Rogelio López Cuenca en el IVAM, Valencia

El artista inaugura en el IVAM la exposición Radical Geographics que recoge algunos de sus proyectos desde finales de los 90 junto a una instalación específica para el museo valenciano.

Sus proyectos proponen una revisión de las ciudades hurgando en las transformaciones, casi siempre negativas, que se llevan a cabo cuando se convierten en focos del turismo. Lo suyo es contra mapear, dar visibilidad a lo excluido por el simulacro turístico. Es Rogelio López Cuenca (Nerja, Málaga, 1959), uno de nuestros mejores artistas, siempre crítico e irónico, que hoy presenta nueva exposición en el IVAM agrupando algunos de sus míticos proyectos con una instalación específica para una de las galerías del museo valenciano. El título, Radical Geographics, es un mix de varios de sus motores creativos: el manejo del lenguaje y la relectura de imágenes cotidianas o procedentes de los medios, con los que lanza una ácida y aguda mirada a la cultura y la sociedad contemporánea.



Pregunta.- ¿Qué interrogantes abre esta nueva exposición?

Respuesta.- Espero que sean más de lo que yo mismo sé o imagino, que desborden lo que uno cree que sabe... pero las cuestiones que estas distintas geografías radicales han querido abordar giran en torno a la representación, a la imagen, al territorio, a la ciudad y a nuestra vida en ellas, a la memoria y las identidades colectivas, y a su fabricación e instrumentalización como dispositivos de control social. Y, de una manera autocrítica, al arte, a la cultura, al papel principal que en ello juegan. Y ensayar qué roles "otros" serían posibles.



P.- El título juega con la idea de Radical, en alusión a las llamadas geografías críticas, y con National Geographic. ¿Qué busca plantear con él?

R.- Sí, el título utiliza un recurso poético común, la apariencia de la errata, del error, del lapsus, que descubre en un enunciado unas resonancias en principio completamente ajenas, extrañas, pero cuyas conexiones de esa "equivocación", de ese desvío, hace súbitamente visibles. Poesía, ya digo. Y el tropo, paronomasia. Se hacen cruzar la industria del entretenimiento y la "sana curiosidad" por lo "otro", National Geographic, con las geografías radicales que desde los 70 se han atrevido a mirar más allá de lo que se nos vende como "la realidad". Ese cruce, o incluso "choque", alude al propio campo de tensiones en que el trabajo artístico tiene lugar.



P.- Nos trasladan a lugares como Lima, Roma, Málaga, Valparaíso, los campos de refugiados de Tindouf (Argelia)... Dice que son "contramapas". Explíquenoslo.

R.- La cartografía, bajo su pretendida apariencia de objetividad, es una maquinaria ideológica que construye e impone un marco interpretativo que nos obliga a imaginarnos el mundo y a nosotros en él. Pero también es una herramienta reversible, aplicable a la experimentación de otro tipo de narraciones, polifónicas, múltiples... que rebasen y rechacen la mera representación del territorio desde el punto de vista privilegiado que se arroga la mirada "a vista de pájaro" de la cartografía convencional.



P.- ¿Cree que tendemos a ver de manera superficial la historia?

R.- La mayoría de las opiniones que tenemos, acerca de cualquier cosa, y que creemos que son nuestras, no proceden de nuestra experiencia sino de narraciones, de representaciones interesadamente elaboradas por las élites. Y la historia, en ese sentido, es un instrumento de un poder formidable a la hora de construir mitos que eviten el pensamiento crítico y que simplemente asumimos, incorporándonos a una especie de desfile ya en marcha. La historia se reconstruye continuamente, y en la actualidad hay un corto número de imágenes y slogans, clichés que son capaces de simplificar procesos muy complejos y despacharlos, empaquetados y precocinados: calentar y listo.



Historia de dos ciudades, 2010

P.- Háblenos del proyecto específico que ha hecho para el IVAM, No/W/here: Valencia.

R.- Es el nombre de un taller realizado en colaboración con el IVAM y la UPV, en abril pasado, con estudiantes de bellas artes; un taller centrado en el análisis y la crítica de experiencias previas que tuvieron un origen similar. Y objetivos también: señalar eso que parece que no está en ninguna parte (nowhere) y sin embargo está pasando aquí y ahora (now, here). A partir de ese juego de palabras acerca del imaginario dominante y de su construcción a costa de la exclusión de toda disonancia, con un grupo más reducido de estudiantes interesados en el proyecto empezamos a esbozar una cartografía crítica de esta ciudad. En un momento, además, muy rico. Aquí han tenido lugar unas operaciones nunca antes vistas para incorporar Valencia al catálogo de ciudades globales en competencia por atraer capitales; todo a costa de la propia ciudad, suplantada por su imagen espectacular. Pero también hay ejemplos muy creativos de resistencia ciudadana y de propuestas participativas en defensa del bien común: desde los distintos "Salvem" (el Turia, el Botanic, la Huerta, el Saler, el Cabanyal...) hasta la contra-visita turística de "la ruta del despilfarro". Es decir, que a pesar del poder de seducción de la imagen mediática de los edificios- estrella y los mega-eventos, ha habido fuertes e imaginativas experiencias de contestación y resistencia a la lógica neoliberal del saqueo de lo público.



P.- ¿Y cómo es esa nueva Valencia de ese nuevo mapa?

R.- El trabajo está todavía en proceso. Lo terminaremos durante la exposición. Lo que se muestra ahora es una aproximación al estado de la investigación, previo a su formalización definitiva, así que quizá lo más distintivo sea el carácter colectivo del trabajo, la diversidad de perspectivas, y hasta lo conflictivo de las mismas. Que es algo que no se pretende en modo alguno evitar, sino al contrario: el propio museo ha sido protagonista -o víctima- de esa historia reciente. El tsunami neoliberal ha sido devastador en Valencia. Y hay que insistir en que esa cultura de escaparate fue capaz de atrapar la imaginación ciudadana, que respaldó mayoritariamente esas políticas reiteradamente, durante más de dos décadas. Y lo más alucinante es que el fenómeno se está repitiendo, tal cual, en otros lugares. Piensa en Málaga: cambia grandes eventos por pretendidos museos de arte y es el mismo modelo. A pesar de lo evidente de que sus costes sociales lo hacen insostenible, el aplauso acrítico de los medios y la fascinación colectiva son idénticos.



P.- Y el arte, ¿cómo puede tener una implicación social real? ¿Qué lugar ocupa en esa idea de revolución?

R.- Es que el arte produce realidad, sólo que parece que le estamos exigiendo una inmediatez palpable, un resultado que no puede ser sino frustrante. Igual que cuando se entiende por política sólo la institucional, o aún peor, la electoral, la profesional. Las posibilidades de intervención de las prácticas artísticas no tienen siempre la misma velocidad, pero su presencia es fundamental en los procesos de transformación social.



P.- ¿Por qué cree que el arte contemporáneo genera desconfianza?

R.- Lo que llamamos arte contemporáneo, lo que se presenta como tal no es en absoluto homogéneo. Hay, eso sí, un predominio, en el mercado y en la atención que le prestan los medios, de ciertas estrellas y de un arte-espectáculo que son la apoteosis de la autocomplacencia y el simulacro. Y ante eso, lo esperable no ya desconfianza sino la insumisión más absoluta.



P.- ¿Ha sentido alguna vez que molesta lo que hace?

R.- No va a gustarle a todo el mundo, claro. Sobre todo a quienes ya nos tienen diseñado el porvenir. Recuerda a aquella fórmula para comprobar si lo que se presenta como el periodismo lo es o no: si es algo "que alguien no quiere que publiques".



@bea_espejo