Martí Manen en el Pabellón de España en la Bienal de Venecia de 2015
Empieza la 56ª edición de la Bienal de Venecia. Hablamos con el comisario del Pabellón español.
Pregunta.- ¿Qué cambios conceptuales introduce en la idea de "pabellón España"?
Respuesta.- No sé si puedo hablar de cambios conceptuales, pero sí que hay un replanteamiento de tiempo. El pabellón es presente pero también hay una recuperación de un pasado desde la actualidad. Un pasado complicado y no agradable para muchos. Hay un diálogo en marcha a varias voces y un deseo de trabajar lo sensual, lanzar contenidos pero sin enseñarlo todo. Hay muchas vías trabajadas, pero no todo tiene que aparecer de golpe.
P.- Una de las cosas que siempre intenta es salir de la idea de exposición habitual. ¿También aquí?
R.- Como exposición es clásica: se mantiene constante y allí estará durante varios meses. El proceso sí que ha incorporado algunas situaciones de visibilidad lejos de Venecia. Espacios independientes en Barcelona y Madrid, lugares de trabajo real en contextos internacionales y muchas charlas mantenidas con varios agentes para facilitar el contacto con el trabajo de los artistas presentados. No hemos tenido miedo de contar qué estábamos haciendo y cómo, compartir el código. En la publicación también hay algo de ello: además de la función lógica de análisis y presentación del propio proyecto y de las propuestas de los artistas, se ha invitado a cuatro personas a escribir para realizar algo así como un análisis contextual de la situación artística española hoy.
P.- Dice que busca un tono Dalí: ¿cómo es ese tono y qué le interesa de él?
R.- Dalí es una máquina que logra situar muy bien los puntos de partida. Simplemente mirando las entrevistas con él, puedes ver cómo domina la situación, cómo juega con el lenguaje para lograr un tipo de atención específica. Tiene un enorme control de la situación mediante el descontrol que provoca. El tono que busco está aquí, en esta mezcla entre lo complejo y lo directo, entre la sensualidad del personaje y la fascinación por el fetiche. El tono está en el acceso, en el modo de entrar en el proyecto y está en varios elementos que sirven para buscar una buena recepción de los trabajos artísticos, que es algo que me importa mucho.
P.- El pabellón que propone, ¿es celebrativo o de descubrimiento?
R.- Pues estamos jugando con estos dos términos. La aproximación primaria a la bienal se mueve entre estos dos parámetros y en nuestro pabellón mezclamos y desmontamos parte de ello. Es Dalí, así que los visitantes se acercan para reconocerle, pero al entrar en el pabellón se van a encontrar con otro Dalí que el que habitualmente se presenta. Me interesa trabajar una idea de sensualidad en la exposición. La entrada en Venecia tiene que ser sensual, tienes que interesar en esos dos primeros minutos para después lograr la atención a las obras y proyectos que se presentan de Cabello/Carceller, Francesc Ruiz y Pepo Salazar. Hay conexiones que aparecen en el pabellón entre Dalí y las tres propuestas presentadas pero no se trata de conexiones fáciles. Hay pistas y caminos, pero asumimos la complejidad como algo necesario en nuestro momento.
P.- Ahonde en esa relación entre Dalí y Cabello/Carceller, Francesc Ruiz y Pepo Salazar.
R.- Las propuestas de Cabello/Carceller se posicionan en una lógica de pensamiento queer que es transfronteriza, Francesc Ruiz trabaja con publicaciones y cómics con orígenes en distintos lugares y la propuesta de Pepo Salazar se mueve desde la cultura industrial a lo significante de la imagen en la red. O sea, propuestas que entienden el mundo como lugar de trabajo pero que son conscientes de una necesidad de activación política que va más allá de la política tradicional. En España existe la costumbre de evitar los temas y de utilizar permanentemente subterfugios o un lenguaje simbólico al que se le presupone un contenido y una posición cuando es pertinente preguntarse si no se trata simplemente de un sistema de defensa. Desde fuera no se puede comprender este no-discurso habitual ya que es algo que va más allá de los códigos de comunicación y no hay claves de aproximación. Así que creo que las tres propuestas artísticas y el propio Dalí se mueven en cierta desubicación en España pero que tienen otro tipo de relación con otras latitudes.
