Juan Antonio González Iglesias
"La ausencia de maestros explica la ansiedad colectiva de nuestra época"
3 septiembre, 2015 02:00J. A. González Iglesias. Foto: Antonio Portela
El escritor publica un nuevo poemario, Confiado (Visor, 2015), XXXVI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla.
Pregunta.- Antes de este Confiado había publicado una antología de su poesía, Del lado del amor (Visor, 2010). ¿Entendía que estaba en un punto de inflexión en su trayectoria después de esta publicación?
Respuesta.- Del lado del amor era mi poesía reunida hasta hace unos años. Tenía la sensación de que lo esencial estaba dicho. Es decir si ya no hubiera escrito nada más, habría estado tranquilo. Ahora me alegro de haberme aventurado a escribir algo nuevo, como un fruto de todo lo precedente. Es un camino que se recorre a ciegas. Ahora veo que la confianza es una consecuencia del amor.
P.- ¿Por qué se muestra 'confiado' en esta etapa de su vida y por qué eligió esta palabra como motivo para este libro?
R.- No sé muy bien cómo elegí la palabra. Tengo la impresión de que me eligió ella a mí. Me llamó la atención cuando, en un momento de crisis, uno de mis amigos me preguntó por SMS si estaba más confiado. Ahí comprendí que se puede estar más o menos confiado en los demás o en el mundo. Me parece que un atributo de la madurez es precisamente la confianza en lo que nos pueda suceder. A menudo los jóvenes se ven obligados a desconfiar. La confianza es un aprendizaje, una virtud en el sentido antiguo, se cultiva. Ha sido un tiempo en el que está idea se me ha aparecido en muchos lugares, en muchas palabras. He estado atento, he ido anotando y dando forma. El poeta transcribe más que escribe. La opción poética por una palabra es una opción ética. Ser confiado implica no acumular sabiduría negativa, ni odio. Esperar el futuro como algo bueno.
P.- Este libro se elaboró en la Villa Marguerite Yourcenar gracias a una beca del Département du Nord. ¿Cómo influyó en Confiado el hecho de habitar en este lugar durante un tiempo?
R.- Influyó decisivamente. En primer lugar por el hecho de que una institución pública confiara (y no es redundancia) en un proyecto que podría parecer ingenuo o quijotesco pero que era central para mí como poeta. Después vino el entorno, la casa en medio del bosque era a la vez una realidad y una metáfora de la confianza. Yourcenar es para mí una maestra. Los maestros nos dan tranquilidad. Una de las claves que explican la ansiedad colectiva de nuestra época es que nos hemos quedado sin maestros. Bueno, la gente acepta el magisterio de un cocinero, lo llama master o chef, o incluso las dos cosas (¡maestro-jefe!), o del instructor de artes marciales al que llama Sensei con una reverencia, pero a su profesor, a su escritor, a su filósofo o a su poeta no lo admite como maestro. Occidente se ha quedado sin maestros. Este libro está escrito en casa de Yourcenar, compartiendo su espacio. Determinados tiempos nos angustian, pero afortunadamente determinados espacios nos serenan.
P.- Se percibe en el libro una intención de vivir en armonía con el mundo. ¿Cómo se puede lograr algo así en la actualidad, cuando nos hemos vuelto tanto hacia nosotros mismos?
R.- Es un acto de la voluntad cuyas consecuencias abren la puerta a lo inesperado. Hay mucho de disciplina y de renuncia en la armonía con el mundo. Esto los orientales lo saben muy bien y los occidentales no lo hemos sabido hasta hace unas décadas. Cuesta, pero merece la pena. Los ascetismos epicúreos, estoicos, cínicos, cristianos... buscaban en el fondo acompasar el corazón humano al corazón del cosmos.
P.- En 'Lo que importa' dice "Soy un hombre en creciente desacuerdo/con su época". ¿A qué se refiere exactamente?
