Fermín Cabal
El director y dramaturgo repone Tejas verdes en el teatro Nueve Norte
Pregunta.- Vuelve Tejas verdes a los escenarios de Madrid. ¿Cómo fue la investigación de estos testimonios y la concepción inicial del texto?
Respuesta.- Hablaban como personas normales, habían pasado años y el ser humano, en general, cuando se calma actúa de otra manera. Había mucha vergüenza por parte de la gente que había colaborado con la dictadura por los crímenes tan inapelables. Estuvo muy bien esa iniciativa y me he nutrido mucho de esos testimonios. La obra, en cierto modo, es un documento. Son relatos que he ido sacando y cuentan la historia de algo que no me he inventado sino que he versionado. Había un poema muy bonito de una muchacha joven que escribía un poema a su hermana que había desaparecido. Su hermana se llamaba Colorina, la describía y este personaje que me he inventado en realidad está basado en los testimonios que he ido encontrando alrededor de esa figura de gente que la conoció. La obra es material documental.
P.- ¿Qué fue lo más complicado de plasmar de todo aquello que leyó?
R.- He intentado, que es lo que más me ha costado y probablemente sea lo que está peor, ser objetivo, escuchar las razones de unos y de otros. Lo que más atraía dramáticamente era la figura de las personas que habían sido capturadas y torturadas por la policía de Pinochet y les habían obligado a torturar y matar a sus propios compañeros. Eso me parecía tan desolador y tan cruel que para mí ha sido la mayor dificultad. No sé si he llegado hasta el fondo pero lo he intentado.
P.- Imagino que es complicado de conseguir y también escuchar al bando de Pinochet e intentar entenderles
R.- Sí, muy complicado porque todos tenemos un punto de vista y mi punto de vista es de compasión por las víctimas y en contra de los verdugos, no lo puedo evitar. Pero les he escuchado, hay textos en la obra donde salen militares y abogados que defienden estas actuaciones. Incluso he extraído un texto de un libro de Pinochet en el que hace reflexiones filosóficas. Creo que es estupendo y que lo deberían de leer todos los chilenos en la escuela para que se den cuenta de cómo un gilipollas profundo escribe esas estupideces en un libro pretendidamente filosófico... he querido dar entrada a ese material real pero es muy complicado.
P.- ¿Se podría decir que es una obra de denuncia?
R.- No. Denuncia es cuando hay algo que no se sabe y lo denuncias. Esto es una obra de reflexión sobre la capacidad del ser humano para la crueldad y la injusticia. En ese sentido creo que es universal y por eso la obra puede ser escrita desde España. Mucha gente me ha preguntado, sobre todo latinoamericanos, que por qué no he escrito una obra sobre los crímenes de Felipe González y los GAL. No sé... me da igual unos que otros, todos son crímenes contra la humanidad. Los crímenes de Hitler son como los de Pinochet o los de Felipe González, no veo que haya unos crímenes mejores que otros. Yo puedo escribir de lo que quieras porque en realidad estoy hablando de una cosa que ha ocurrido y, desgraciadamente, sigue ocurriendo. Es una ingenuidad pensar que esto es una cosa que ocurrió hace 30 años en Chile. Sigue ocurriendo.
P.- Y como sigue ocurriendo el mensaje de la obra se puede extrapolar a cualquier tipo de crimen del futuro...
R.- Efectivamente. La gente joven es el futuro y quiero pensar que van a ser mejores que nosotros pero tenemos que hacer un esfuerzo por explicarles las cosas que hemos hecho mal porque sino lo repetirán.
P.- Y ese es el gran fallo, ¿no? Volver a caer en los mismos errores. Es como esa frase que dice que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla
R.- Sí, yo también lo he oído. Estuvo acertado y su palabra se ha sembrado en nuestra mente.
P.- La historia de Colorina se teje con los testimonios de sus compañeras dentro de la cárcel. ¿Cómo se configura?
