Cuenta Iñigo Ramírez de Haro que su tío-abuelo siempre le repetía que por más que escuchara, una y otra vez, que Fernando VII fue el peor rey de España, este fue en realidad el mejor monarca, porque consiguió engañar a todos. "Siempre he querido escribir sobre él", comenta. Esta es una de las premisas de las que surge la obra Trágala, trágala, escrita por Ramírez de Haro, una pieza de corte histórico que trae la época de Fernando VII al presente, relacionándolo con la situación actual. Bajo la dirección de Yllana y con la dirección musical de Ron Lalá, el Teatro Español estrena la pieza este miércoles.



Pregunta.- Trágala, trágala... ¿cómo nace la idea de escribir esta pieza?

Respuesta.- No quería hacer una obra histórica sino que quería entrar a escribir sobre España pero escribir sobre España es hacerlo, sobre todo, sobre Dios, patria, rey y nacionalismo. Se produjeron varias casualidades. La primera, mi tesis histórica es que Fernando VII inaugura la España contemporánea hasta hoy y es una historia muy siniestra. Los elementos que inaugura Fernando VII siguen hoy presentes en la política actual. Es decir, en España nunca cambia nada, ni siquiera la excusa de todo cambia para que nada cambie. Establecí una obra en paralelo de la vida de Fernando VII, francamente interesante al mismo tiempo que pesadillesca, con la situación actual.



P.- Dice Juan Ramos Toro, de Yllana, que resulta interesante revisar la figura de Fernando VII como espejo en el que reflejarnos. ¿Qué paralelismos se pueden encontrar entre su época y la nuestra?

R.- Muchos. Primero que inaugura las dos españas exterminándose. En segundo lugar reinstaura la Inquisición en 1840 que sigue hasta nuestros días y establece un paralelismo con su antagónico, Riego, que hoy día sería como hablar de Felipe VI y Pablo Iglesias. La pregunta es quién vencerá. Históricamente venció Fernando VII y mandó a la horca a Riego. La incógnita es si seguirán los Borbones en España. De cara a las próximas elecciones resulta interesante el análisis. El motín de Aranjuez está también en la obra. La corrupción es otro de los claros paralelismos, el choriceo y el hartazgo. Y, unido a uno de los temas importantes de la obra, está el de la responsabilidad del pueblo español, la eterna pregunta de si los pueblos tienen los dirigentes que se merecen. Realmente Fernando VII hacía lo que le pedía el pueblo y el pueblo era absolutista, de modo que como dijo una vez, "si la constitución la derribé en un día es porque no era popular". Pero, ¿por qué el pueblo era absolutista? No porque nazca así sino porque los curas eran los encargados de la educación. La iglesia está detrás de todo proceso de involución de la sociedad. El único lenguaje del monoteísmo es la Inquisición y la guerra. Actualmente se ve en el islamismo.



P.- ¿Cómo se trata el tema de Dios en la obra?

R.- Lo más característico español, la marca España que pregona este Gobierno es la Inquisición; el estado permanente de los españoles sigue siendo la Inquisición. Yo que soy diplomático con más de 30 años de carrera, lo he vivido desde hace más de 10 años cuando escribí la obra Me cago en Dios. Incluso el actual Ministros de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, me ha dicho que nunca me va a nombrar embajador por las cosas que he escrito sobre la Iglesia. Esto quiere decir que este señor no se sitúa bajo la Constitución del 78 sino que está mentalmente y se rige por el estado anterior que es el franquismo, que es la inquisición. Porque según la constitución del 78 el valor máximo es la ley pero a pesar de todas las denuncias que me pusieron el juez esclareció todas ellas. En el mundo de la inquisición la ley les da igual, importa la opinión. Respecto a Fernando VII, él es quien reinstaura la Inquisición en 1814 cuando empieza a gobernar. Crea las dos españas exterminándose entre sí que llegan hasta hoy. Establezco por lo tanto un juego entre Fernando VII y su máximo oponente, el general Riego, el exaltador liberal de la constitución con el presente, con Felipe VI, el rey actual, y Pablo Iglesias. Pero, además, dentro de la izquierda el debate que se produce en la época entre moderados y los exaltados es muy parecido al debate que hay justamente entre los socialistas y Podemos.



P.- ¿Cuál es el punto de vista sobre el nacionalismo en Trágala, trágala?

R.- Otro motivo por el que quise escribir esta obra fue para desmontar todo el mito de los nacionalismos periféricos de Cataluña y el País Vasco. En 1814, hace 200 años, se produce la entrada triunfal de Fernando VII por Cataluña a su vuelta de Francia, prisionero de Napoleón, a los vítores generalizados de Cataluña por Fernando VII y por España. Por lo tanto, toda la construcción mítica de que el independentismo surge en la Guerra de Sucesión es históricamente falso. El nacionalismo es un invento a partir de finales del XIX de lo más reaccionario de la sociedad española que es el carlismo. El nacionalismo viene de querer más Dios, más rey y más Inquisición. Es imprescindible ver Trágala, trágala para entender lo que es España hoy, lo que ha sido y lo que parece que seguirá siendo.



P.- Estamos ante una comedia... ¿Es este género el mejor medio para hacer una crítica de lo que está pasando?

R.- No creo en las religiones. El problema de la tradición que hay en España es que a la derecha le pone la Iglesia y a la izquierda le pone Cristo, con lo cual nunca salimos del cristianismo, del monoteísmo. La llegada del monoteísmo supone la llegada del Dios único que se convierte en un arma para matar. En nombre de dios hemos pasado ya 2000 años asesinando a todo quien piensa distinto. Cuando escribí Me cago en Dios estuve cuatro años amenazado de muerte. Parece que solo ocurre en el mundo islámico pero no, ocurre en todo lugar monoteísta. Mientras haya monoteísmo habrá guerra. Lo que es interesante es la vuelta a la pluralidad. Ese es un punto importante que tiene que ver con la historia española y la pregunta que queda por responder es cuándo será la próxima guerra civil. En esta tradición eres católico por la tradición del púlpito, 'yo te voy a decir lo que tienes que hacer' y la versión laica del catolicismo, es decir, el socialismo y el marxismo desde el siglo XIX, es el mensaje. El autor que es laico pero está en la tradición católica no manda un mensaje religioso pero es un mensaje. Yo he querido apartarme de toda idea de púlpito del mensaje. La obra es un estado de cosas donde cada uno saca sus conclusiones a partir de algo que está viendo. Es un espectáculo para los sentidos y para el pensamiento.