de mi exposición en el Museo Guggenheim. Fue un momento de muchas manifestaciones en Río de Janeiro, con una gran carga policial. Esta represión me recordó a Kafka, a la necesidad de cambiar algo pero no saber cómo. De ahí nace O protesto e a serpente, con la serpiente como metáfora de la fuerza de la naturaleza, y la protesta como un intento de frenar la brutalidad institucional en la que vivimos. Es increíble la violencia de los sistemas económicos, y estamos entrando en unos estados de tensión que conducirán a cambios muy fuertes. Mis nuevos trabajos son una crítica a este momento actual.
P.- Entonces, ¿su serpiente es benigna?
R.- Sí. Según el mito judeocristiano, Adán y Eva cometieron un pecado, pero realmente posibilitaron la vida. La serpiente es esa vida, es una fuente de luz.
P.- En la exposición vemos porras de policía y cruces. ¿Qué diálogo establecen?
R.- La cruz no es una imagen certera de Jesús, sino de quien lo condenó. Es la imagen del poder, un instrumento de tortura cercano a las porras de los policías. Mi sueño es que se eliminaran todas las cruces de las iglesias, que colocaran a Jesús cantando y danzando...
P.- Ese lema que define su trabajo, less sexy, more sensual, ¿también está en esa denuncia política?
R.- a sensualidad es el rasgo más político de mi trabajo. Conecta con lo que es para mí la belleza, un estado del espíritu, la tranquilidad o la naturaleza misma. Me interesa lo sagrado y lo divino; lo que nos acerca a ello es algo bello.
P.- Y la alegría, ¿dónde queda?
R.- Es mi motor creativo. El sentido de mi obra. En mi trabajo siempre hay una tensión: la que genera esa necesidad de alegría. El gran principio de mi obra es trabajar siempre el estado de equilibrio. Me interesa, sobre todo, la vida. Aunque la muerte es un pasaje de ella, es algo en lo que no pienso. En Occidente, la idea de la muerte está siempre presente y muchas veces se cree que el 'arte serio' debe hablar de ella. No es mi caso. Para mí la vida es alegría, amor, expansión. Tiene el mismo sentido que para los indígenas de Brasil. Es sorprendente esa necesidad de alegría en contacto con la naturaleza. Eso es algo que quiero mostrar siempre en mi trabajo.
P.- ¿Está lanzando una crítica a la vida urbana?
R.- No exactamente. Me gusta pensar en cómo podemos habitar esta condición urbana que vivimos, con la experiencia de la pluralidad de la naturaleza. Lo urbano es, de algún modo, como el espacio natural. También está lleno de interacciones. Una ciudad es como un ser complejo, como un cuerpo con su hígado, su cerebro y su corazón. La idea es coexistir. Aquello que llamamos 'cultura' nos hace olvidarnos de que somos parientes de las plantas, de las flores, que tenemos una vida y que el placer y la felicidad están ligados las cosas más simples. Yo propongo un nuevo mundo sensorial, en el que al entrar, te olvides de ese otro mundo físico y real, sobresaturado de información, con el que nos bombardean cada día. No se puede escapar de él, pero sí asumir otra relación con el mismo.
P.- Esa reivindicación de lo simple contrasta con la monumentalidad de sus obras...
R.- En mis trabajos siempre hay contradicciones y complementariedades. Todas se basan en relaciones de tensión: masculino y femenino, pesado y ligero, interior y exterior, grande y pequeño... Las polaridades existen siempre en un conflicto interno. Se encuentran en los límites y son esos los espacios que me interesan.
Vista de su actual exposición en Madrid