Samuel Martín Mateos y Andrés Luque
Los directores de Agallas regresan con Tiempo sin aire, un thriller dramático ambientado en Colombia y España
Pregunta.- ¿Cómo surge este proyecto?
Respuesta.- Debido a nuestro trabajo en TVE no podemos hacer películas con los plazos que quizá nos gustaría. Trabajamos con los mismos guionistas que con Agallas y nos pusimos los cuatro a trabajar en una historia que estuviera más cerca de las pulsiones humanas más elementales. Planteamos una situación extrema en la que surge esa duda de que no sabemos cómo nos vamos a comportar. Lo vemos como una historia transversal en el tiempo y el espacio, podría pasar en cualquier ligar de conflicto, ahora mismo en Siria o en Nigeria.
P.- Aparece la venganza, esa vieja pulsión furiosa.
R.- Queríamos un personaje femenino porque las mujeres son las principales víctimas de los conflictos. Ponemos en primer plano a las personas que sufren las consecuencias de la guerra. Es una mujer que no ha sabido elaborar su duelo, ha perdido a su hija y quiere venganza y lo que la película muestra es que la venganza no produce satisfacción.
P.- Tiempo sin aire es un título muy descriptivo, Juana Acosta vive totalmente desconectada de la realidad, es un personaje muy duro.
R.- Juana es una actriz muy de método y vivió ese proceso con una gran intensidad. Ella decía que tenía que representar seis años de angustia indecible de su personaje en dos meses y hubo un momento en el que lo somatizó. Es una interpretación muy contenida, muy por dentro, y transpira mucha verdad por esa implicación de Juana. En las notas que le dimos le decíamos que es un personaje que nunca está, vive con una obsesión y una determinación absolutas.
P.- Es una película muy intensa emocionalmente. ¿Fue un rodaje emocionalmente complicado?
R.- Había momentos de mucho respeto por ese trabajo que estaba haciendo Juana y el resto de los actores. Es una película que va muy directa a las emociones, a provocar algo en el espectador y que después debe generar un debate. Esa emoción busca generar una pregunta: ¿Hay alguna posibilidad de que esto cambie, se puede detener el ciclo de la violencia?
P.- Es una película muy distinta a Agallas, pero siguen moviéndose en el terreno del thriller.
R.- Está muy cerca también del drama o incluso la tragedia. Nos sentimos cómodos en el marco del thriller, nos permite mantener la atención del espectador. Hay dos planos en ese thriller, por una parte, la búsqueda del supuesto asesino, por la otra descubrimos con los flashbacks lo que ha pasado en Colombia.
P.- La figura de Carmelo Gómez contrarresta esa intensidad trágica.
R.- El personaje de Carmelo es lo contrario al de Juana. Para un actor como Carmelo, atractivo y de gran presencia, era un reto interpretar a alguien que casi va a la contra del propio actor, un hombre muy apegado a las faldas de su madre, sin grandes dotes sociales, que ha tenido problemas con el acohol... y la aparición de Juana significa la aparición del amor por primera vez en su vida. Por eso viven totalmente desconectados, para ellos es una historia que significa cosas muy distintas.
P.- En ese niño traumatizado también atisbamos una esperanza.
R.- El cuidado de la madre por el niño nos ofrece otro rostro de Juana, no es una madre desnaturalizada. El niño es una clara víctima del stress post-traumático, en las guerras por desgracia hay muchos casos como el suyo. La película tiene un final agridulce, en ese taxi que se va quizá comienza una vida nueva pero antes hemos visto que la violencia sigue allí, enquistada.
P.- Es curioso que los "malos" sean paramilitares, no de las FARC.
R.- No hay un posicionamiento ideológico, ni buenos ni malos, todos son malos. Cuando te alcanza una bala, te da igual de dónde venga.