'The Affair': corazones divididos
[caption id="attachment_673" width="510"] Una imagen de The Affair[/caption]
Ahora que los grandes estudios cinematográficos están entretenidos en hacer caja con mundos de fantasía, las películas llamadas “estudios de personajes” son ya territorio exclusivo de las productoras independientes y de la televisión, que ha visto en los últimos tiempos cómo las comedias románticas y los dramas sentimentales se han desplazado a su territorio. De esa “mudanza” en las formas de producción, reforzada por la entrada de Digital Media en el negocio televisivo –compañías como Amazon, Netflix y Hulu produciendo sus propias proyectos– emerge todo un abanico de series llamadas a lidiar con los asuntos del corazón (Selfie, The Mindy Project, A to Z, Manhattan Love Story…), si bien The Affair (Showtime) es la que ha nacido con mayores ambiciones. No en vano, dio la sorpresa en los últimos Globos de Oro, llevándose el premio al Mejor Drama (tomándole el relevo a Breaking Bad) y a la Mejor Actriz, Ruth Wilson.
Parte 1: Recuerdos disonantes
La premisa resulta atractiva. Noah (Dominic West, el detective McNulty de The Wire) y Alison (Ruth Wilson), escritor y camarera, ambos casados, recuerdan su romance adúltero durante un verano en Mountak, un pequeño pueblo de Long Island. Han sido llamados por la Policía para dar testimonio en torno a un asesinato –del que no sabremos nada hasta el final: ni la víctima ni el homicida ni las circunstancias– y sus ejercicios memorialísticos, como no podía ser menos, no concuerdan del todo. ¿Por qué hablar de su apasionado, tormentoso affaire en el contexto de una investigación criminal? La duda quedará con nosotros hasta el final de la primera temporada, pero debemos tomar la premisa como previo pago para sumergirnos en el brillante dispositivo narrativo que propone la serie creada por Hagai Levi y Sarah Treem, y que viene a dar una vuelta a la consabida tropología del género.
El entramado es un intrigante juego de espejos. Cada capítulo se divide en dos bloques, que corresponden a las sendas narraciones, o testimonios, de Noah y Alison. Casualmente, esta estructura coincide con la explorada recientemente por Ned Benson en La desaparición de Eleanor Rigby (2013), que convirtió el proyecto en dos películas –Él y Ella–, ambas contando la ruptura de una pareja tras siete años de relación desde sus respectivos puntos de vista, si bien en nuestras salas solo pudo verse el largometraje que aglutinaba ambas versiones. Más allá de la coincidencia, The Affair juega sus cartas con habilidad, estableciendo desde el primer capítulo la disonancia entre los recuerdos de uno y de la otra sobre cómo se conocieron, y planteando así el verdadero interés que tiene la serie y que mantendrá con rigurosa determinación hasta el final de la temporada, que llega a su conclusión con la promesa de su regreso.
[caption id="attachment_672" width="510"] Una imagen de The Affair[/caption]
Lo cierto es que la trama, tendente a los lugares comunes melodramáticos (el sexo y la muerte, la doble moral, los conflictos paternales, la ruina familiar, la confrontación de clases sociales…), carece de orginalidad y hasta de relevancia, pero no así la forma en que se va desenhebrando. The Affair se suma así a los desafíos emprendidos por la teleficción del siglo XXI en lo que a formas narrativas se refiere. Determinada a dar cabida a la complejidad del mundo y de la condición humana, a escrutar sus resortes y contradicciones, buena parte de las mejores series de ficción de los últimos años han forzado las posibilidades del relato, con todo tipo de contorsiones y retorcimientos, acaso bajó la noción de fondo de que ya no es posible confiar en la historia unívoca y cerrada, transparente y conclusiva. The Affair parte de una idea sencilla –dos versiones del mismo romance, no tanto enfrentadas, sino completadas y matizadas entre sí– para plantear un tema complejo.
Parte 2: Verdades subjetivas
El desafío del espectador no pasa realmente por dilucidar quién dice la verdad y quién miente. No es esa clase de trabajo detectivesco el que propone The Affair, aunque sus vinculaciones con la estructura dramática de True Detective (los interrogatorios, las elipsis abismales, los saltos en el tiempo) son manifiestas. Probablemente ninguno de los amantes mienta más que el otro y las dos versiones sean igual de válidas, simplemente recuerdan lo que han visto y vivido con ojos y corazones distintos, y lo cuentan del modo que más concuerde con sus intereses. Es decir, articulan su memoria tal y como lo hacemos todos. Más bien, la arquitectura narrativa de The Affair propone al telespectador que acepte que ambos dicen la verdad, su verdad, porque es la que realmente cuenta para los designios del relato. La verdad, entendemos, siempre es subjetiva.
Recordamos cómo True Detective, en el memorable quinto episodio (“The Secret Fate of All Life”), proponía una inteligente disparidad narrativa entre los flashbacks y los testimonios de lo que realmente aconteció en el primer contacto de los detectives con los “responsables” de los crímenes satánicos. El pasional romance que reviven Noah y Alison en sus mentes coquetea pero sin llegar tan lejos con la idea de versiones contrapuestas. El interés de The Affair reside en las tensiones que ambos puntos de vista generan entre sí, en cómo las sutilezas revelan sus psicologías, de manera que los recuerdos de Noah se llenan de sensualidad y culpa, disfrazados acaso por la necesidad de ennoblecerse y redimirse, mientras que los de ella tienden al romanticismo, al dolor y al aislamiento. Aunque puede que el juego de espejos tenga realmente un carácter de confrontación entre lo real y lo literario –todavía no ha quedado claro al concluir la primera temporada, pero es una “solución” bastante viable–, de manera que la versión de él coincidiría con la novela que ha escrito durante el romance estival y la de ella, quizá, se revela más “fiel” a la realidad.
En cualquier caso, si en algo insiste la serie de Showtime desde su simetría dramática es que la certeza metafísica no existe, que la realidad alberga múltiples dimensiones. The Affair, como viene haciendo la teleficción desde hace años con eminentes resultados (desde Lost y The Wire hasta True Detective y Fargo), nos coloca de nuevo frente a la imposibilidad existencial de la verdad, es decir, del relato sin dobleces ni contradicciones.
CODA: Ya que el corazón del asunto va de variaciones y juegos de espejos, propongo para concluir la confrontación de una escena del capítulo noveno de The Affair con una secuencia de la película de Abel Ferrara 4:44 Last Day on Earth, realizada en 2010. Ambas transcurren en un ático de Manhattan y son una clara muestra de cómo la televisión en ocasiones se sigue mirando en el cine.
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