José Manuel Mora

Fortune Cookie, pieza que ha escrito el dramaturgo, se representa en el Teatro Valle-Inclán del 11 al 21 de junio

"A veces nos olvidamos de vivir", sentencia José Manuel Mora (Sevilla, 1978) que vuelve al Teatro Valle-Inclán con una nueva pieza teatral. Se llama Fortune Cookie y se sumergió en el proceso de escritura tras la llamada de su amiga Carlota Ferrer, directora de la obra. Se trata de un proyecto de los laboratorios de creación de LazonaKubik "cuyo acento se centra en la búsqueda más que en el resultado". En esta ocasión contaban con "el deseo de poder buscar, retroceder y rectificar frente al tiempo convencional que son 40 días de ensayos", explica. Dos historias centrales vertebran las diferentes relaciones que salen de las mismas y se entrelazan unas con otras, como pasa en la vida. No obstante, Fortune Cookie no se puede reducir a una fábula, todas las relaciones que existen entre los personajes, aunque sean secundarios, tienen el mismo peso e importancia.



Pregunta. ¿Cómo surge la idea de la pieza?

Respuesta.- Fortune Cookie es un proyecto enmarcado dentro de los laboratorios de creación de LazonaKubik. Desde allí apostaron por una serie de creadores y Fernando Sánchez-Cabezudo y Gonzalo Salazar decidieron invertir en un proceso de creación cuyo acento estuviera más en la búsqueda que en el resultado. Había un deseo y unos tiempos más permeables para poder buscar y poder perderte, retroceder, rectificar frente al tiempo convencional que son 40 días de ensayos. Ellos apostaron por dos directores que son Julián Fuentes Reta (dirige Hard Candy) y Carlota Ferrer.



P.- ¿Cuándo se suma al proyecto?

R.- Carlota y yo tenemos una relación personal y artística muy poderosa, trabajada, de muchos años. Me llamó para que me encargara de la dramaturgia del texto. Barajamos varias ideas pero finalmente nos interesaba escribir un texto propio e indagar en algunas vivencias de la cultura china y de muchos habitantes chinos de Usera. Precisamente porque LazonaKubik está en ese barrio. A partir de aquí recolectamos material que en realidad no fue más que el disparadero para llegar a otros aspectos y asuntos.



P.- Pero no se trata de un retrato de la cultura china, ¿no?

R.- El punto de partida fue indagar en la cultura china y el punto de llegada fue otro. El público no va a ver un espectáculo documental sobre esta cultura ni mucho menos. Con todo el material que obtuvimos en la búsqueda escribí el texto.



P.- En qué se inspiró a la hora de retratar cada uno de los personajes, porque cada uno de ellos es una metáfora de la vida...

R.- Ese material no es más que el espejo en el que poder mirarnos Carlota y yo y hablar de nuestra crisis. En el espectáculo anterior, Los nadadores nocturnos, una distribuidora, una mujer con un conocimiento muy vasto del teatro, se enamora del espectáculo y decide venderlo. Me impactó mucho la manera personal que tuvo a la hora de enfrentarse a la pieza y su deseo personal de venderlo. Así llega la ficción y me pregunto por qué razón esta mujer querría vender un espectáculo de teatro. Y creo que al final las cosas personales tienen que ver con el amor. Aquí llegamos a una ficción con un personaje que es una distribuidora teatral que está vendiendo el espectáculo de Fortune Cookie que todavía no se ha escrito. Y necesita venderlo porque es la única manera de recuperar un amor perdido. Ese es el cañamazo de la ficción que también es el espejo de lo que nos acontecía. Es decir, Carlota y yo teníamos que hablar de algo que no estaba escrito. Teníamos que empezar a ensayar algo que aún no sabíamos qué era.



P.- Y, al final, ¿cuál es la necesidad vital de la historia?

R.- La necesidad del teatro y del amor, de sublimar el amor a través de la creación artística. Ahí resuenan muchos temas pero ese fue el inicio. El espectáculo que ella quiere vender es el que se está creando a raíz del material de China. Digamos que por un lado está ese material que tiene que ver con la ficción, de un autor en una crisis existencial que deja de escribir y decide viajar a China para adoptar un hijo. Esa es la historia que se está escribiendo y que la distribuidora tiene que vender. No hay una fábula, cuando intentamos reducir la obra al cuento pierde el sentido. Es más importante la idea del teatro como manera de recuperar la vida perdida y que muchos no podemos vivir y lo hacemos a través del teatro, la idea de trascendencia y superación personal que está tanto en la creación artística como en la idea de ser padre. Son más importantes los temas que la traducción al cuento, a una narración. Lo importante son la interacciones entre las historias. La gente va a ver una comedia de amor.



P.- Al fin y al cabo todas las historias son historias de amor.

R.- Todas las historias son historias abortadas de amor. Y todo el proceso de creación es una deuda de amor. Hemos perdido algo y lo queremos recuperar. O, uno recibió algo, tiene una deuda frente a ello y la manera de rendir pleitesía a esa deuda es el amor o la creación. Eso es más importante y tiene más que ver con lo que ahí se ve que con el argumento.



P.- ¿Cuánto hay de autobiográfico?

R.- Todo y nada. Digo todo porque todo lo que está ahí ha sido sentido, soñado y sufrido. Si entendemos la autobiografía no solo como lo que hemos vivido sino también lo soñado, como lo que nos hemos atrevido a desear, en ese sentido es absolutamente autobiográfica. Ahora, hay una escena en la que el autor es poseído y vive un exorcismo, yo no he vivido uno pero sí que me he podido plantear hasta qué punto estoy alojando un pensamiento que pueda ser autodestructivo en la escritura. En tanto que me lo he planteado lo he vivido. Por tanto, no es una frase hecha sino que realmente es todo y nada.



P.- Las historias de los personajes se entrecruzan entre ellas. ¿Cómo ha sido la labor de hilarlas todas?

R.- Hay dos historias o líneas que vertebran el texto; la de la mujer y la del escritor. Y en medio hay encuentros y desencuentros con una mujer que necesita abortar, con un sacerdote, con un traficante de documentación para viajar al extranjero, con un funcionario corrupto, etc. Hay muchos personajes secundarios. La diferencia, quizá, entre un autor de teatro convencional o más pegado al texto y uno más cercano a la escena, puede ser que el autor convencional determina desde el texto el sentido de la obra. Yo no he determinado el sentido desde el texto sino que lo hemos determinado a través de la puesta en escena de Carlota Ferrer y el trabajo de los actores. Ha sido una labor de ensamblaje de todas esas piezas, un puzzle que va encajando. Los actores se han atrevido a ponerse frente a un primer ensayo en el que el texto no está cerrado. Eso es caminar sin hoja de ruta.



P.- ¿Cómo es la puesta en escena?

R.- Lo voy a decir de manera sutil para no ser demasiado descriptivo. Es un espectáculo muy luminoso, Los nadadores nocturnos era más oscuro, violento. Y este es mucho más amable, diáfano, amplio, blanco. Blanco. Es un lienzo blanco en el que alojamos las historias.