Marc Recha

El director estrena Un día perfecto para volar tras su paso por el Festival de San Sebastián

Mientras saca adelante proyectos más caros, Marc Recha decidió rodar una película pequeña y de producción sencilla. Se llama Un día perfecto para volar y fue recibida con aplausos en el último Festival de San Sebastián. El propio hijo de Recha y Sergi López, en el papel de su padre y trasunto del cineasta, son los protagonistas de un filme que sigue a ambos personajes en su paseo por la Costa del Garraf mientras el padre le cuenta al hijo un cuento con gigantes y arañas venenosas que da un nuevo significado al paisaje a través de la imaginación. Un filme efectivamente pequeño pero conmovedor en el que Recha quiere hablar de una forma de paternidad que acompañe a los niños hasta la vida adulta para que, llegado el momento, sean capaces de volar como la cometa que tratan de izar.



P.- La naturaleza sigue cobrando un papel importante en su obra, ¿sigue viviendo en el Pirineo?

R.- No, ya no. Ahora vivo en el Garraf, no muy lejos de Sitges, para estar más cerca de la ciudad. Rodamos la película cerca de mi casa. De todos modos sigo sin sentirme cómodo en una gran urbe. Me gusta como visitante pero cuando voy a Madrid y veo la ciudad desde la ventanilla del avión ya me quedo anonadado.



P.- ¿Cómo surge Un día perfecto para volar?

R.- Sale como un aperitivo, es la hora del vermut mientras se están preparando otros proyectos. Queríamos hacer algo así, pequeño, para abrir apetito. Nos juntamos un grupo de gente y nos propusimos rodar una película en cinco días. Había que sincronizar agendas pero finalmente los astros se juntaron y la pudimos hacer fuera de toda la órbita industrial. La rodamos cerca de mi casa porque creo en eso de Stendhal de poner "un espejo a lo largo del camino". Después se metió mi hijo, Roc, y todo tenía esa frescura y espontaneidad. Queríamos aprovechar todas las posibilidades que nos da la inmediatez.



P.- La película fue seleccionada en sección oficial del Festival de San Sebastián y se estrena en cines. ¿Cuándo se convierte en algo más grande?

R.- La película es la que es, el equipo durmió en mi casa y la hicimos de una manera altruista y desinteresada en unos días de agosto muy agradables. Pero en un momento dado nos ponemos a montar, comienza a crecer y adquiere unos tintes más industriales. Comenzamos a trabajar con el sonido, el montaje y la imagen. La idea sin embargo siempre fue no perder ese punto de hacerlo por placer mientras se cocinan a fuego lento otros proyectos. Me pasó lo mismo con Petit indi, mientras la preparaba surgió en medio Dies d'agost.



P.- ¿Quería reflexionar sobre la paternidad a través de su propia experiencia como padre?

R.- Cuando preparas un proyecto tienes una actitud más visceral e intuitiva. Empiezas después a construir un discurso. La película habla de la presencia permanente y constante del padre. Los niños son como una lámpara de petróleo, siempre desprenden calor. Ellos necesitan que les quieran, amor y seguridad, y ahí está el padre. Quiero hablar de que al mismo tiempo necesitas darles afecto pero también acompañarlos para que tengan seguridad y libertad para que llegado el momento puedan levantar el vuelo, hacer volar la cometa por sí solos.



P.- ¿Quería hablar de una forma de comunicación entre padres e hijos?

R.- Hay que fomentar la curiosidad de tus hijos y eso se plasma en un mundo de fabula, anímico, que lleva al chaval a observar y construir una mirada propia. Quiero que sea independiente y libre para que en el futuro pueda hacer tranquilamente sus cosas. Hay una paternidad deseada y querida que quiere enseñar a volar en todos los sentidos. Me rebelo contra ese concepto patriarcal castrador clásico.



P.- Los cuentos nos llevan a un mundo de imaginación donde la realidad se transforma...

