Santiago Mitre
El director argentino estrena Paulina, un remake de un clásico argentino donde regresa al terreno del drama y de las conflictivas relaciones personales.
Pregunta.- Paulina es un remake de una película argentina de los años 50. ¿Por qué decidió volver a hacerla?
Respuesta.-Fue un encargo. Yo siempre trabajé con ideas originales. Pero esto era un desafío como escritor y director, agarrar una historia escrita previamente y ver qué podía hacer yo. No había visto la película y la vi una sola vez y el personaje de Paulina me impactó mucho, pensé que las preguntas que me surgían eran una buena base para hacer una segunda versión. Por ejemplo, hay todo un aspecto político que me parecía muy interesante.
P.- ¿Cuánto hay en la decisión de Paulina de rebelión contra la decisión del padre?
R.- Ella lo abandona todo, al padre y la moral de su propia clase para ir a un lugar que no se sabe cuál es. Entiendo una lectura en torno al vínculo filial, es un padre fuerte, un juez importante que interviene políticamente y su hija siguió la misma carrera. Me parece lógica esa visión. Pero creo que llega un momento en el que el padre queda borrado, quizá es inconsciente, pero es tan singular y extraño el periplo de Paulina que me parece una explicación insuficiente.
P.- ¿Qué opina usted de su decisión?
R.- Sí le respeto la fuerza, va para adelante. Le sucede algo, decide volver y no parar. Es obstinada y quiere seguir en su decisión. Creo que ella intenta salir del lugar de víctima. Cuando su padre le dice "no eres una heroína, eres una víctima", ella se rebela porque no quiere estar en ese estado de debilidad. De todos modos, no estoy de acuerdo con Paulina ni con ningún personaje. Hay cosas que dice el padre que creo que tiene razón. No es lo interesante quién tiene razón sino la suma de todas esas voces.
P.- Hollywood nos ha contado varias veces una historia parecida, pero con una resolución muy distinta.
R.- Me gusta que sea una antipelícula de venganza. Tampoco exactamente los quiere perdonar. Hay un rechazo a la violencia y no quiere responder a la violencia que ha sufrido con más violencia. El sistema penal y judicial es violento y ella no quiere eso. La propia pobreza es violenta y produce violencia, de todo tipo: sexual, institucional y social. Entiendo y admiro a personas como Paulina que saben salir de sus privilegios de clase por un ideal. Después vuelve, ¿por qué? Y finalmente no quiere abortar. Te genera una sensación ambivalente, la quieres entender pero sientes que está equivocada. Es lo que genera la mayor pregunta si lo hace por una cuestión de asumir su destino, se metió en el barro y lo asume hasta el final o quiere ser una mártir.
P.- ¿Cree que juega un papel su sentimiento de culpa por pertenecer a una clase privilegiada?
R.- Un amigo escribió un artículo que me gustaba en el que decía que la culpa es el motor del progresismo. Claramente se siente mal por tenerlo todo fácil y hacer lo que se espera de ella si se convierte en una abogada brillante.
P.- ¿Cómo se integró en la región donde rodó la película?
R.- Hay una pobreza terrible. No es esa pobreza urbana, más sórdida que la rural, pero es una situación muy difícil. Hay actores profesionales y muchos no. Hice una búsqueda durante un año en el que fuimos eligiendo a varios de los actores. Yo necesito actores. Algunos no eran profesionales pero sí tenían cierta inclinación y trabajamos mucho con ellos.
P.- Estructura el filme con continuos cambios en el tiempo, ¿por qué?
R.- Hay una cosa básica de truco, de enfatizar el suspense. Lo vemos por primera vez, luego avanza, y vemos otro punto de vista. Es como un metal que se va calentando hasta que llega el ataque. Es una película que trabaja el debate y el punto de vista dentro de su propia estructura y entonces era importante conocer todas las versiones. Por ejemplo, vemos que el atacante es un hombre despechado. No es un violador monstruoso, es alguien que se siente despechado, se va cargando y al final comete un crimen. El mayor índice de violación es dentro de la propia pareja o en la familia.
P.- Además de Paulina y su padre, vemos al novio, quizá el personaje que nos cae peor.
R.- Muchas veces escribo sobre personajes que me caen mal. El personaje de Paulina no tengo muy claro que me guste y el protagonista de El estudiante si lo conociera en persona me pondría a discutir con él. Mi trabajo como director no es que me gusten los personajes sino tratar de entenderlos. El novio me parece un boludo, violan a su novia y se preocupa por su hombría. En las dos películas me gustan más los personajes femeninos.
P.- ¿Cómo ha reaccionado las mujeres a la película?
R.- Hay mujeres a las que les gusta mucho y colectivos feministas que la han tomado como bandera, ven a Paulina como un personaje femenino fuerte que además va cogiendo fuerza. Hay a quien no. En Argentina se mezcla mucho todo. El aborto no es legal y eso también se junta allí. Se discute la película desde muchos lugares.
P.- Como en El estudiante, es una película hiperdialogada.
R.- Me gustan los diálogos que hablan sobre cosas y no tenerle miedo a los temas cuando se expresan. Quizá es una cosa mía y de mis amigos que estamos todo el rato hablando. Ahora en el guión que estoy escribiendo vuelve a aparecer. Es una cosa que estoy probando como director. En el cine argentino hace un tiempo parecía que las películas más silenciosas eran mejores. No estoy seguro. A mí me gusta extremar el procedimiento, y el diálogo es un procedimiento como otro cualquiera.
P.- Vemos una Argentina de gran pobreza. ¿Se ha convertido en un país pobre?
R.- Argentina es un país pobre aunque todo va a escalas. Si se compara con un país africano, no lo es. Si lo comparas con otros países centroamericanos, tampoco. Hay una clase media fuerte y hay sanidad pública y educación. En general, el mundo se empobrece cada vez más. Es algo que no se quiere evitar.
@juansarda