Almudena Grandes ha hecho un alto en sus Episodios de una guerra interminable, de los que ha publicado la mitad, porque se lo pedían los lectores. En las firmas y en la calle, dice que la gente le reclamaba un libro sobre lo que está pasando ahora, sobre los estragos de la crisis, que la escritora prefiere llamar "guerra encubierta de los especuladores contra la democracia, y la hemos perdido" ("si a alguien le queda alguna duda, ahí está el TTIP, que va a dar más poder a las multinacionales que a la soberanía de los estados"). El resultado de esas peticiones es Los besos en el pan (Tusquets). La obra es "una mirada de urgencia a la realidad" y está emparentada con la novela social de los 50 en cuanto que mosaico de las penalidades sufridas por la gente corriente.
"La gran literatura sobre la crisis se escribirá dentro de unos años, con la distancia y la profundidad necesarias", vaticina la escritora. De momento, esta novela ofrece un retrato "impresionista" compuesto de desahucios, familias que aguantan con la pensión de la abuela, peluqueras desbancadas por las manicuras chinas de ocho euros, mareas blancas y verdes o el ERE de Telemadrid.
El título de la novela es un homenaje a aquella antigua costumbre -en la gran época del hambre, la de los años 40- de besar el pan que caía al suelo, antes de devolverlo a la cesta. "Me marcó más la costumbre de mi abuela de hacer una tortilla francesa asquerosa con los restos del huevo de rebozar el pescado o empanar los filetes, pero no tenía tanto gancho para el título", bromea la autora de Las tres bodas de Manolita. De esta manera, Los besos en el pan conecta con los tiempos en los que se pasaba hambre de verdad. "Nuestros abuelos, por lo menos el mío, se morirían de risa si vieran nuestra crisis. Para ellos esto sería un simple accidente, nos llamarían flojos". Pero con estas palabras la escritora no quiere restar importancia a la cantidad de dramas personales que ha generado la actual crisis, "porque la miseria siempre es injusta" independientemente del grado.
"España siempre ha sido un país de pobres, incluso en los tiempos de Felipe II, cuando todo el oro de América pasaba de largo de camino a Flandes; pero siempre se heredaba, junto con la pobreza, una cultura de la dignidad que hemos perdido. Hace cuarenta años nos convertimos en un país de horteras obsesionados por cambiar de modelo de coche al mismo tiempo que el vecino", lamenta Grandes.
Cree la escritora que nuestra sociedad es más dócil que la de la posguerra. No obstante, en su nueva novela está muy presente la labor de las asociaciones y mareas ciudadanas que luchan por conservar unos derechos sociales amenazados. "Tenemos una sociedad civil que está muy por encima de los partidos políticos", afirma.
Grandes destaca un ingrediente común entre Los besos en el pan y sus episodios sobre la guerra civil: "la felicidad como resistencia". "Los personajes de esta novela se esfuerzan por seguir siendo los mismos a pesar de las adversidades. Ese es el primer peldaño de la dignidad".
Por sus artículos en prensa, la escritora tiene "la crisis muy trabajada". Reconoce que el tono y el tema de la novela es el mismo que trata en sus columnas. Lo que empezó como un experimento acabó dando forma a Los besos en el pan.
Aunque no menciona su nombre, la novela transcurre en el barrio madrileño de Malasaña, en el que la escritora se crió y aún reside. "Mi barrio está lleno de licenciados en filología hispánica que cobran 900 euros brutos como dependientes en la calle Fuencarral. Es un barrio en el que siempre han convivido ricos y pobres, juntos pero no revueltos. Es un caos social representativo de la ciudad de Madrid y de muchas otras ciudades", explica. "Por ejemplo, tenemos la suntuosa calle Apodaca seguida de Divino Pastor, que estaba llena de casas humildes con fachadas de yeso".