Ilustración: Luis Parejo

Desde Las afueras (1958) a El sueño de San Luis (2015), el narrador y académico Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) ha construido una de las obras literarias mayores del último medio siglo, ajena a modas, banderías y miedos.

¿Qué libro tiene entre manos?

Siempre varios a la vez, que leo a diferentes horas. El más lejano -pero no inactual- es El antiguo régimen y la Revolución, de Tocqueville.



¿Y qué libro abandonó por imposible?

Muchos. El haber sido lector de Seix Barral y de Alfaguara fue de gran ayuda para saber dejarlos a tiempo.



¿Con qué personaje o escritor le gustaría tomarse un café mañana?

Con Ulises, Homero y Joyce.



¿Cuántas veces va al teatro al año?

Me sería más fácil recordar en qué año fui al teatro. Desde siempre, las únicas obras de teatro que me interesan son las que se pueden leer como una novela. Hay excepciones, como el Marat Sade.



Cuéntenos la experiencia cultural que le cambió su manera de ver la vida

La lectura en voz alta que me hizo mi abuela -aprendí a leer tarde por lo de la guerra- de El Rey Lear.



¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?

Depende de lo que entendamos por eso. Me gustan pintores coetáneos como Antonio López o Miguel Barceló. Las instalaciones y todo eso me parecen, en cambio, una tomadura pelo.



¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?

Velázquez.



¿Qué papel desempeña en su obra el subconsciente?

Lo mismo que en la de cualquier otro escritor. Hay una parte de lo que llamamos inspiración que tiene su origen en el subconsciente.



¿Y la temprana muerte de su madre?

Consciente, ninguna. El no tener ningún recuerdo de ella me indujo desde niño a apañármelas solito. Pero el subconsciente es muy suyo. De eso trata El sueño de San Luis, publicado recientemente por Anagrama.



¿Cuál es hoy el sueño literario de Luis Goytisolo?

Que la inspiración no me abandone.



¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?

La crítica de altura -y en eso he tenido suerte- ayuda a contemplarse uno mismo con objetividad.



¿Qué música escucha en casa? ¿Es de iPod o de vinilo?

El medio es lo de menos. Eso sí, mis obras favoritas suelen estar en vinilo.



¿Es usted de los que recelan del cine español?

El cine español tuvo el problema de la censura durante el franquismo, mientras en los países vecinos se producía un cine de gran calidad. No obstante, aquí y allá van surgiendo buenas películas, como El sur o Amanece que no es poco. Eso sí, el cambio en los hábitos sociales no le favorece en absoluto. Ni aquí ni en ninguna parte, empezando por Estados Unidos, su antigua meca. Las realizaciones actuales tienden a responder a unos pocos planteamientos que se van repitiendo incesantemente.



¿Qué libro debe leer urgentemente el presidente del Gobierno?

Alicia en el país de las maravillas.



¿Y el de la Generalitat?

Una novela rosa.



¿Cómo se ven los embates nacionalistas desde el Molí del Salt, su refugio actual?

Como una burbuja más de las que se vienen produciendo desde mediados del siglo XIX. Acaban pinchando pero reaparecen.



¿Intuye la situación de los escritores catalanes que escriben en español tras el 27-S?

Depende de lo que se entienda por escritor catalán. Yo soy barcelonés y el hecho de haber nacido en Barcelona no hace de mí un escritor catalán. Se lo puntualicé al buen amigo que fue Rafael Conte hace ya bastantes años.



¿Le gusta España? Denos sus razones.

El pasado de España tiene aspectos deslumbrantes. Y también aspectos detestables. Y es la persistencia de los protagonistas o partícipes de tales aspectos lo que me impulsa a veces a tomar distancias, a desear poner tierra de por medio.



Regálenos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país.

Dar a sus habitantes una formación cultural en el sentido estricto y tradicional del término.