Francisco de Goya: Autorretrato, c. 1775

El Museo Goya reclama una nueva dimensión de la obra del pintor a través del enriquecimiento de sus fondos artísticos, gracias a la exposición conjunta del patrimonio de la Colección Ibercaja y a un discurso expositivo que contextualiza el conjunto de su legado.

No es posible aproximarse a la figura de Francisco de Goya sin hacer referencia directa a Aragón, y especialmente a Zaragoza, siempre presentes en la vida del pintor por motivos familiares y sentimentales. Su formación como artista se inició en Zaragoza, y cuando regresó de su estancia en Roma, en el verano de 1771, Goya abrió taller en la ciudad hasta su marcha a Madrid en enero de 1775. Regresó en varias ocasiones, en 1790 con motivo de las fiestas del Pilar y en 1808 invitado por el general Palafox para representar los sucesos de los Sitios de Zaragoza. Siempre se mantuvo próximo a los círculos artísticos y políticos aragoneses.



Por todo ello, se hacía imperioso contar en la capital aragonesa con un museo que honrase la obra de su artista más universal. Este papel lo ejerce a día de hoy el Museo Goya-Colección Ibercaja, que se presenta con sus fondos artísticos enriquecidos gracias a la exposición conjunta del patrimonio de la Colección Ibercaja, a las cesiones de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y al legado de Don José Camón Aznar, que dio origen en su día al actual museo. "Ahora el museo tiene una nueva y relevante dimensión para Zaragoza y Aragón", afirma Rosario Añaños, directora del Museo Goya. "Se ha convertido en centro de referencia de la obra pictórica y gráfica de Goya".



Fachada exterior del Museo Goya, Zaragoza

El centro alberga en la actualidad unas 500 obras, de las que 39 son nuevas adquisiciones. En la colección destacan las 15 obras del pintor, y de forma especial las colecciones completas de los grabados, 244 en total, que convierten al Museo en el centro con mayor cantidad de obra de Goya en exposición. La producción del pintor está acompañada por una pléyade de piezas de autores anteriores, coetáneos y posteriores al artista de Fuendetodos que cumplen la misión de contextualizar al artista y de ofrecer una lectura histórica de su aportación a la historia del arte.



Uno de los atractivos más destacados del Museo es la sala de grabados, donde se exponen las series completas que el artista realizó entre 1778 y 1825. Este espacio es el único en el mundo que muestra permanentemente la obra gráfica completa de Goya, que se compone de 244 grabados: Los Caprichos (1799), Los Desastres de la Guerra (1810-1814; editada en 1863), La Tauromaquia (1816) y Los Disparates o Proverbios (1816-1824; editada en 1864).



"Es ampliamente conocida la trascendencia como grabador de Goya, que junto con Durero y Rembrandt son las grandes figuras de la historia del grabado", explica la directora. Todas y cada una de las series constituyeron hitos en un proceso de investigación gráfica y de creación desarrollado por Goya, que culminaría en las litografías de Los Toros de Burdeos (1825), donde demostró su capacidad de aprendizaje permanente y su sentido de modernidad.



El sueño de la razón produce monstruos, grabado de 1799

El grueso de la exposición se divide en tres plantas que recogen obras encuadradas entre el siglo XV y los años setenta del siglo XX. "La prioridad ha sido establecer un discurso museográfico que haga comprensibles el contexto cultural y artístico, los precedentes estéticos más próximos y la proyección posterior de las obras de Goya", comenta Añaños.



La primera planta está dedicada a los antecedentes, a toda aquella iconografía secular y tradicional que influyó y contribuyó a formar al pintor en sus comienzos. Se trata de obras fechadas entre los siglos XV y XVIII, en su mayoría pinturas y alguna escultura. La pintura religiosa española del Barroco tiene especial protagonismo en este espacio con piezas representativas del naturalismo, de autores como Jusepe Leonardo, Juan del Castillo y Sebastián Llanos Valdés; y del pleno Barroco decorativo como Alonso Cano, Juan Carreño y José Moreno. De esta corriente se muestran también lienzos de pintores aragoneses como Pedro Aibar, Vicente Berdusán y Pablo Rabiella, referentes de Goya en su juventud.