R.- Sí, la historia va creciendo. Ten en cuenta que la estructura original de la obra eran siete monólogos. Cada uno era un personaje nuevo que añadía información que se sobreponía a las anteriores. A veces había complementariedad y en otras divergencia, así que se iban sembrando una serie de dudas pero al final el público construía su historia. Dramáticamente funcionaba muy bien pero no quería eso. No me gustan las obras de monólogos porque no es mi estilo, así que he reescrito la obra. He quitado texto, he añadido nuevo, hemos improvisado con las actrices, hemos metido canciones. Creo que el autor estará profundamente disgustado cuando vea la función. Es como tenía que haber escrito la obra al principio pero no lo supe hacer. Ahora que soy más mayor, he visto cómo reaccionaba el público y creo que tengo mejor perspectiva.
P.- ¿Cómo es la puesta en escena de la obra esta vez?
R.- Esta obra se ha hecho mucho, en Madrid al menos cinco veces y en el mundo anglosajón ha funcionado bien. La obra ha dado muchas actuaciones, en Londres fue un éxito y tuvimos el teatro lleno durante meses, me gustó mucho ya que contaban con unos medios increíbles. Nosotros trabajamos con una compañía muy modesta con presupuesto cero pero estamos haciendo una cosa que creo que como autor necesitaba, siempre se hace como un evento fúnebre y para mí el resultado era emocionante. El público se ponía a llorar como loco pero no salía satisfecho porque para mí esta obra es una reflexión no es lamento. No quiero hacer una obra de quejas y lloriqueos sino una obra donde el público se enfrente a los hechos humanos y piense qué harían ellos si estuvieran en esa situación. Pero sobre todo que se diviertan, que haya juego teatral, belleza, humor, que haya lo que hay en la vida, que es muy compleja. Porque en la vida no solamente hay sufrimiento aunque es importante. Hay amor, fidelidad, traición, ternura, cariño, violencia, hay de todo. Mi montaje trata de romper con esa tendencia de que tiene que ser un sermón moral, sombrío y fúnebre y no, es todo luz, color y belleza. Ese es el desafío.
P.- Pero contando algo tan humano con sentimientos tan profundos, tiene que ser complicado que la gente se divierta en el sentido más literal de la palabra
R.- Hicimos un ensayo con público. Invitamos a 40 personas y al terminar pregunté quiénes habían llorado. Levantaron la mano todos menos dos chicos jóvenes. Pregunté quiénes se habían reído y levantaron la mano todos menos seis o siete personas mayores. Pensé que no lo estábamos haciendo mal, que era un buen resultado.
P.- Volviendo a todo lo que ha viajado la obra por el mundo, ¿cómo ha sido la acogida de la obra en el extranjero respecto a España?
R.- En todas partes ha habido montajes espantosos y otros muy buenos. El de Londres fue memorable y también me gustó mucho el de Yolanda Markopoulus en Atenas. Era una compañía de chicas jóvenes y la embajadora de Chile en Atenas, que en ese momento era Sofía Letelier la hija del general Letelier que fue asesinado por Pinochet, se volcó. La compañía pudo trabajar con ciertos medios y el resultado fue muy personal. La obra ha funcionado muy bien en algunos sitios. En el teatro San Martín de Caracas también lo hicieron muy bien. Además Caracas es una ciudad de oposición al chavismo y esta obra que defiende la libertad en ese contexto era muy acuciante. En general la gente que hace esta obra es gente de buena voluntad y no tengo la menor duda pero el planteamiento general que se hace de convertirla en un sermón político no me interesa. En ese sentido discrepo con la mayoría de los montajes. Aunque es verdad que no los he visto todos.
P.- ¿Una vez acabe con este montaje tiene algún otro proyecto entre manos?
R.- Sí, en noviembre estreno un montaje de Las griegas, que es algo que siempre he querido hacer porque me parece una obra preciosa pero hasta ahora no he sentido que tuviera el nivel para montarla porque es difícil y compleja. Al final me he juntado con tres actrices que tenían ganas y que ellas se habían puesto a hacerlo. Me invitaron a verlo, necesitaban un director y me incorporé. Era una obra que quería hacer pero no me atrevía. A veces ese pequeño empujón que te dan se agradece mucho. Estamos a punto de terminar los ensayos y estrenaremos dentro de tres o cuatro semanas. Y luego me tengo que ir a Bolivia porque tengo trabajo en Santa Cruz. Desgraciadamente como vivo de esto no tengo más remedio que trabajar. Si pudiera me jubilaría pero si lo hago, ¿de qué vivo? Los artistas españoles no podemos jubilarnos tenemos que morirnos con las botas puestas.
@scamarzana