Ignacio Tovar
El artista inaugura Bodegones, su primera exposición fotográfica, en la Galería Rafael Ortiz
Pregunta.- Expone en la Galería Rafael Ortiz sus últimas creaciones bajo el título Bodegones. ¿Qué podremos ver aquí?
Respuesta.- Hace varios años empecé a hacer fotografía porque me acordaba de las flores de Robert Maplethorpe. Pensaba que estaban muy tranquilas y que caigan en la posición que caigan siempre quedan bien. Tenía ganas de hacer fotos donde el modelo quedara bien, que fuera natural. En la playa ya había hecho de los útiles de pintura como tarros, las tarrinas de plástico, etc. y detrás estaba el color. Pero no cuidaba mucho la luz así que algunos amigos me dijeron que necesitaba una cámara buena para centrarme en ella, que es fundamental en pintura. Me regalaron una y cambié el estudio, puse una mesa junto a una puerta que tiene un cristal lechoso y entra la luz como en los cuadros de Vermeer pero en Andalucía. Hay referencias de los bodegones clásicos porque quería que fuera natural. Suelto cosas y cuando no me gustan los muevo pero los dejo ahí y sigo haciendo mi pintura. Poco a poco fui encontrando el elemento. Está Zurbarán, Sánchez Cotán pero más recientemente los bodegones de Carmen Laffón. Lo que más me interesaba de ella es que utiliza materiales con los que tiene trato y eso lo relacioné con las fotografías de Laura Letinsky en las que añade tensión.
P.- ¿Cuál es la peculiaridad de la obra de Laura Letinsky?
R.- Son bodegones del siglo XX donde la gente ha comido, se han comportado como son, si hay niños son un desastre y han tirado las cosas, etc. Todo queda en desequilibrio y ella pone justo al final de la mesa una copa. Con lo cual añade una tensión que se aleja del bodegón clásico. Eso me terminó de ayudar a instalarme en esto.
P.- ¿Qué es lo que le sorprendió de ella y en qué medida ha influido en su trabajo?
R.- Lo que me impresionó es que es tan exquisita como los cuadros clásicos, desequilibraba el espacio. A veces son desde arriba, la mesa está cogida de unos ángulos que no son clásicos pero que sí son un desarrollo de ello. A veces sitúa una copa muy al borde, que se ve que no se ha quedado ahí porque los niños lo han dejado o un invitado la ha dejado tan bonita y tan al borde. Está perfectamente situada para establecer una tensión. Esa tensión es un producto del desarrollo del bodegón clásico. Aparte la luz y el color, la sutileza. Por ejemplo, la sutileza de una cereza que han triturado con el dedo y se ve la mancha en el mantel. Es una exquisitez que me impresiona y los comparaba con los cuadros de Cy Twombly, que parece que son una mancha que ha hecho cualquier niño pero todo está en su sitio, ni sobra ni falta nada. Todo parece casual pero resulta que todo está perfectamente situado y pensado.
P.- Siempre se ha ayudado de la fotografía para su pintura. ¿Cómo ha sido el paso de una disciplina a otra?
R.- Había utilizado muchas veces la fotografía para hacer mis pinturas. Me acuerdo que en los años 83-84, cuando empecé la serie de las casas, hacía fotos en la playa y en el campo que me servían para enriquecer el vocabulario y la forma, pero ahora es algo paralelo a la pintura. En el mismo estudio tengo las dos cosas, la mesa donde monto o se montan solos los bodegones y la pintura sigue estando en su sitio.
P.- ¿Cómo se aúnan las dos disciplinas en su caso?
R.- Creo que en la forma de mirar, la decisión de la pintura de mirar los cuadros y ver que está terminado. En la fotografía veo que las cosas están bien pero de pronto hay un elemento nuevo que va a dar juego y lo utilizo varias veces, lo muevo, le sigo haciendo fotos y luego hago la selección. Pero esto llega después, cuando se ha enfriado el entusiasmo por hacer la fotografía. Luego empiezo a mirar los detalles y voy eliminando.
P.- ¿Cuál ha sido la influencia de Robert Maplethorpe a lo largo de su trayectoria?
R.- El clasicismo, el hecho de cuidar tan exquisitamente la luz y utilizar un elemento tan de siempre como es el bodegón, que es un memento mori, el símbolo de que la vida es breve, las flores rápidamente se marchitan y son tan hermosas que dan más lástima aún. Ese elemento clásico es el que más me ha interesado de él. Pero no utilizo el mismo tipo de cámara y él cuida de la misma forma la superficie de las flores como cuida la piel de la persona que retrata. Yo, quizá cuido la atmósfera que se crea alrededor de los cacharros que hay en la mesa y cada vez voy eliminando más. Al principio era más de estilo holandés donde hay de todo. Pero empecé a hacerlo más sobrio, más zurbaranesco donde hay dos membrillos y ya está. Ahí es donde la atmósfera y la luz que inunda la sala es lo que interesa y donde vuelvo a conectar con Carmen Laffón; en los espacios vacíos.
P.- ¿Cómo son los espacios vacíos de los bodegones de Laffón?
R.- Ella puede poner dos melocotones pero desde la fruta hasta donde termina el cuadro hay un espacio donde no hay nada. Ella empieza a trabajar sobre él y consigue que eso sea casi tan importante como el recipiente con los melocotones. Son elementos rutinarios pero que crean una atmósfera en la habitación.
P.- La luz es importante en su obra. ¿Cómo juega con ella?
R.- Me di cuenta de que había que buscar una fuente de luz y me hablaron de focos pero me acordé de Vermeer. Sus cuadros tienen esa luz ventana de la que se habla en fotografía. Pensé en la ventana de mi estudio, le puse una tela blancuzca encima y encontré mi vía de desarrollo. En ninguno de los bodegones he utilizado luz eléctrica, solo luz natural y dependiendo del tipo de luz, del día, de si está nublado, etc. aporta un calor que comunica una situación del día y ayuda a explicar el paso de las horas.