José Manuel Sánchez Ron.

José Manuel Sánchez Ron (Madrid, 1949) es uno de nuestros más infatigables divulgadores científicos. Doctor en Física, catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid, miembro de la RAE y de la Real Academia de Ciencias, lleva 45 libros salvando la distancia que separa la investigación científica del ciudadano de a pie. El último de ellos es El mundo después de la revolución. La física de la segunda mitad del siglo XX (Ed. Pasado & Presente), un libro didáctico pero exigente en el que repasa los descubrimientos de la relatividad y de la mecánica cuántica y, sobre todo, qué pasó después, además de explicarnos cómo los avances de las últimas décadas en el campo de la física han cambiado por completo nuestra vida cotidiana.



Pregunta.- ¿A quién va dirigido este libro? Es obvio que hacen falta unos conocimientos previos para seguir el hilo.

Respuesta.- Va dirigido a todos, aunque, obviamente, en algunos momentos lectores sin formación en ciencia tendrán dificultades. Pero creo que tales lugares no dominan el libro. Se trata de una obra de historia de la ciencia, con implicaciones para la historia general (política, económica, industrial, militar), y en mi opinión los libros de historia deben ser entendidos por cualquier persona. Yo me he esforzado porque así sea.



P.- Hay cerca de 1.000 entradas en la bibliografía. ¿Cuánto tiempo ha dedicado a documentarse?

R.- Buena pregunta, pero que sólo puedo responder diciendo, "toda la vida"; o mejor, décadas de trabajo como físico, primero, y como historiador de la ciencia después.



P.- Para comprender la física de la segunda mitad del siglo XX es necesario conocer las dos grandes revoluciones anteriores: las teorías de la relatividad y la irrupción de la mecánica cuántica y usted dedica muchas páginas a ambas para situar al lector. Haciendo un ejercicio de historia-ficción, ¿dónde estaría hoy la ciencia sin Maxwell, Lorentz, Einstein y compañía?

R.- Más tarde o más temprano, otros científicos habrían producido resultados similares, porque, en cierto sentido, el desarrollo normal de la física "obligaba", conducía, a las teorías que esos científicos crearon. Pero si nos situamos en el caso extremo, el de que no existieran hoy tales construcciones teóricas, entonces nos encontraríamos básicamente como en las primeras décadas del siglo XIX, en un mundo dominado por la física newtoniana; es decir, mucho más atrasados.



P.- La mayoría de los profanos en cuestiones científicas conocemos de sobra los términos "relatividad" o "cuántico", pero tenemos una vaga idea (o ni eso) de sus postulados. ¿Cree que sería bueno para la ciencia que se enseñara más física en la educación primaria y secundaria para que la sociedad -y, sobre todo, los políticos encargados de manejar el dinero público- valorase mejor la labor de los investigadores científicos?

R.- Sin duda de ninguna clase. Pero no sería bueno únicamente para la ciencia, para despertar el interés y el amor de niños y jóvenes por la ciencia. La física es fundamental para comprender, aunque sea vagamente, el mundo actual; no sólo las leyes que gobiernan los fenómenos naturales, sino también para hacerse una idea de lo que son innumerables artilugios técnicos que condicionan nuestras vidas y trabajos. Expresado con mayor rotundidad, no es posible ser ciudadano con conciencia plena de la sociedad y el mundo en el que se vive, sin saber algo de física. Y es en la educación primaria y secundaria donde, efectivamente, se debe hacer un mayor esfuerzo, porque es allí donde se sientan las bases para las vidas e intereses futuros de niños y jóvenes.



P.- Supongo que será difícil realizar una selección, pero de todos los que menciona, ¿cuáles son los nombres más importantes de la física de la segunda mitad del siglo XX?

R.- Es, efectivamente, muy difícil, porque en ese periodo ya no existían -no podían existir, en mi opinión- figuras individuales como Einstein o Bohr; la investigación científica fue ya más plural, "colectiva" y de mayores dimensiones, pero hay tres nombres que yo destacaría. El primero es Richard P. Feynman, conocido sobre todo por su versión de la electrodinámica cuántica. De los dos restantes, ninguno de éstos obtuvo el Premio Nobel de Física, aunque el segundo lo habría podido conseguir si hubiese vivido más. Se trata de John A. Wheeler, un físico estadounidense tremendamente influyente en varios campos y uno de los líderes en la física de los agujeros negros, y John S. Bell, cuyos trabajos teóricos reorientaron aspectos fundamentales de la mecánica cuántica, en particular la no localidad y entrelazamiento.



P.- Como muestra en el libro, la Guerra Fría fue el contexto político que propició la carrera armamentística y la carrera espacial, cuyos avances científicos y tecnológicos se han vertido a la sociedad posteriormente, mejorando en muchos casos nuestra vida cotidiana. ¿Cómo sería hoy la ciencia y nuestro modo de vida si no hubiese producido aquel prolongado conflicto entre el bloque occidental y el bloque soviético?

R.- Es muy probable que algunas ramas de la física, en especial la física de altas energías, no se hubiesen desarrollado tanto y tan rápidamente. Ahora bien, en lo práctico, esto es, en los artilugios tecnológicos, aunque hubiesen llegado o desarrollado más tarde o con mayor lentitud, hubieran terminado apareciendo e imponiéndose. A partir de un cierto momento, ha sido la industria, el mundo de lo privado, quien ha impuesto sus normas y dinámica.



P.- De todos los avances tecnológicos que han posibilitado la sociedad de la información y que usted menciona en el último capítulo (ordenadores personales, Internet, telefonía móvil, GPS, etc.), ¿cuál le debe más a la física?

R.- Los ordenadores personales, hijos del transistor (y de sus descendientes, los circuitos integrados), que son productos de la física cuántica.



P.- Como otros científicos, defiende que la energía nuclear es un buen remedio provisional contra el calentamiento global. ¿Hay que apostar firmemente por este tipo de energía y aplazar el cambio a las renovables?

R.- Yo no defiendo la energía nuclear. Simplemente expongo un hecho y unas opiniones, las de algunos antiguos antinucleares como James Lovelock que ahora han cambiado sus puntos de vista en base a que las centrales nucleares no emiten ese veneno de efecto invernadero que es el dióxido de carbono. Mi opinión es que hay que reducir drásticamente el consumo energético y fomentar las renovables. A medio y largo plazo es el único futuro posible para la humanidad.



P.- Todo el mundo se queja de la actual falta de apoyo a la investigación científica en España. A pesar de ello, ¿en qué estado se encuentra? ¿Logra mantener el nivel que tenía antes de los recortes?

R.- Un historiador como yo, cuya mirada es sobre todo al pasado, no puede evaluar la situación actual de la ciencia en España. No obstante, mi impresión es que está sufriendo gravemente por la crisis actual. Ha sido una de sus víctimas y no mantiene el nivel que tenía antes de los recortes, entre otros motivos porque una parte de la "savia del futuro" que son los jóvenes ha tenido que emigrar. Recortes presupuestarios aparte, sólo una pequeña parte de los puestos de profesores universitarios que se jubilan se reponen.