P.- Leo: las propuestas de los artistas tienen un "lenguaje internacional" pero están atentas a un hacer "español". Háblenos de eso… ¿Es un pabellón español hablando de arte español?
R.- El pabellón no habla del arte español sino que lo que quiere es preguntarse sobre un momento y adentrarse en una historia bastarda. La función no es la de representar el Arte Español sino destacar una serie de artistas y preguntarse sobre algunos elementos históricos. A Salvador Dalí se le ha borrado de la historia del arte español por su éxito comercial y por el peligro que supone. Era alguien que desmontó las normas del mercado y que hablaba de dinero sin esconderse, alguien que políticamente es un auténtico desastre, ese mismo desastre que es Marinetti o ese desastre que supone que otros artistas que sí que han sido perfectamente aceptados estuvieran en un estudiado silencio. Duchamp y Dalí comparten tiempo en Cadaqués, ambos bajo el franquismo. Dalí está hablando con Franco y con el futuro Rey de España al mismo tiempo, así que sacar su figura también es problemático ya que conlleva generar dudas sobre la construcción histórica que se ha realizado con la transición. Pero el arte es el luga rpara las dudas, para la creación crítica, para ir a campos lejos de lo seguro.
P.- Y, ¿tiene sentido hablar de pabellones nacionales?
R.- La Biennale di Venezia es historia y se lee en presente. La madre de las bienales sigue con los pabellones nacionales y hay elementos positivos en esta decisión. Para empezar, es más difícil olvidar lo que está pasando y lo que pasó ayer. La arquitectura de los pabellones responde a momentos históricos y creo que esto es algo interesante cuando constantemente estamos enterrando el pasado y el ayer para potenciar la novedad. Al mismo tiempo, la presencia de los pabellones nacionales implica una cacofonía de voces importante. Cada país hace básicamente lo que quiere o lo que puede, con lo que tenemos propuestas muy distintas en tono, contenido y aspecto. Así que no es una bienal monótona o algo perfectamente dirigido por alguien. No, hay más opción para la sorpresa y estamos menos preparados para lo que vamos a encontrar, lo que es positivo. A mí me interesa la atemporalidad que implica la idea de las naciones en la bienal. Hay algo fuera de tiempo pero hay grietas en las que investigar, modelos a observar, sistemas de trabajo y la duda constante sobre qué significa la representatividad.
P.- Dalí manejaba como nadie a los medios. Era persona y personaje. ¿Cómo condiciona la imagen pública del artista hoy?
R.- Dalí entiende muy bien la necesidad de un personaje público que se articula mediante las normas del sistema. "Mediante" no significa que se tengan que seguir. Sabe leer muy bien lo que es necesario para tener visibilidad y para que esta visibilidad sea un camino para su trabajo artístico. No es únicamente un animal social sino que es alguien que sabe negociar constantemente con la situación y desde una posición artística. Dalí es performativo, es escritura, es medio de comunicación en sí mismo. Evidentemente, es una figura que fascina tanto a Warhol como a Koons, artistas que quieren aprenderlo todo de él. Dalí sabe analizar y sabe llevarlo a su campo, desubica a los entrevistadores y es él quien marca el ritmo y esto es algo importante. No sé si es equiparable a todos los artistas de la actualidad, pero sí que Dalí logra que la figura de artista esté presente y tenga voz. Una voz extravagante pero voz al fin y al cabo. Si escuchas lo que tiene que decir la voz empiezas a encontrar sorpresas y planteamientos discordantes, paradojas y complejidad. En prime time.