Pablo Aranda

El escritor malagueño publica El protegido (Malpaso)

Pablo Aranda, escritor malagueño de 1968, autor de Ucrania y de La otra ciudad y de algunas novelas infantiles y juveniles, reportero de viajes y columnista del diario Sur, publica El protegido (Malpaso). En el cascarón de una ficción policiaca, Aranda ofrece un relato intimista sobre el paso de la juventud a la madurez. Jaime, el protagonista, es un hombre en la treintena larga, atractivo, empático y conformista. Vive una vida normal; es decir, anodina. Un día acompaña a su novia a enseñar un piso que ella quiere alquilar. Se presentan dos chicos musulmanes; son hermanos. El piso es para el mayor, que paga la fianza y desaparece. Al poco tiempo aparece, muerto. Jaime cree que lo justo es devolver el dinero a la familia y así lo hace. Pero su actitud generosa no quedará sin castigo.



Pregunta.- ¿Cuál fue el germen de esta novela?

Respuesta.- Quise partir de una atmosfera desasosegante y a partir de ahí contar la historia de un hombre angustiado. También parte de una anécdota real: yo acompañé a mi mujer a enseñar un apartamento, y recuerdo que pensé entonces: ¿y si este hombre que ha visto la casa se muriera? ¿Qué haría?



P.- La faja dice que se trata de una novela policiaca, pero la trama familiar, o intimista, pesa más en gran parte del relato, ¿no es así?

R.- Sí. A mí tampoco me convence catalogarla como novela negra o policíaca. Es una novela donde uso mis temas de siempre; no he eliminado lo literario pero sí he reducido lo narrativo; así que supongo que se acerca más al guion. Sí que hay intriga, algo de thriller, pero a mí me interesaba mucho la evolución del personaje.



P.- En la novela retrata la realidad de los inmigrantes musulmanes en el sur de España, el tema del desarraigo, el choque cultural... ¿qué le interesa de estos temas?

R.- En concreto, me interesa el desarraigo, del que ya me he ocupado en libros anteriores. Y para tratar esto el inmigrante es un sujeto perfecto: no es de aquí pero, al emigrar, tampoco es de allí. En el caso del personaje de Marián, ella es inmigrante, musulmana y mujer; y cometió el error de comportarse en Marruecos como una francesa y aquí, en España, aunque está liberada y va a la universidad, sigue siendo una emigrante.



P.- El protagonista de la novela es alguien, en cambio, totalmente integrado.

R.- Una peculiaridad que tiene este personaje con respecto a los de otras novelas mías es que está incluido pero extrañamente. No aparecen sus padres, no sabemos si tiene hermanos; se le ve necesitado de un anclaje, que en su caso suelen ser las mujeres, es inmaduro y está perdido. Mi intención era que a medida que se perdiese fuese madurando y dándose cuenta de que esto iba en serio.



P.- También es una novela sobre la juventud -sobre sus errores- y sobre las oportunidades pérdidas.

R.- Es cierto. A los quince años uno se imagina que a los cuarenta estará casado, tendrá hijos, un trabajo, una bonita casa. Las estadísticas muestran que eso en muchos casos no es verdad. Está el que ha alcanzado el ideal, claro, pero en la mayoría de los casos ese ideal se ha caído.



P.- Elige contar la historia cronológicamente con un largo flashback en el centro. ¿Por qué esta estructura? ¿Creyó que de ese modo sería más fácil seguir la trama?

R.- Me ocurrió eso exactamente. La estructura inicial tenía muchísimos más saltos temporales que quizá complicaban su seguimiento. En sucesivas correcciones se me ocurrió esta otra estructura; es algo que me pasa a veces porque me lanzo pronto a escribir y hasta que no he avanzado no me hago una idea clara de la novela; es entonces cuando vuelvo atrás, la retomo y fijo lo que llevo con un especie de genograma, un mapa con todas las relaciones. Me gusta que esta novela haya quedado bien ordenada temporalmente. Es la primera vez que lo hago.



P.- A lo largo de su carrera se ha desempeñado en varios géneros dentro de la narrativa, además de la novela: el cuento, la novela juvenil... ¿Hay en usted para cada tiempo un género?

R.- Mi género es la novela; eso es, digamos, lo serio. Aunque tengo un libro de viajes que aún no he publicado y escribo artículos de opinión y reportajes. Pero esto son cosas que me salen y me mantienen y me redondean el sueldo. La novela es el trabajo de verdad. Yo me rijo por el calendario escolar, y de hecho mi horario de trabajo es desde que dejo a los niños en la escuela hasta que los recojo. Mi fecha ideal para empezar una novela es el siete u ocho de enero, después de Navidad, porque sé que tengo fácil escribir todos los días hasta final de junio. No escribo ni mucho menos ocho horas al día; es un rato al día, pero todos los días, eso es importante.



P.- En otros libros ha mostrado su lado humorístico. Hay escritores con esta veta que, cuando se sientan a escribir una novela más seria o grave, en la que el humor no ha de ser al menos evidente, les cuesta contenerse. ¿Le ocurre a usted?

R.- La verdad es que no. Gente cercana me dice a veces que escriba cosas menos oscuras, más divertidas. Y yo lo hago, pero distingo bien; ahora tengo una novela juvenil que estoy corrigiendo y es una locura de humor absurdo, pero sobre algo serio. En este tipo de novelas como El protegido no me tengo que contener, me sale así. Supongo que es por los personajes a los que tiendo, casi siempre con algún tipo de tormento. La verdad es que me gusta mover a mis personajes por el desfiladero.