Juan Pablo Fusi.

El historiador ingresa este domingo en la Real Academia de la Historia.

El historiador Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945), catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid desde 1988, fue elegido en noviembre de 2014 académico de la Real Academia de la Historia. Especializado en la historia española y universal de los siglos XIX y XX, su obra se ha centrado sobre todo en la cuestión del nacionalismo y la democracia en España. Es doctor en Historia por la Universidad de Oxford y por la Complutense, y doctor honoris causa por la de Nueva York. Además, fue director de la Biblioteca Nacional de España entre 1986 y 1990 y director académico del Instituto Universitario Ortega y Gasset entre 2001 y 2006. Este domingo, 13 de diciembre, Fusi leerá su discurso de ingreso en la RAH, titulado Espacios de libertad. La cultura española y la recuperación de la democracia (c.1960-c.1990).



Pregunta.- ¿Qué supone para usted su nombramiento como académico de la Historia?

Respuesta.- Aparte de la satisfacción que supone para mí entrar en la Academia de la Historia, atribuyo a mi entrada un carácter generacional, ya que la generación de contemporaneístas a la que pertenezco (los nacidos entre 1945 y 1950) no estaba representada hasta ahora. De la anterior están Miguel Artola, Carlos Seco Serrano, y hace poco murieron Vicente Palacio Atard y José María Jover Zamora. Y antes que ellos estuvieron los de la generación fundacional del contemporaneísmo, como Jesús Pabón, Vicente Cacho Viu y algunos hispanistas extranjeros.



P.- ¿De qué trata su discurso de ingreso?

R.- Sobre la evolución cultural española entre los años 55 y 75 aproximadamente, de cómo fue recuperando espacios de libertad a pesar del franquismo.



P.- ¿Cómo empezó esa evolución a partir de la posguerra?

R.- Utilizando dos expresiones del historiador Julián Marías, se puede decir que entre 1955 y 1965 la posguerra había terminado y el futuro había comenzado. La generación del 98, de Ortega y Gasset de la Generación del 14 recuperaron una fuerte vigencia en el pensamiento y la cultura españoles. Paralelamente, una serie de editoriales, publicaciones periódicas, cátedras universitarias y entidades particulares fueron conquistando espacios de libertad con enormes dificultades y a pesar de la censura, hasta llegar a una cultura digna y de bastante calidad. Esto se tradujo en los 60 en la difusión del realismo social. Los nuevos libros sobre la Guerra Civil ya no la definen como cruzada, sino como un hecho complejo y hasta inútil. En tercer lugar, comienza una recuperación parcial del exilio. Se empieza a publicar a Ayala, a Sender, a Barea, se publica el libro de Juan Marichal sobre Azaña [La vocación de Manuel Azaña], en arte tienen protagonismo Tàpies, Oteiza, Chillida, Alejandro de la Sota, se recupera la música de Cristóbal Halffter...



Por otra parte, a partir de los 50 surge un pensamiento nuevo, que no había existido antes del 36, a través de la ciencia económica, la sociología, la ciencia política y la renovación historiográfica que asociamos a Vicens Vives, y la democracia se convierte en el tema de reflexión de ese período.



P.- ¿Cómo fue posible este progreso cultural en un contexto político tan desfavorable? ¿Fue por la audacia de sus protagonistas o porque la dictadura franquista relajó la censura y el control de los intelectuales?

R.- El propio Marías dijo en varios artículos que aquella evolución la llevaron a cabo unos cuantos grupos de intelectuales esforzados que habían conquistado ámbitos de libertad. También fue posible porque el proyecto cultural franquista, basado en el nacionalismo falangista y en el catolicismo, fue un proyecto fallido. Hubo un alejamiento del régimen por parte de un grupo de intelectuales de la revista Escorial entre los que estaban Dionisio Ridruejo, José Luis López Aranguren, Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar y Luis Felipe Vivanco. Todos ellos se orientaron en una dirección totalmente distinta, y en el caso de Ridruejo se produjo una verdadera ruptura con el régimen. Aranguren viró hacia la moral católica y Laín Entralgo hacia la idea de reconciliación de los españoles y a la relación médico-enfermo como explicación de la condición humana. Ya no profesaban el idealismo falangista de los primeros años del franquismo. La literatura y el cine de exaltación patriótica, que habían sido muy dominantes en la posguerra, se fueron disipando en los 50 con la recuperación de la generación del 98 y de figuras como Menéndez Pidal o Gregorio Marañón.



P.- ¿Qué papel tuvo esa renovación cultural a la hora de sentar las bases para la vuelta a la democracia?

R.- El poder de las ideas de la cultura en una sociedad no es tan fácil de medir como otras variables, pero sí creo que hubo una contribución sustantiva de la cultura en el cambio político de la Transición. Hacia 1970, la cultura española ya estaba instalada en un horizonte intelectual y vital no franquista.



P.- Usted ha estudiado y escrito sobre España y su identidad nacional. ¿La España que se construyó en 1978 sigue teniendo vigencia hoy a pesar de los cambios?

R.- Una sociedad está marcada siempre por la movilidad y el cambio. Han pasado 40 años desde entonces, gran parte de la sociedad española de hoy ha nacido después de 1975. España entró en la Unión Europea en 1985, y entre ese año y 2005 tuvo un desarrollo económico formidable. También se ha consolidado el estado autonómico y se han introducido muchas nuevas tecnologías. Todos ellos son elementos indudables de cambio, en muchos sentidos España es hoy un país distinto, pero cualquiera se puede reconocer en muchos aspectos de la España de 1978.



@FDQuijano