R.- Los cuentos significan la transmisión oral del conocimiento. A través de esa voz del padre el niño empieza a imaginar todo un mundo animista. Se habla de situaciones muy reales a través de la fábula. Esos cuentos yo llevo años explicándoselos a mi hijo cuando lo llevo al colegio. Es un camino largo y todo empezó un día en el que vimos un balón enorme que servía como anuncio de una gasolinera. Le dije a Roc que era una pelota que se había dejado un gigante. A partir de allí empezamos y ya llevamos no sé cuántos episodios, miles. Yo interpreto a los personajes y él habla con ellos. Es un ejercicio de gimnástica literaria muy estimulante.



P.- ¿Nunca ha pensado hacer una película solo con esos cuentos?

R.- Tengo material hasta para hacer una serie de televisión y me gustaría hacer un libro con un ilustrador, lo tengo en mente. Sería la condensación de años y años.



P.- En esa centralidad de la fábula hay algo casi antiguo como desarrollar la imaginación en este mundo de realidades virtuales y grandes efectos especiales.

R.- Vivimos en una sociedad casi pornográfica de la permanente visualización. Es un non stop en el que casi parece que nos hayamos convertido en cobayas en esta idea de mostrarlo todo en directo. Parece que estamos apabullados y boquiabiertos viéndonos a nosotros mismos en nuestro propio hábitat como si estuviéramos en el zoo. Hemos llegado al colmo de la sociedad del espectáculo. Es un ensimismamiento que no entiendo. El fisgoneo siempre ha tenido un papel en la vida, pero este estar anonadados con nosotros mismos es absurdo. Por eso prefiero refugiarme en la literatura. En el cine parece que también estamos allí, cada día es menos importante la película y más nosotros mismos.



P.- ¿Quería por tanto realizar una película a contracorriente?

R.- Lo que quiere hacer la película es fomentar la curiosidad en una sociedad en la que parece que ya no te interesas por nada. Esta manera de sociedad del espectáculo es execrable, abyecta y no aporta nada. Es como una de esos películas malas de Hollywood, que segregan muchas dosis de adrenalina pero luego la sensación de vacío es tremenda. En el mundo del cine estamos también en eso de la inmediatez, lo importante es cómo vistes y cómo andas, la película ya no es importante.



P.- Hace no mucho decía que estaba ansioso por hacer cine de género...

R.- Como el ser humano es intrínsecamente contradictorio yo disfruto algunas de esas películas de Hollywood. Un día necesitas un tipo de vino y otro día, otro. Yo vengo del género, fue el cine que me atrapó cuando tenía 10 años y comencé a rodar mis primeras películas caseras. Hice pequeñas películas de western, de terror, incluso una zombi. La paradoja es que quizá mientras intento hacer una película de esas voy haciendo otras.



P.- ¿Le está costando mucho tirar sus proyectos adelante?

R.- He estado trabajando en un thriller, un western, una película sobre la guerra civil... Tengo la sensación íntima de que ya las he hecho. A veces pienso por qué no comienzo a escribir. Pero me da mucho respeto.



P.- ¿Siente frustración por las dificultades que tiene para rodar?

R.- No. Los proyectos siguen su curso. Me gusta eso de Clint Eastwood que diez años después de dejar en un cajón Sin perdón la hace y es una obra maestra. Me lo he pasado muy bien escribiendo esas películas y me han dejado un poso muy positivo. Parece que los cineastas vivamos en una cueva encerrados como demiurgos, para mí han sido grandes experiencias y, si no hago más películas, mi vida tiene cosas muy importantes además del cine, no es el fin del mundo.



P.- ¿Se va a independizar Cataluña?

R.- Yo creo que sí. Vamos a construir un nuevo país, no se trata solo de cambiar de bandera. Es un cambio exportable a otros territorios. No se trata solo de cambiar de trapo, es crear una nueva sociedad donde los valores éticos y morales sean lo que prime. Ese es un objetivo que comparte toda la península, la sombra del franquismo es alargada y la gente está hasta las narices en todas partes.



@juansarda