Obras de primer nivel

En el piso central adquiere ya pleno protagonismo la obra de Goya. A través de una selección de 15 piezas el visitante puede percibir y comprobar la evolución de su pintura desde su época de juventud en Zaragoza hasta la culminación de su carrera como pintor de Cámara en Madrid. Destacan obras de primer nivel del pintor de Fuendetodos, especialmente varios retratos, como su Autorretrato fechado en 1775, el Retrato de Félix de Azara, militar y humanista de la época o el Retrato de María Luisa de Parma. También encontramos obras más conocidas como un boceto de su cuadro de El 2 de mayo de 1808 o La Gloria o adoración del nombre de Dios, boceto que Goya hizo para el fresco de la bóveda del Coreto de la Virgen, en la basílica de Ntra. Sra. del Pilar. Completan el conjunto una serie de obras de sus referentes artísticos directos y contemporáneos como Corrado Giaquinto, Anton Mengs y otros destacados pintores españoles de la época, en especial de los hermanos Francisco y Ramón Bayeu.



Vista interior de la sala dedicada a la obra de Goya

En la planta superior, la muestra se centra en la influencia posterior del pintor aragonés, exhibiéndose obras que reflejan la repercusión del pintor en artistas españoles y aragoneses de los siglos XIX y XX. El recorrido comienza con los seguidores e imitadores de Goya, entre los que destacan Eugenio Lucas Velázquez y su hijo Eugenio Lucas Villaamil, Mariano Fortuny, Eduardo Rosales y Antonio Muñoz Degrain, que sintieron el fuerte influjo de la pintura de Goya. De forma particular, además, están representados los grandes pintores aragoneses con piezas destacadas como Nieblas de primavera, de Francisco Pradilla, Pastoras en el monte, de Mariano Barbasán, y el Dux de Venecia, de Marcelino de Unceta. En esta línea centrada en Aragón también se reserva un espacio para los tres grandes escultores aragoneses del siglo XX: Pablo Gargallo, Honorio García Condoy y Pablo Serrano, que reciben un tratamiento destacado por la trascendencia nacional e internacional de sus trabajos.



Además de esta exposición permanente, el Museo cuenta con muestras temporales periódicas. Es el caso de Goya y Zaragoza. (1746- 1775). Sus raíces aragonesas, realizada esta primavera gracias a la colaboración de la Fundación Ibercaja, el Museo del Prado, la Fundación Goya en Aragón y el Gobierno de Aragón, que reúne una selección de obras que fueron creadas por Goya en los años de su formación. De cara a futuras exposiciones, la directora del Museo lo tiene claro: "Nuestro propósito es seguir por este camino expositivo, acercándonos desde todos los ángulos posibles, a la figura de Goya y a su entorno".

El genio interior

Los últimos años de Goya, además de convulsos en lo político, estuvieron salpicados por múltiples enfermedades y recaídas que la dura constitución del aragonés fue sorteando como pudo. En su época era imposible saber algo que hoy está demostrado, que la causa de la grave enfermedad que sufrió el Maestro, y le provocó la sordera, fue el saturnismo, una dolencia provocada por intoxicación de derivados del plomo que Goya utilizaba, mezclando con el color blanco, para resaltar y hacer brillar, por ejemplo, las medallas que ostentaban casi todos sus retratados. Estuvo a punto de irse. Sólo su enorme fuerza y determinación le arrancaron de las garras de la muerte, y aunque con secuelas físicas, Goya renació como un nuevo artista. Dicen que los sordos son desconfiados, es posible. El antaño sociable y galante pintor se encerró en sí mismo y se volvió huraño y solitario, pero a cambio, dejó para la posteridad lo mejor de su obra. El mejor Goya no es el Pintor de Cámara, ni el retratista de la burguesía, sino el Goya de las Pinturas Negras, que trabaja con las tripas y el corazón, y plasma los fantasmas que pueblan su cabeza. Ese Goya admirado por las generaciones posteriores de pintores, que vieron en él un genio de los sentimientos más reales y un precursor del expresionismo pictórico y de muchas otras vanguardias que marcarían el siglo XX.