Eloy Sánchez Rosillo. Foto: Archivo
Convencido de que "sería de vértigo vivir sin tregua en la cresta de la ola", Sánchez Rosillo se siente feliz en su Murcia natal, tanto que presume de no aburrirse jamás. “Me falta tiempo para todo -insiste el poeta-. Doy mis clases en la universidad, estoy con mi mujer y mi hijo, hago largas caminatas casi cada día, hablo con los amigos, leo, veo la televisión. Nada extraordinario, pero extraordinario todo. Todos los días son un milagro. La vida me gusta”. Pregunta.- Desde luego, leyendo Quién lo diría resulta evidente. ¿Qué significa este libro en su trayectoria? Respuesta.- Me parece que es un nuevo intento de decir lo que hay que decir y que uno tiene la sensación de no haber dicho nunca por completo. Hay que seguir en la brecha e insistir hasta el final como si fuera la primera vez. En realidad, siempre es la primera vez si trabajamos con autenticidad. P.- ¿Cree que el joven poeta que en 1977 obtuvo el Adonais por Maneras de estar solo se reconocería en el poeta que es hoy? R.- El poeta joven que fui soñó al poeta que ahora quizá soy. De muchacho, cuando la vocación se apoderó de mí, yo no imaginaba mejor destino que el de estar en el mundo como poeta y entregar mi vida entera a ese empeño maravilloso. Bien que mal, mi sueño de entonces se ha ido cumpliendo y trataré de que se cumpla hasta el fin. En este sentido, pienso que el que fui no estaría del todo descontento del que he llegado a ser. Y este que soy ahora se siente muy satisfecho del adolescente puro que fui, al que le agradezco que un día me soñara. P.- ¿Qué ha ganado, y qué ha perdido, en estos diez libros de aventura poética? R.- No tengo la sensación de haber perdido nada. Las ilusiones y la voluntad de hacer incluso se me han incrementado. La experiencia de la vida y de la poesía, que en mí son la misma cosa, creo que enriquecen y amplían lo que uno va alcanzando. De lo contrario no tendría sentido continuar. P.- ¿Cómo explicaría a un neófito la evolución de su poesía, sus pocos pero necesarios libros, sus recopilaciones y antologías? R.- No creo que diez libros (unos quinientos poemas) sean pocos. Puede que hasta me haya excedido. No obstante pienso que todos han sido necesarios para ir expresando mi visión de las cosas y mi asombro ante el misterio de la vida. En mi evolución hay como dos grandes etapas. Los cinco primeros libros son predominantemente elegíacos, pues en los años en que los escribí pensaba que por el hecho de estar nosotros sometidos al tiempo todo en la vida es una constante pérdida. En la segunda etapa, que comprende los cinco últimos libros que he publicado, mi visión de la realidad fue cambiando de forma inesperada. El tiempo dejó de ser un enemigo, un algo fragmentado y en constante fuga, y mi poesía evolucionó hacia la celebración de estar vivo, respirando en conformidad un tiempo completo. P.- Nunca como ahora ha parecido usted tan poeta de la dicha de existir “sin porqué”, en esos días en los que no pasa nada, "y, sin embargo, cuánto". R.- Todos los días son un milagro, y más aún aquellos en los que parece no ocurrir nada, pues son los que mejor nos permiten mirar el mundo y a la vez estar con nosotros mismos, con nuestro “interior hombre”, como dijo Aldana. Esto se aprende con la edad. De joven piensa uno que la vida es cicatera y que nos da menos de lo que debiera. Más tarde abrimos los ojos y vemos que todo es un don. P.- En el libro evoca paisajes, gentes, amores... ¿De qué ha ido despojándose hasta llegar a la aceptación serena del crepúsculo? R.- He procurado ir descargándome de lo accesorio e inútil. Todo ha sido ganancia en ese despojamiento. Mi camino, por otra parte, no avanza hacia el crepúsculo, sino hacia el amanecer. La noche queda atrás siempre y cada día empieza con el alba. P.- La pregunta es inevitable: "¿Sucede la belleza sin nosotros/ o la crean los ojos al mirarla?" R.- He ahí el problema. Pero el que mira con los ojos abiertos y sueña e imagina tiene ante sí toda la realidad, aunque él no esté en todas partes. No hay zonas en sombra. La flor que se abre en un valle perdido, el puma que acecha en una selva recóndita, la muchacha que a solas se mira en este instante al espejo en una ciudad en la que nunca estaré, suceden ante mí, no ocurren para nadie. En tanta abundancia no hay derroche inútil. P.- ¿Quiénes son sus poetas jóvenes predilectos? R.- Los poetas jóvenes (y al decir jóvenes me refiero a los que andan entre los 25 y los 30 o algo más) resultan ser una especie problemática, pues a la vez son y no son. Junto a atisbos o aciertos hay en sus tentativas cosas borrosas o sin hacer, como es natural. Aún no han alcanzado la voz que acaso les aguarda o que tal vez no lleguen a tener nunca. Esto puede tener su gracia (y hay que valorarlo en lo que pueda valer), pero a mí me interesa la poesía verdadera sin más, tanto si es de un joven como si viene de un poeta entrado en años. El poeta joven es sobre todo promesa, y la poesía es cumplimiento. P.- Hablando de juventud, desde hace meses unos cuantos cantautores/poetas jóvenes acaparan las listas de los libros de poesía más vendidos. ¿Los ha leído? R.- No he tenido aún ocasión. La poesía está en todas partes, pero en una canción la letra nos llega junto con la música, y es esa fusión la que nos conmueve. Cuando la letra se pone a solas sobre un papel y se prescinde de algo esencial, que es la música con la que nació, a menudo sucede que se queda en nada, que nos defrauda por su sordera e incluso por su mudez. @nmazancot
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