R.- A muchas cosas que en la poesía nunca enumeraría seguidas. Pero estamos en una entrevista y debemos ser concretos: a la aceleración constante de nuestro mundo, su complicación innecesaria, la pérdida vertiginosa de la intimidad, la descortesía, la mala fe, este reino de la cantidad en la que todos son estadísticas y no se aprecia lo cualitativo... Me hace sentirme exiliado la costumbre última de intentar aniquilar al que piensa lo contrario de uno mismo. El anatema social contra el otro, la excomunión política, las amenazas, los insultos... son todo lo contrario a lo que yo aprendí cuando estudié la democracia ateniense y cuando viví de joven los primeros años de nuestra democracia. Un mundo en que el otro debe ser aniquilado no es mi mundo. Me da la sensación de que todas esas cosas son la misma. Por eso en el libro las combato con un logos único. Hago mío el poema de Jorge Guillén: "rechacé /mundo lo que te sobraba / pero te guardé mi fe".
P.- Por otro lado, palabras como smartphone, blog o gayumbos, alimentan Confiado y los críticos suelen hablar de su obra como una mezcla de modernidad y poesía clásica. ¿Existe una reflexión para situarse en un punto intermedio entre estas dos posiciones?
R.- No es una reflexión, sino una necesidad de lenguaje. Determinada belleza hay que decirla con determinada palabra. Tampoco creo que sea un término medio sino casi lo contrario: la capacidad de transitar los extremos en un paseo seguido, como un acróbata. La palabra gayumbos y la palabra amor están directamente conectadas en la vida y en el logos. Lo mismo digo del smartphone y del blog. Como toda acrobacia, tiene sus riesgos. Si sale bien, la poesía habrá logrado uno de sus objetivos: que el lenguaje sea igual a la vida.
P.- El origen de sus poemas muchas veces descansa en anécdotas en apariencia muy livianas como el trino de unos pájaros o el vaso de agua que se ofrece a un recién llegado. ¿Cómo se entrena la mirada para poder abstraer lo oculto o importante de lo que en apariencia es banal?
R.- Si lo pensamos bien, el trino de los pájaros o el vaso de agua fresca que se ofrece al recién llegado no son cosas banales. Merecen una atención mucho mayor de la que le dedicamos. Estoy seguro de que tienen repercusión sobre nuestras células y mejoran nuestra salud. No es sensiblería romántica sino afinamiento clásico de nuestra sensibilidad. La mirada se entrena con una buena educación en las artes incluidas las artes plásticas, la música y la poesía. Sin eso estamos perdidos. A veces la sociedades actuales parecen un enjambre enloquecido en el que sólo se habla de política y economía, o de una mezcla confusa de ambas, que no son el fin del ciudadano sino los principios que le permiten realizarse. La poesía es una llamada a lo esencial.
P.- El erotismo también recorre este libro. ¿Cree que está en peligro de extinción por culpa de la banalización del sexo en medios y productos culturales, el porno, etc.?
R.- Algo de eso hay. Eros es una fuerza que está en el principio mismo de la vida. Es la vida y como tal se adaptará a todas las mutaciones que vengan. Ahora bien, tiene usted razón en que está banalizado y reducido a un sexo mecánico y desprovisto de maravilla. Así se ha adaptado a nuestra época. Lo que en el mundo antiguo era un dios ahora se somete a las facilidades tecnológicas y a artilugios varios. Tanto en la relaciones de pareja estable como en las aventuras ocasionales la gente parece haber olvidado que el encuentro de un ser humano desnudo con otro ser humano desnudo es un acontecimiento vital de primer orden. Es difícil describir lo que sucede en un momento así, pero puede intentarse. Yo lo intento. El deseo previo y la rememoración posterior también son poesía.
P.- ¿Es el amor la clave de su obra?
R.- Sí. En todas sus variantes, que sólo son facetas de una misma realidad. Quizá si lo escribiéramos con mayúscula, como nuestros antepasados, se vería más claro. El amor es tarea propia de los poetas no sólo para los lectores individuales, sino para la sociedad entera. Lo hemos dejado en manos de los psicólogos, sexólogos, médicos y científicos en general que suelen describirlo en sus patologías y materialidades. Pero el amor humano no puede reducirse a la autoayuda. Su plenitud debe ser dicha primordialmente por los poetas y por los filósofos. En este libro, como en toda mi obra, los poemas fundamentales son los que dicen el amor de mi vida.
@JavierYusteTosi