Qué libro tiene entre manos?
La otra cara del Caudillo, de Ángel Viñas. Antes leí Dos veces única, de Elena Poniatowska. Lecturas placenteras y apasionantes ambas.
¿Ha abandonado algún libro por imposible?
Muchos, y lo sigo haciendo sin el menor complejo de culpa. Soy consciente de que no tendré tiempo para leer todos los que me gustarían en lo que me queda de vida.
¿Con qué escritor le gustaría tomarse un café mañana?
Los vivos no me tientan y no creo en los espíritus, pero me encantaría tener la oportunidad de preguntar algunas cosas a Galdós y/o a Antonio Machado.
¿Cuántas veces va al teatro al año?
Todas las que puedo. Me gusta mucho, porque cada función es un espectáculo único e irrepetible, una comunión laica, siempre distinta.
¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado? Ejerza la labor de crítico, en dos o tres líneas.
Hace sólo unos días me tropecé en la sede de RTVA en Sevilla con la exposición Se ha escrito un cuadro, de dos pintores primitivistas y autodidactas, Clara Villavieja y Alberto Mencos, que han pintado lo que les sugieren algunas obras literarias. Dos cuadros llevan el título de novelas mías, así que aprovecho para agradecérselo.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Puede llegar a emocionarme tanto como el clásico, y por eso no me preocupa mucho en qué medida lo entiendo o no. El arte es el territorio de la emoción.
Ha explicado que esto no es una crisis sino una guerra de los especuladores, y que la hemos perdido. ¿Sin remedio?
Me temo que nosotros sí, porque no creo que volvamos a vivir como en la primera década del siglo XXI. Pero más perdida estaba la causa de los sans-culottes franceses en 1780, y nueve años más tarde estalló la Revolución. Nadie puede predecir el futuro con certeza.
¿Qué puede la literatura contra los desahucios, el paro...?
Nada y todo a la vez. No puede parar los ERES, frenar la despiadada avaricia de la banca ni derrocar gobiernos, pero sí ayudar a la gente a hacerse preguntas, a cuestionarse la realidad, a rebelarse y a actuar. ¿Cómo recuperar esa dignidad perdida que tenía España antiguamente, con su pobreza y sus penas? Recordando. Asumiendo los valores de nuestros abuelos. Comprendiendo que la pobreza no tiene por qué ser humillante ni mucho menos culpable. Levantándose cada mañana para luchar contra ella sin renunciar a la alegría, a la ilusión, a los pequeños placeres cotidianos. Destruyendo sin piedad la equivalencia entre la felicidad y el consumo. Apreciando el valor de las cosas.
¿Para cuándo una nueva entrega de sus "Episodios"?
Casi con toda seguridad -este futuro sí me atrevo a predecirlo-, en marzo de 2017.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
La opinión de los lectores críticos e inteligentes, con independencia de que la publiquen o no en algún medio y de la profesión que les dé de comer, me sirve y me importa, pero ni siquiera ésa me quita el sueño.
¿Qué música escucha en casa? ¿Es de Ipod o de vinilo?
De vinilo no, soy muy analógica, pero no tanto. Casi siempre es Spotify.
¿Qué libro debe leer el presidente del Gobierno?
Cualquiera que le resulte útil para volver a trabajar como registrador a partir del año próximo, mientras le contrata alguna multinacional por una millonada. Si no es así, da igual que lea o no lea, porque ningún libro va a arreglar lo que nos espera.
¿Se le ocurre una fórmula para compensar los recortes?
La única que ha funcionado hasta ahora es salir a la calle masivamente, una vez, y otra, y otra más, sin cansarse nunca. Pero ahora existe una más eficaz, que consiste en ir a votar el 20 de diciembre en contra de los partidos que han aplicado los recortes que nos asfixian.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me gusta España porque es mía, y porque me gustan los españoles. Porque Bigas Luna me enseñó que sólo se vive bien en los países donde hay moscas. Porque a partir de ahí, de la luz, de las naranjas y del aceite de oliva, siempre podremos hacer de España un país maravilloso, aunque nunca lo hayamos conseguido todavía.